Douglas Weaver
La
declaración del tentador, “seréis como Dios…” revela el verdadero problema.
Tratar de ser auto-gobernados como Dios, es en sí mismo rechazar el reino de
Dios y no lleva a otra cosa que a la corrupción. Cuando los hombres caídos se
unen, multiplican su rebelión y el poder de su alma, lo que lleva a una
decadencia aún mayor. Cuando el hombre consolida su poder carnal, su gobierno
se inclina hacia la degeneración y la esclavitud y se halla en enemistad con el
gobierno de Dios.
El
gobierno del hombre y el gobierno de Dios se oponen uno al otro (lee Salmos
2:2-3). En la ciudad del hombre, cada nueva ley constituye un aumento del
control del hombre y de la tiranía, suplantando la soberanía de Dios. Puede que
los hombres no se lancen a esto intencionadamente, pero esa es la naturaleza de
su gobierno, que se originó en el camino de Caín. Para que el reino de Dios
avance completamente, Dios tiene que llamar primero a un remanente para
atraerlo hacia sí—un pueblo gobernado por Su Espíritu (Romanos 8:14 y 19) y
llamados según Su nombre—un pueblo de otro camino.
Desafortunadamente
este remanente solo quiere avanzar un tanto, para después edificar una torre.
Este es el caso de Israel. En Hechos 7, Esteban reprende a los líderes judíos
por esta misma cosa.
El Nuevo Exodo - Douglas Weaver
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