Leonard Ravenhill
Algunos predicadores dominan sus asuntos y algunos asuntos dominan al predicador. De vez en cuando encontramos algún predicador que es dueño de ambas cosas y domina también su asunto.
El apóstol Pablo era de esta categoría. Miremos a Pablo en Éfeso (Hechos 19): Siete hombres están tratando de usar una fórmula religiosa sobré una víctima del tipo de la de Gadara (1), pero el usar términos teológicos o versículos de la Biblia contra hombres poseídos por el demonio es tan ineficaz como lanzar bolas de nieve contra el peñón de Gibraltar con la esperanza de derribarlo. Un solo hombre controlado por el demonio fue un pugilista capaz de propinar una buena paliza a los siete tontos psicópatas.
Mientras los siete hijos de Sceva huían por las calles descamisados y avergonzados, el hombre poseído por el espíritu inmundo aumentaba su guardarropía con siete trajes. Por esto los siete fugitivos, heridos y temerosos, se vieron obligados a contar la historia. De este modo Dios tornó su locura en gloria para Cristo, pues el nombre del Señor fue grandemente temido y ensalzado.
Muchos espiritistas de aquella época fueron convertidos; judíos y griegos fueron salvos. Y en una hoguera pública destrozaron y quemaron libros de falsos cultos por valor de 50.000 piezas de plata.
Así se cumplió: «La ira del hombre te acarreará alabanza.» Escuchad el testimonio del demonio: «A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?» Esta es la más alta alabanza que la tierra o el infierno (1) Mateo 8:1-34. pueden conceder a una persona: ser considerado por el enemigo como identificado con Jesús. ¿Cómo consiguió esto el apóstol Pablo? ¿Por qué los demonios conocían a Pablo? ¿Es que le habían apaleado también a él, o él les había apaleado a ellos? ¡Ciertamente! Considerad por un momento la historia de Pablo. Dios y Pablo estaban en términos muy íntimos. Le habían sido concedidas grandes revelaciones, sus servidores eran ángeles y sus humildes manos eran en gran manera poderosas.