Charles E. Newbold Jr
Las
personas legalistas sujetan al resto a la maldición de la ley. Pablo dijo,
“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición,
pues escrito está, Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” Gál. 3:10. La ley fue dada para
mostrarnos la perfecta voluntad de Dios. Se requiere de nosotros que guardemos
toda la ley de Dios si vamos a ser justos delante de Dios. Puesto que es
imposible para nosotros guardar toda la ley, se vuelve una maldición para
nosotros. En lugar de darnos vida, nos mata. Rom. 7:7. Pablo afirma que cuánto
más intentamos obedecer la ley externamente, más tendemos a hacer eso que
precisamente no deseamos hacer. Rom. 7:21.
A
lo sumo, las leyes que son puestas sobre nosotros por los religiosos en los
sistemas de iglesia, pueden ser
obedecidas externamente. Ningún cambio de naturaleza tiene lugar. Por tanto,
cualquier requisito de adherirnos a un sistema de creencias, unirnos a él y
asistir a la iglesia, vestir de una
cierta forma, obrar ciertos rituales, o cumplir ciertas leyes, normas y reglas,
nos coloca bajo una maldición. Nos hallaremos a nosotros mismos tratando de hacernos
justos por medio de leyes que no podemos
obedecer en nuestros corazones.
Los
que imponen la ley sobre los demás no solo los ponen bajo maldición, sino que
son malditos ellos mismos. Pablo advirtió a los Gálatas que si “aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare
otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Gál. 1:8.
Iba en serio y por eso lo repitió otra vez: “Como antes hemos dicho, también
ahora lo repito: si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido,
sea anatema.” Gál. 1:9.
Gracias a Dios que “Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado de un madero.” Gál 3:13. La gracia bendice.
El sistema de la iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr
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