Charles E. Newbold Jr
Nuestras instituciones
con frecuencia se vuelven más importantes que la gente para las que se crearon.
Aquí tenemos un buen ejemplo. Corría el año 1750.
Los misioneros jesuitas
se hallaban alrededor de las tierras fronterizas de Argentina, Paraguay y
Brasil. Los portugueses querían tomar la posesión del territorio y hacer que la
misión les transfiriera la tierra a ellos.
Comenzó la guerra contra la misión y muchos de los nativos perdieron sus
vidas en la batalla. En la película La
Misión, sobre esta historia verídica, el padre Gabriel estaba perplejo por
la decisión de sus superiores de sacrificar las vidas de los nativos para que
pudieran cumplir con las demandas portuguesas.
El Señor Hatar, tratando
de lograr que el Padre Gabriel entendiera, preguntó lo que él pensaba que
estaba en juego en este asunto.
“Yo creo que la obra de
Dios esta en juego aquí”, contestó el Padre Gabriel ingenuamente.
“no”, contestó el Señor
Hatar. “Lo que está en juego es la misma existencia de la orden Jesuita tanto aquí
como en Europa”.
Para salvar la orden, el
Señor Hatar hizo lo que él pensaba que tenía que hacer. Permitió la matanza de
muchos nativos y la destrucción de la misión. Su base lógica “Si los Jesuitas
resisten a los portugueses, entonces la orden jesuita será expulsada de
Portugal—y si de Portugal y España, quizás también de Italia, quien sabe. Si tu
orden (jesuita) ha de sobrevivir, Padre, la misión aquí tiene que ser
sacrificada.” {14}. La preservación de la institución—en este caso la
orden Jesuita—era una causa mayor que las vidas de la gente que vino a salvar.
Cuando vemos la verdad e
intentamos hablar en contra de los abusos de la institucionalización, se nos
mira como el enemigo. No somos útiles a la institución. Cuando cesamos de ser
de útiles a la institución, la institución busca formas de expulsarnos.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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