Nuestros ídolos tienen que ver con
cosas que poseen a nuestros corazones. Lo que poseemos, posee una parte de
nosotros. En el Antiguo Testamento, Jacob sirvió a su padre político, Labán,
durante veinte años, para ganar a sus esposas, Lea y Raquel, y para ganar su
rebaño para que pudiera regresar a la tierra de su padre. Al impedirle la marcha Labán, Jacob dejó a Labán
sigilosamente, con sus esposas y animales.
Al marcharse, Raquel robó los ídolos
de la casa de su padre y los llevó con ella. Gen. 31. Estos ídolos pudieron ser
valiosos recuerdos de familia, lo que podría haber influido en sus motivos para
llevárselos, aunque lo más probable es que fuera por causa de que su corazón
fuera poseído por ellos.
Las cosas que perseguimos a menudo nos
vencen. Yo vivía en Nashville, Tennessee, la capital mundial de la música
country, donde hay un dicho sobre muchos de los candidatos musicales que viven
allí, que afirma que “están siguiendo a la bestia”. Esta bestia es una búsqueda imaginaria de significado a través de la fama a la que
muchos de ellos esperan “llegar con la música”. Sin embargo, a mí me parece que
la bestia les persigue.
La bestia puede ser cualquiera de esas
cosas que buscamos para que las posea el yo. Las cosas que buscamos a menudo
nos poseen. Podemos ser poseídos por nuestra búsqueda.
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