Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


5 de noviembre de 2014

LA REGLA DE ACCIÓN DE CRISTO


Davis y Clark

Gálatas 6:2-3, Filipenses 2:2-8

En Gálatas 6:2-3 leemos las siguientes palabras: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, así mismo se engaña”. En esta oportunidad, la palabra ley no se refiere a la Ley Mosaica, sino que significa una regla de acción. La ley de Cristo es humildad y servidumbre. Pablo contrasta la regla de acción de Cristo contra el orgullo y el engañarse a uno mismo. Cualquiera que se engaña a sí mismo pensando que es algo, no siendo nada, no está cumpliendo la ley de Cristo, sino que se está levantando en un espíritu que es contrario al Espíritu de Cristo, el cual es el espíritu del anticristo.

Pablo exhortaba, “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. (Rom. 12:2-5)

¿Qué quiere decir pensar con cordura? ¿Alguna vez ha estado usted cerca de un borracho? Después de haber bebido bastante, ellos se convierten en dioses virtuales. Algunos piensan que sus habilidades intelectuales superan a los de Einstein. Otros cuentan historias de guerra, poniéndose ellos como los héroes quienes solos ganaron la Segunda Guerra Mundial. Algunos piensan que son invencibles y que pueden vencer al más grande de los hombres.

Desafortunadamente para el resto de la sociedad, otros borrachos piensan que ellos pueden conducir bien bajo la influencia del alcohol. ¿Cómo pudieron ellos llegar a conclusiones tan falsas? ¡Ellos no están sobrios! Algo ha afectado sus juicios y por eso piensan más de si mismos de lo que debieran. Estar sobrios es ver las cosas como realmente son, es evaluarnos con exactitud en relación a Dios y a Su pueblo.

Dios ha dado una medida de fe a cada creyente. El, sin hacer acepción de personas, ha distribuido gracias a todos. El no ha dado más gracia a otros para que puedan sojuzgar al resto. No somos señores los unos sobre los otros sino “miembros los unos de los otros”. No es sobriedad vernos más que esto? Cristo está llamando a todos los creyentes a salir de esa intoxicación de verse como individuos que valen algo, y a que humildemente participen corporalmente en Su regla de acción. Pablo escribió: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. (Rom. 13:8) El amor cristiano de Dios sin egoísmos es su regla de acción: ser para otros, no ser para nosotros mismos.

Ahora vamos a considerar la regla de acción de Cristo como está establecida por Pablo en Filipenses 2.

“…completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Fil. 2:2-8)

Pablo contrasta dos motivadoras reglas de acción en este pasaje; contienda y el sentir de Cristo.

La palabra griega usada para contienda en este pasaje es eritheia [2052], la cual en griego en los registros antes del Nuevo testamento solo se encontró en los escritos de Aristóteles; refiriéndose a la ambición personal de servirse a sí mismo y para ello buscar un cargo político, por ejemplo, candidatarse en elecciones. W. E. Vine expande esta definición aun más. “Eritheia se deriva no de eris, contienda, sino de erithos, un mercenario, de ahí el significado de buscar ganar seguidores.” Esto trae la comparación de estas dos reglas de acción ante una perspectiva completamente diferente. Contienda aquí no es solamente reñir y pelearse: es la ambición de guiar a los discípulos hacia uno mismo y usarlos para ganancia personal. Pablo hablo de esta ambición a los ancianos de Éfeso en Hechos 20:29-30. El los advirtió en ese entonces que “lobos rapaces” entrarían en medio de ellos, y peor aún, algunos de estos lobos saldrían de entre estos mismos ancianos, o sea, de entre ellos mismos.

La naturaleza del Lobo

¿Cuál es la naturaleza del lobo? ¿Cómo caza él a las ovejas? Primero trata de separar a las ovejas del Pastor (Cristo) y llevarlas hacia sí mismo. Pablo advirtió que estos lobos hablarían cosas perversas con un propósito en mente: arrastrar tras de si a los discípulos. Entre estas cosas perversas que fueron enseñadas estaba con toda seguridad una distorsionada justificación de procedimientos típicos de los lobos, tales como sucesión apostólica, sumisión a ellos mismos, y advertencias de estar separados del resto de la iglesia (ver 3 Jn 9-11). La mayoría olvidó las exhortaciones de Pedro “…no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. (1 Pe. 5:3), y abrazaron completamente las enseñanzas perversas de los lobos.

