Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


17 de julio de 2011

EL HOGAR DEL HOMBRE ES UN HUERTO


George H. Warnock
El primer hombre Adán fue puesto en un jardín. Todo lo que había en ese jardín procedía de la Palabra, el Logos. Todo era “muy bueno”, y Adán tenía que cuidarlo y mantenerlo. (Gén.2:15). De forma que en la Nueva Creación, Dios planta a Su pueblo en un Huerto.
El Río de Vida fluye en medio de él, desde el Trono de Dios. Junto a la orilla del río crece el Arbol de la Vida, que da toda clase de fruto, “dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones.” (Apocalipsis 22:2).
Es un reino celestial el que miramos... pero es un reino celestial aquí en la tierra. ¿No vamos a vivir en el Cielo? ¡Por supuesto! Pero los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra están muy juntos... y la luz de la gloria del Cielo radiará por toda la tierra.
Tendremos acceso libre a ambos reinos. Puede que podamos distinguir escasamente uno del otro... estando uno tan inmerso en el otro. Y experimentaremos “días del cielo sobre la tierra” mucho más allá de lo que Moisés contempló cuando habló de la tierra de Canaán (Deut. 11:21). “No habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor.” (Apocalipsis 21:4).
Es porque hay un Árbol de Vida en el Huerto... y los hombres ya no tendrán prohibido comer de su fruto. No habrá más tristeza, ni llanto ni dolor... porque las hojas del Árbol son para “sanidad de las naciones”. En el principio, el primer hombre escogió comer del “árbol de conocimiento del bien y del mal”... y se le prohibió comer del Árbol de la Vida. Ahora el hombre come del Árbol de la Vida, para tener salud y vida. Y aunque sólo vemos en estas cosas “como por espejo, oscuramente”, entendamos que Dios está obrando en los herederos del Reino de los Cielos ahora, esas cualidades de vida y de gracia que le harán sentirse “en casa” en el Huerto de Dios.
Las riquezas de la gracia en Cristo Jesús y la bendición de Su Espíritu están disponibles para nosotros ahora... al participar de “los poderes del mundo por venir” (Heb. 6:5). No temamos de abusar de la gracia de Dios cuando Él nos introduzca a estos reinos del Espíritu que pertenecen la próxima era. Ciertamente es un pequeño fragmento lo que llegaremos a conocer y experimentar en esta vida. Por tanto, estemos agradecidos por cada don perfecto y bueno que Él nos conceda ahora... desde esos reinos de vida eterna. Y sigamos orando, “Venga Tu Reino, Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”

15 de julio de 2011

PERIODOS DE SEQUEDAD


JEANNE GUYON

Estimado lector, debe comprender que Dios tiene un solo deseo. Ciertamente usted nunca podrá entender un tiempo de sequedad, a menos que comprenda cuál es el deseo de El. Su deseo es darse al alma que lo ama realmente y que lo busca con sinceridad. Y sin embargo, es verdad que este Dios que desea darse a usted, con frecuencia se esconda de usted —¡de usted, que lo está buscando!

Ahora bien, ¿por qué Dios hará eso? Estimado santo de Dios, usted debe aprender los métodos de su Señor. Su Dios es un Dios que con frecuencia se esconde. Y lo hace con un propósito. ¿Pero por qué? Su propósito es despertarlo de la pereza espiritual. Su propósito en apartarse de usted es hacer que usted lo busque.

El Señor Jesús está mirando alrededor por dondequiera en busca del cristiano que permanezca fiel y amante, aun cuando El se haya apartado. Si el Señor halla a semejante alma fiel cuando vuelve, El premia la fidelidad de su hijo. Derrama abundante bondad y tiernas caricias de amor sobre ese fiel creyente.

Así pues, aquí hay algo que usted debe entender.

Usted habrá de tener tiempos de sequedad espiritual. Es parte del método del Señor.

Pero el hecho de que usted habrá de tener tiempos de sequedad espiritual, no es la cuestión. La pregunta importante es ¿qué va a hacer en un tiempo de sequedad espiritual? En este punto usted debe aprender algo acerca de sus tendencias naturales.

Durante una temporada de sequedad, lo natural para usted será tratar de probarle su amor al Señor. Durante un tiempo de sequedad espiritual usted verá que estará tratando de probarle al Señor su fidelidad para con El; hará eso ejerciendo su fuerza.

Inconscientemente usted estará esperando persuadir al Señor, mediante ese esfuerzo propio, a que retorne más prontamente.

No, estimado creyente, créame, ésa no es la forma de responder a su Señor en tiempos de sequedad. ¿Qué habrá de hacer, pues?

Usted debe esperar el retorno de su Amado con paciente amor. ¡Una a ese amor abnegación y humillación! Aun cuando el Señor se haya escondido, permanezca constantemente delante de El. Allí delante de El, derrame su amor sobre El apasionadamente y, con todo, añadiría yo, siempre apaciblemente.

6 de julio de 2011

ADORACION EN FAMILIA


A. W. Pink

Hay algunas ordenanzas externas y medios de gracia muy importantes que se insinúan claramente en la Palabra de Dios, pero que para su ejercicio tenemos pocos, si es que algunos, preceptos sencillos y positivos; más bien se nos deja que los retomemos del ejemplo de hombres santos y de varias circunstancias incidentales. Un importante fin se contesta por esta disposición: el estado de nuestros corazones se convierte en una prueba.

Puede servir para hacer evidente que, debido a que un mandamiento expreso no puede traerse a colación sin requerir su cumplimiento, los Cristianos profesantes se ganarán el descuido de una responsabilidad claramente implicada. De este modo, se descubre más del estado real de nuestras mentes, y se hace manifiesto si tenemos o no un amor ardiente por Dios y Su servicio. Esto se aplica evidentemente tanto a la adoración pública como a la adoración en familia. Sin embargo, no es del todo difícil comprobar la obligación de la piedad doméstica.

Considere primero el ejemplo de Abraham, el padre de los fieles y el amigo de Dios. Fue por su piedad doméstica que recibió una bendición de parte del mismo Jehová, “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio” (Gén. 18:19).

El patriarca es aquí elogiado por instruir a sus hijos y a sus siervos en la más importante de todas las obligaciones, “el camino del Señor”, la verdad acerca de Su gloriosa persona. Sus elevadas afirmaciones respecto a nosotros, Sus requerimientos para nosotros. Note bien las palabras “él mandará [a ellos]”; es decir, él usará la autoridad que Dios le había dado como padre y cabeza de su casa, para hacer valer las responsabilidades de la piedad familiar.

Abraham también oraba con su familia, lo mismo que la instruía: dondequiera que armara su tienda allí “edificaba un altar a Jehová” (Gén. 12:7; 13:4). Ahora, mis lectores, bien podemos preguntarnos, ¿Somos nosotros “la simiente de Abraham” (Gál. 3:29) si no “hacemos las obras de Abraham”(Juan 8:39) y descuidamos la importante responsabilidad de la adoración en familia?

Los ejemplos de otros santos hombres son similares al de Abraham. Considere la piadosa determinación de Josué quién le declaró a Israel, “pero yo y mi casa serviremos a Jehová”

(24:15). No permitía que ni los elevados puestos que ocupaba, ni las apremiantes responsabilidades públicas que se acumulaban sobre él, atrajeran su atención hasta el punto de descuidar el bienestar espiritual de su familia.


"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry