Para ser un
discípulo de Jesucristo, uno tiene que estar dispuesto a negar el Yo, tomar su
cruz, y seguir a Jesús. Lucas 9:23. La negación del yo es la cruz que llevamos.
El hombre viejo de la carne y de pecado tiene que ser considerado muerto. La
vida sacrificada define el concepto del amor (ágape) del Nuevo Testamento.
Cuando vivimos
de acuerdo con la carne, estamos viviendo para el Yo. A la inversa, cuando
vivimos para el Yo, estamos viviendo conforme a la carne. Cuando vivimos
conforme al Espíritu, llevamos el fruto del ágape. No hemos sido llamados a
vivir para nosotros mismos. Hemos sido
llamados a entregar nuestras vidas a Cristo para que El pueda vivir Su vida de
ágape a través de nosotros. No podemos ser la novia de Cristo y al mismo
tiempo, vivir de forma egoísta en este mundo. O somos la novia, o estamos
viviendo la vida de la ramera.
La vida centrada
en el yo, es convertirnos en nuestro propio dios; por tanto, es idolatría.
Nos hacemos
prostitutas espirituales cuando creamos algo y le damos nuestro corazón en
lugar de al Señor Jesucristo. Eso es lo que los hombres han hecho con esta Cosa
que llamamos iglesia. Han hecho a la iglesia en un sustituto de Jesús. Muchos de los que son parte de estos sistemas
de la iglesia ramera son creyentes
genuinos que aman al Señor, pero están
desinformados y engañados. Sin querer, han entregado sus corazones a estas
Cosas que llamamos iglesia. Dios nos
ama a todos, pero aborrece nuestras idolatrías.
Juzga las
palabras en este libro por ti mismo, y júzgate por estas palabras. Abre tu
corazón al Espíritu Santo para que El pueda instruirte y dirigirte a Jesús.
Espero revelarte el corazón de Padre Dios para que tu corazón te sea revelado a
ti; para que te atrevas a enfrentarte a tus idolatrías, limpiar Su templo, de
quién tú y yo somos, y regresar al Dios de vuestra salvación. La idolatría
revelada en este libro no se refiere a “ellos” sino a cada uno de nosotros.
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