No pasó mucho tiempo y estos perros salvajes enseñaron la perversa noción de que eran los únicos representantes de Cristo y como tales eran Cristo en la tierra y que el pueblo debía recibir cada palabra de ellos como palabras de Cristo hacia ellos. Insistieron en que sus edictos eran superiores a las escrituras y que debían ser obedecidas sin cuestionamientos. Este es el legado de los lobos que ha sido trasmitido a cada generación desde ese entonces, incluyendo la nuestra. Líderes piadosos quienes han visto a través de este engaño no tratan de alejar a los discípulos hacia ellos mismos. Ellos no quieren ser la voz y la conciencia de la herencia de Dios. Ellos solo quieren hacer discípulos de Cristo, que oigan Su voz, enseñados directamente por el Espíritu Santo.

Jesús habló de esto:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí”. (Jn 6:44-45)

La prueba de todas las enseñanzas es esta: ¿Nos lleva esta enseñanza a Jesús? Si somos enseñados de Dios seremos guiados a Jesús. Si somos enseñados de los hombres, nos congregaremos alrededor de ellos. Esto es lo que Jesús está diciendo aquí, ¿no es cierto? Todas las enseñanzas que vienen del Padre tienen una finalidad en vista, llevar al oyente a Cristo. Cualquier otra cosa fuera de esto es perverso. Aquellos que son enseñados de Dios no se sujetan bajo el dominio de los lobos religiosos quienes buscan con cada palabra que dicen ganar un seguidor de cultos, a los cuales a menudo ellos se refieren como “mi oveja”, “mi rebaño”, y a la reunión de ellos como “mi iglesia”.

Esto es un problema serio en estos días y no debemos tomarlo livianamente. ¡Dios no lo hace! Tampoco lo hizo Pablo. Durante tres años él advirtió a las iglesias acerca de esto día y noche y con lágrimas. Pablo escribió tempranamente acerca de tales lobos en el libro de los Filipenses. “Los unos anuncian a Cristo por contención (eritheia – tratando de ganar votos sectarios), no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones…” (Fil. 1:16)

No hay dudas en nuestra mentes que fue esta contención promovida por mercenarios tratando de ganar adeptos lo que ha engendrado las 200.000 denominaciones y sectas de la Cristiandad de hoy, destripando y desgarrando al mismísimo cuerpo de Cristo, porque eso es lo que hacen los lobos. Sabemos que esto suena duro e intolerante, pero Dios nos ha mostrado cuán maligno es este divisionismo y no podemos pasarlo por alto. ¡Vemos en Jesús, en Su andar y humildad, el único verdadero modelo de liderazgo!

Esta es la elección ante nosotros. ¿Abrazaremos el Espíritu y la semejanza del humilde siervo Jesús, quien dijo, “Si yo testifico de mí mismo, mi testimonio no es verdadero” (Jn 5:31), o al igual que muchos nos encontraremos “ministrando” con constantes referencias de nosotros mismos? En Jn. 7:18, Jesús explica más sobre este razonamiento: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”. Soren Kierkegaard está de acuerdo cuando escribió. “Ganar una multitud no es un arte; porque solo se necesita no decir la verdad, cosas sin sentido, y un poco de conocimiento de las pasiones humanas… Aquellos que hablan a la multitud, deseando su aprobación, aquellos que reverentemente se inclinan y se arrastran ante ella, deben ser considerados de ser peor que prostitutas.” ((Provocaciones)

Aquí el asunto verdadero es buscar la gloria de Dios, porque ningún rey nombra a una persona ambiciosa para ser un siervo de confianza. No, él quiere alguien que proteja su gloria, no un Absalón que vaya a sus espaldas, promoviéndose a sí mismo para que pueda ocupar su lugar. Como el Hombre Fuerte de David que no tenía su corazón dividido para poder entronar al verdadero Rey, estamos llamados a luchar por la gloria de Otro.

El gobierno por derecho solo encaja en los hombros de Cristo. ¿Estamos contentos con esto? ¿Estamos apasionados por esto o tratamos de llevar discípulos tras nuestro? ¿Bajo qué regla de vida vivimos nosotros? Nuestro objetivo no solo debe ser sobre la autoridad, sino también de glorificar a Aquel que nos envía. Hemos sido comprados por la sangre derramada de Jesús. No nos pertenecemos más a nosotros mismos para hacer lo que queremos.

