Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


30 de marzo de 2011

LA HUMILDAD VENCE DONDE LA FUERZA ES IMPOTENTE


A. W. Tozer

En el REINO DE LOS CIELOS las cosas débiles se tornan poderosas, y las poderosas resultan frecuentemente inútiles.

Dios no ve las cosas como el hombre las ve, y las cosas que son tenidas como grandes entre los hombres pueden ser menospreciadas por el Dios Altísimo, hacedor de los cielos y de la tierra.

El valor carnal tan apreciado en el reino de Adán puede ser la causa directa de una derrota constante y humillante entre los cristianos. Dios no se encuentra necesitado de emplear medios carnales para cumplir sus fines espirituales.

La osada «fuerza de carácter» que ayuda a los hombres a lanzarse al frente, a conseguir los mejores trabajos, a dejar aturdidos a sus oponentes, puede resultar un verdadero obstáculo en el camino de todos los esfuerzos para avanzar en la vida del Espíritu.

Dios da valor a los desalentados. Y al soberbio lo conoce de lejos.

De Adán heredamos el instinto de enfrentarnos de cabeza a nuestros enemigos, de tratar de vencer mediante un ataque directo, y es sólo después de muchos aturdidores fracasos que aprendemos que no es así que se logran las victorias en el reino de lo espiritual.

El enfoque carnal hace generalmente alienar más al enemigo a nosotros, y aún peor, nos sitúa en una posición en la que Dios no puede ayudamos. El enemigo nunca sabe cómo tratar a un hombre humilde; está tan acostumbrado a tratar con gente orgullosa y terca que un hombre manso perturba su programa. 

Y además, el hombre verdaderamente humilde tiene a Dios luchando a su lado. ¿Y quién puede vencer contra Dios.

Por entraño que parezca, frecuentemente vencemos a nuestros enemigos sólo tras haber sido absolutamente derrotados por el Señor mismo. Dios frecuentemente vence a nuestros enemigos venciéndonos a nosotros.

El derrotó a Esaú derrotando a Jacob la noche antes en la ribera de Jabod. La victoria sobre Esaú tuvo lugar en su hermano Jacob. Y a menudo es así. Cuando Dios prevé que tenemos que encontramos con un oponente mortal.

El asegura nuestra victoria trayéndonos humildes a sus pies. Después de ello, todo se hace fácil. Nos hemos puesto en una posición en la que Dios puede luchar por nosotros, y en una situación como ésta, el resultado ya está decidido desde toda la eternidad.


La Humildad Vence donde la Fuerza es impotente - A. W. Tozer

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry