Pablo habló del problema de mirar atrás, a las tradiciones establecidas y los credos como protección contra el error. En la superficie de esto parece que hay sabiduría.
¿Pero la hay de verdad? En lo natural, mirar atrás te hace que asumas una posición innatural. Si te quedas así un tiempo, tendrás dolor en el cuello y tu visión se nublará.
Dios nos creó para mirar y para caminar hacia delante. Por esto puso nuestros pies y ojos hacia delante. Nuestros pies irán con mayor facilidad hacia allí donde está nuestro enfoque. Si nuestro ojo está puesto en el blanco, olvidaremos las cosas que quedan atrás y avanzaremos hacia delante, dejando que el Espíritu de Verdad nos dirija a toda la verdad.
Cuando miramos atrás, aferrándonos a las cosas que nos dan reconocimiento, consuelo y sentido, nos paramos en seco en nuestro curso y cesa nuestro avance. Comenzamos a resistir al Espíritu que nos guiaba hacia delante y miramos atrás, al viejo orden religioso.
¿Seguiremos el ejemplo de Pablo o el de Pedro? Jesús desafió repetidamente todo lo que Pedro había aprendido previamente. Este Nazareno redefinió y arrancó todo lo que Pedro pensaba que era verdad segura y certera, incluso su confianza en su propia determinación.
Su vergonzosa negación de Cristo y la conversión que vino después le convirtieron en una humilde versión desnuda de su antiguo yo. Pedro había recorrido un largo trecho, pero aún no había asido. El Señor lo estaba llevando a toda la verdad.
En el libro de los Hechos, le vemos orando en un tejado, sin saber que otro evento divino estaba a punto de despojarle aún más de la parcialidad religiosa que le había retenido de una obediencia plena. Un grupo de gentiles venía ante la petición que Dios les había hecho de invitarle a su casa.
Se necesitaba una preparación para que Pedro pudiera cooperar con Dios en este esfuerzo. Este Judío genuino jamás había soñado con la posibilidad de ir en contra de la ley judía entrando en la casa de un gentil.
Conociendo su corazón, el Señor le habló por visión mostrándole un lienzo lleno de toda clase de animales inmundos, y ordenándole, “¡Mata y come!”