Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


6 de julio de 2018

NABOT


Charles E. Newbold Jr

Era un buen día para Nabot, paseando por su viña y probando las uvas mojadas de rocío en la quietud de la mañana. “Una buena cosecha este año”, pensó para sí, sonriendo y moviendo su cabeza en acuerdo. 1ª Reyes 21 (con un poco de mi imaginación).

El sol del oriente cegaba a Nabot, impidiéndole ver a Acab, el Rey de Israel, que se acercaba nerviosamente hacia él. Acab había salido temprano esa mañana. Tenía algo en mente. Su palacio estaba junto a la viña de Nabot.

¡Oh!” Nabot se sobresaltó por Acab. “No te oí llegar”.

Acab no perdió tiempo en hacer su oferta a Nabot. “Dame tu viña para que pueda tener una huerta junto al palacio”. Te daré una viña mejor en algún otro lugar, o si lo prefieres, te daré su valor en dinero.”
Nabot dio un paso atrás. No podía creer lo que le había pedido. No necesitaba tiempo para tomar una decisión. Lo soltó directamente de su boca. “Guárdeme Jehová de que yo te de a ti la heredad de mis padres”
1ª Reyes 21:3.

El semblante de Acab decayó. Su corazón se había propuesto a toda costa la compra de este terreno de Nabot. Angustiado, regresó a su casa, se acostó, apartó su rostro y se compadeció de sí mismo.
Jezabel halló a Acab con la cara larga y le preguntó: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu y no comes?”

Porque hablé con Nabot de Jezreel y le dije que me diera su viña por dinero pero el respondió: Yo no te daré mi viña”, dijo Acab lloriqueando.

Se levantó y dijo lo que cualquier Jezabel auténtica hubiera dicho en una situación como esa: “¿No eres tú ahora rey sobre Israel? ¡Levántate! ¡Come! ¡Alégrate!. Yo me encargaré de esto. Te daré la viña de Nabot”.

Acab hizo lo que cualquier buen Acab hubiera hecho. Hizo exactamente lo que ella le dijo que hiciera y nunca cuestionó la forma en que planeó quitar la viña a Nabot. Un amigo mío lo vio de esta manera: “Él no deseaba saber por temor a descubrir que sus planes eran desagradables. Estos Acabs no son estúpidos. A menudo viven a través de otra persona, es decir, a través de sus Jezabeles”.

No malgastó el tiempo. Su indiferencia hacia Nabot era obvia. Esta era su oportunidad de ganar más poder y autoridad para sí misma. Logró su objetivo gobernando encubiertamente a través de su marido. Ella era la voz detrás de él. Se apresuró pasando por los siervos que estaban fuera del aposento de Acab, se quitó su chal de los hombros, se dirigió hacia el despacho real, cogió un pergamino y comenzó a escribir cartas a los ancianos y nobles que vivían en la ciudad. Falsificó la firma de Acab sobre ellos, echó cera junto a su nombre, y selló cuidadosamente las cartas con su anillo.

Proclamad ayuno”, escribió, “Y poned a Nabot delante del pueblo; y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: ‘Tu has blasfemado a Dios y al rey’. Entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera.”

¡Que terrible! ¿Sabían los hombres de la ciudad, esos ancianos y nobles, que Jezabel era la autora de esta conspiración criminal? ¿Pretendían no saber? ¿Desconocían la buena reputación de Nabot, y que esto era una trama contra él? No importa—siendo los hombres del , que es precisamente lo que eran—hicieron lo que el palacio real les pidió que hiciesen. Tuvieron su juicio formal, sentenciaron a un hombre bueno por la palabra de dos canallas, y le apedrearon hasta la muerte.
Pronto llegaron las noticias a Jezabel de que Nabot había muerto. Corrió a los aposentos de Acab, apartó bruscamente la ropa de cama de su cabeza y le gritó: “¡Levántate!”, “Toma posesión de la viña de Nabot”; “¡Ya no vive, está muerto!”
Hasta ahora, muchas preguntas sin contestar. El mal estaba hecho. Acab y Jezabel tenían lo que querían. O al menos, eso pensaban.

El sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry