Cuando
predicamos la iglesia, como lo
hacemos de forma muy astuta, predicamos por tanto otro evangelio, un falso
evangelio. Perpetuamos la mentira. Con frecuencia tenemos mucho celo por
evangelizar a la gente hacia nuestras iglesias;
sin embargo, nos cuesta guiarlos a negarse a si mismos, tomar su cruz, y
seguir a Jesús. Tal mandamiento de parte de Jesús, es un concepto extraño a la
mayoría de los cristianos hoy. Si Llevamos a alguien a Cristo, inmediatamente
imponemos membresía de iglesia sobre
ellos, esperando especialmente que se unan a “nuestra” iglesia.
Personalmente he
anhelado tener comunión con otros creyentes que estuvieran dispuestos a ser el cuerpo de Cristo conmigo sin
tener que fichar por la esclavitud y jugar según las reglas que proceden de ser
miembro de una de estas instituciones. No encuentro satisfacción en pagar mis
cuotas a la iglesia solo para saludar
y “dar palmaditas” a otros creyentes, mientras todos nos escondemos detrás de
fachadas religiosas fingidas.
Si fuera cierto
que ir a la iglesia fuera sinónimo de
venir a Jesús, entonces tendríamos que preguntar: ¿Qué Jesús es éste? ¿Es el
Jesús Bautista? ¿La Iglesia de Jesucristo? ¿El Jesús Metodista? ¿El Jesús
Presbiteriano? ¿El Jesús Católico Romano? ¿El Jesús Ortodoxo? ¿El Jesús
Protestante? ¿El Jesús Carismático o Pentecostal? ¿El Jesús Independiente? Hay
tantos para escoger. La gente sin iglesia mira a esta mezcla de iglesias a las que son invitados a
entrar a formar parte, y se preguntan como alguien puede desear ser parte de
eso.
Damos nuestros
corazones a estas Cosas que llamamos iglesia
más que al Señor Jesús. Son enemigos
de Dios porque están tomando su lugar, sustituyendo a lo que es santo, a lo que
es Suyo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario