George Warnock
“Pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y
para los gentiles locura.” (1ª Cor. 1:23).
¡Aquí yace el verdadero
problema! El pueblo de Dios no quiere convertirse en objeto de “escándalo”. No
queremos ser un prototipo, un reproche a un mundo al que hemos de acomodarnos
para ganar su favor.
De este modo puedes
“unirte a la Iglesia” y olvidarte de casi todo lo demás—siempre que abandones
algunos de los pecados externos y extremos que la ética cristiana no permite.
Pero cuando evitamos el escándalo de la Cruz, estamos eliminando de nuestra
forma de vida ese instrumento de muerte que Dios ordenó para golpear a nuestra
naturaleza carnal y a los corazones carnales de los hombres a nuestro
alrededor. Pablo dijo, “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al
mundo.” (Gál. 6:14).
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