Nuestros lugares altos son extensiones
de nosotros mismos. Nos echamos hacia atrás como un pintor artista y vemos el
lienzo de nuestras obras, y suspiramos, “Ah! ¡Esto es lo que he hecho!”
Nuestras identidades se rodean de nuestros logros. Queremos ser alguien, marcar
nuestra señal, dejar nuestra huella dactilar en algo importante. La naturaleza
de nuestro hombre viejo de la carne está atraída por la necesidad de poder, de
posición, reconocimiento, posesiones y dominio.
Doblamos la rodilla ante aquellos que
son ricos y famosos, y rechazamos, o por lo menos, tratamos con aire de
superioridad a aquellos que son pobres o completamente desconocidos. Nosotros,
como Nimrod, hemos peregrinado a nuestra tierra de Sinar, queriendo edificar
una torre, una ciudad, y un nombre para nosotros. Gen. 11. Los que tienen
“Ministerios”, también hacen esto.
El Sistema de La Iglesia Ramera -
No hay comentarios.:
Publicar un comentario