Leonard Ravenhill
América no puede caer porque ya está caída, y esto se refiere a Gran Bretaña también; no puede ser esclavizada porque ya lo está con las cadenas del propio yo y de la anarquía moral voluntariamente escogida.
Hay en estos países millones de muertos moralmente sin ningún deseo de curar. Hombres y mujeres que están pagando, para ver sombras que se mueven sobre un lienzo, el precio de sus almas inmortales; hombres que no solamente rechazan lo único que vale, sino que se burlan abiertamente de ello.
Estamos presenciando una ola sin precedentes de desobediencia a los mandamientos de Dios; de iniquidad destructora de las almas que desafía a Dios e invade el océano de los negocios humanos. Nunca antes habían las masas vendido sus almas al diablo a tan barato precio.
«Nadie hay... que se despierte para apoyarse en Ti» (Isaías 64:7). ¿Qué influencia maléfica del infierno les retiene? ¿Cómo se produce el encantamiento? ¿Quién les ha lavado el cerebro? ¿Por qué no se despiertan y se mueven ellos mismos?
Dirigido por el diablo, el mundo ha dado una nueva inyección a la carne. Una de las señales de los últimos días es que los hombres serán «amantes de los placeres más que de Dios». (Notad el plural.) ¿Dónde se cuece este caldo del diablo? En las tabernas y clubs mundanos. Es un débil argumento el de que estos lugares ayudan a mantener muchos hombres con empleo. Los clubs son clínicas maternales que dan a luz criminales y asesinos, no solamente con pistolas, sino con sus propios coches cuando están borrachos. Los tribunales tienen que habérselas con los frutos del licor; el despertamiento espiritual mataría el árbol desde las raíces.
Las filas de la sensualidad están llenas con millones que esperan su turno para iniciarse en las prácticas más inicuas. Es tan dulce el bocado de la iniquidad que la juventud hambrienta de sexo no se preocupa de lo recto. Dicen: Una hora de vida alegre vale más que todas las especulaciones de los teólogos acerca de la llamada «eternidad».