La verdadera autoridad no es egoísta y solo puede residir en los corazones de aquellos que no se promueven a sí mismos, sino que viven para la gloria del Padre. ¡Queremos ser reconocidos como promotores de esta clase de autoridad y no de otra! ¡No nos sometemos a ninguna otra autoridad que no sea la que fluye de corazones apasionados por la exaltación del verdadero Rey! Ese que habla de su propia autoridad puede vender sus cintas grabadas y mercantilizar sus libros y ganar dinero con eso, pero él nunca conocerá la verdadera autoridad porque el mismo es falso y testifica de sí mismo.

¿Cómo nos atrevemos a presentarnos como reyes cuando Cristo vino como siervo? ¿Hemos olvidado sus palabras?: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió”. (Juan 13:14-16)

El ejemplo de Cristo, sirviendo de rodillas, es sin lugar a dudas el mayor argumento contra la supuesta legitimidad de la casta gobernante conocida como “el clero”. Cuando el Espíritu Santo revela el Reino que el Padre dio al Hijo, y su regla de acción de despojarse a si mismo, solo entonces podemos ver que el sistema clerical/laical es efectivamente un sistema de lobos/depredadores, un sistema mercenario compuesto de hombres buscando un nombre y buscando seguidores. Aquellos que verdaderamente poseen la mente de Cristo caminan como Cristo caminó y son sin lugar a dudas la prueba consumada de Dios contra lo falso.

Cristo nunca se exaltó a sí mismo. ¡Dios lo exaltó a El a su debido tiempo! Sí, a su debido tiempo. Después de toda una vida esperando y sirviendo humildemente, terminando con su muerte sacrificial en la cruz, Dios soberanamente exaltó a Jesús, dándole un nombre sobre todo nombre. La recompensa de Dios también te está esperando, justo al otro lado de la cruz y del sepulcro, pero no es algo que puedas asir en esta vida.

Satanás trató de parar esta gloria venidera tentando a Jesús a agarrar este premio para sí mismo de este lado de la eternidad, prometiéndole que: “A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos” (Luc. 4:6-7). ¿Cuántos de nosotros hoy en día hemos pasado esta prueba?

Algunos de ustedes posiblemente se estarán preguntando. “¿Pero cuando sirvo, no me promoverá Dios a un lugar de prominencia?” ¡Sí, exactamente después de que usted haya sido sacrificado y enterrado y resucitado a una nueva vida! Es Dios quien efectúa la resurrección y exaltación. Nuestra parte es someternos a la regla de acción de Cristo y dejar de pensar que somos algo cuando que no somos nada. Muchos han sido seducidos por la canción del tentador de “Toma todo lo que puedes. Usted solo vive una vez. Vaya en pos del placer. Sea todo lo que usted quiere ser. Usted se lo debe a usted mismo”. Muchos han cambiado su derecho de primogenitura divino por este plato de brebaje. “Lo quiero ahora y lo quiero en grande.”

Dios no intenta exaltar a nadie indebidamente, independientemente de su Hijo. La gloria que Dios nos da es una gloria compartida, la cual heredamos cuando somos llenos de Cristo, la única “esperanza de gloria”. Dios ha exaltado a Cristo, y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre. Si participamos de la copa y bautismo de Cristo, tendremos participación en Su vida y Dios nos resucitará a sentarnos conjuntamente con Cristo en Su trono.

¡Aquí no hay ministerios independientes! Cuando la cruz ha hecho su trabajo en nosotros, estamos unidos con Cristo en Su pasión para la gloria del Padre y venimos a ser uno con el Padre en su celo por la eminencia de Su hijo. No hay más pensamientos de progresos personales. Habiendo transitado el camino de despojamiento propio, el camino del Siervo sufriente, cuesta abajo hacia la cruz y el sepulcro, toda lucha cesa y nuestros corazones son alineados a la pasión individual de Dios.

¡Oh gloriosa mañana de resurrección! ¡La ambición se fue! ¡Luchas y vanagloria son dejadas atrás como los lienzos que fueron dejados en el sepulcro! ¡El deseo de posición ha perdido su atractivo y en su lugar gana el Espíritu y la mente del humilde Cristo! Finalmente, hemos venido a ver más allá del oscuro velo de nuestros corazones engañosos ¡para comprender al glorioso Siervo-Cristo y el reino que El confiere! ¡El Espíritu del humilde Cristo ha triunfado! ¡La lucha ha sido derrotada! ¡Se halla descanso para el alma! ¡Qué victoria! ¡Qué gloria! ¡Qué vida!

¡Que estas palabras se vuelvan memoriales (Ex. 13:16) sobre nuestros corazones!

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Fil. 2:5-8)

 Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry