La sentencia de muerte ha sido pronunciada sobre la carne. La naturaleza carnal del hombre esta separada de Dios, que es vida; por tanto, la carne está muerta y todo lo que procede de la mente carnal es muerte.
No obstante, la carne tiene una vida propia. Es terrenal, sensual, egocéntrica, y permanece en guerra con Dios. Su vida nace de la semilla de la muerte. Tiene un empuje inherente por preservarse a sí misma a cualquier costo.
Teme la aniquilación. Sin embargo, no puede salvarse a sí misma porque esta destinada a la auto-destrucción. La naturaleza carnal gobierna a una persona hasta que la vida de Dios en Cristo es sembrada en su espíritu, momento en el que la vieja semilla de la carne y del pecado se entiende que esta como ya está—muerta.
Por desgracia, incluso después de ser redimidos por la sangre del Cordero, y mientras permanezcamos en esta vida, llevamos ambas semillas: la semilla de la carne y de la muerte, y la semilla del Espíritu y de la vida.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr.
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