En la cultura hebrea el cambio de nombre representaba un cambio de carácter y estado. Los nombres también eran proféticos, presagiando su destino. Vemos este cambiar de nombres por la mano de Dios a través de todas las escrituras.
En
los primeros capítulos de Hechos se nos introduce a Saulo de Tarso,
un ambicioso joven Fariseo quien guardaba las ropas de aquellos que
apedreaban a Esteban, y Saulo consentía en su muerte. El nombre
Saulo significa deseo.
Sabemos que el rey Saúl del Antiguo Testamento fue deseado y elegido
por el pueblo porque reunía los requisitos externos de grandeza.
Este estándar no era el estándar de liderazgo de Dios, sino pagano
de punta a punta. Saúl era hijo de Cis, quien descendía de Abiel,
el hijo de un Benjamita, un hombre valeroso.
Este
hijo de Cis era “joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no
había otro más hermoso (towb)
de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.” (1 Sam.
9:2)
¿En
qué era Saúl más hermoso? El era towb
[02896], “bueno, placentero, agradable a los sentidos”. El
apelaba al alma natural del hombre caído. Cuando Eva miró al árbol
de conocimiento del bien y del mal, ella “vio que el árbol era
bueno (Hebreo towb)
para comer”. En estatura física Saúl era más alto que cualquiera
en Israel y bien parecido. Era impresionante en apariencia personal.
Desde una perspectiva puramente humana Saúl era el hombre perfecto,
dotado de gran potencial y carisma para el liderazgo. No olvidemos
que Israel había pedido un rey como lo tenían todas las naciones (1
Sam. 8:5). Esto es exactamente lo que Saúl representaba para ellos.
El llenaba perfectamente las ambiciones de sus corazones.
Apóstoles Verdaderos o Falsos - Michael Clark, George Davis
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