“He
aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí y vendrá
súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del
pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los
ejércitos. ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar
en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador,
y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque
limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán
a Jehová ofrenda en justicia.” (Mal. 3:1-3).
El
Espíritu Santo de Dios nos es dado para hacernos SANTOS; y Su pueblo aún ha de
llegar a ser “santidad para el SEÑOR”. ¿Cómo y cuando será esto? “cuando el
Señor lave las inmundicias de las hijas de Sion, y limpie la sangre de
Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de
devastación. (Isaías 4:4).
¿Queremos de verdad manifestar la luz de Dios a un mundo que se sienta en la oscuridad? No vamos a hacerlo, amados, predicando y hablando de ello, sino sólo mediante nuestro sometimiento al ESPÍRITU DE JUICIO Y al ESPÍRITU DE DEVASTACIÓN. Sólo entonces la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas será un fuego ardiente que brillará en este mundo de pecado y de oscuridad.
“Y creará Jehová sobre toda la morada del
monte de Sion, y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de
día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas” (Isaías 4:5).
“Levántate, resplandece, porque ha llegado tu
luz y la gloria del SEÑOR ha amanecido sobre ti.” (Isaías 60:1).
Hermanos, oscuridad y luz, y ambas al mismo
tiempo. Su gloria será vista, y no se hablará meramente de ella. Y cuando los
hombres vean, una de dos cosas es lo que sucederá: andarán en la luz, o se apartarán
hacia una oscuridad mayor de la que jamás hayan conocido. Su gloria trazará la
línea que separa el día y la noche, la verdad y el error, el bien y el mal.
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