Charles E. Newbold Jr.
Esta es la mentira:
Se nos ha hecho creer que esta cosa que llamamos iglesia es de Dios y que nuestra membresía y participación en la
misma es esencial para nuestro caminar cristiano cuando de hecho, es un
sustituto idolátrico de Jesús, y con frecuencia, un estorbo para caminar con
Él.
Esta Cosa que
llamamos iglesia, tal y como la hemos
experimentado, es una extensión idolátrica de nuestros propios egos. Aunque
existe como una entidad para sí misma, estamos en ella, y ella esta en
nosotros. Es un icono de auto-adoración que ha crecido a partir de las
tradiciones de los hombres, y no tiene fundamento en la Escritura. Proclamamos
que esta Cosa que llamamos iglesia es
el Reino de Dios, cuando en realidad, no tiene nada que ver con el Reino de
Dios. Más bien, es la cautividad babilónica de los escogidos de Dios.
Hemos confundido
nuestra relación con Cristo fusionándola con esta cosa que llamamos iglesia. Somos llevados a creer que
cuando estamos en una relación correcta con ella, estamos en una relación
correcta con Cristo, que tenemos que ser miembros de una iglesia para ser salvos o para ser un buen cristiano: que servir a
ella es servir a Cristo, que amarla es amar a Cristo, que diezmar para ella, es
diezmar para Cristo.
En muchos casos,
esta Cosa que llamamos iglesia es
como una carpa que hemos hecho para extender los movimientos y revelaciones de
Dios para preservarlos, manipularlos, adueñarnos de ellos, controlar en ellos a
otra gente y usar a la gente y al sistema para nuestra sórdida ganancia carnal.
Hallamos consuelo en las restricciones que los muros que esta iglesia levanta delante de nosotros.
Podemos escondernos en ellos y sentirnos bien en ellos. Ampliamos los ganchos
de esta carpa lo suficiente para dejar que otros que quieren caminar, hablar y
vestirse como rostros, entren también a formar parte de todo esto.
Hablamos de
formas muy extrañas de esta Cosa que llamamos iglesia. ¿A que iglesia vas?
¿Cuál es el nombre de tu iglesia?
¿Cómo ha ido la iglesia hoy? ¿Estás
construyendo un anexo a tu iglesia?
¡Vaya iglesia que tuvimos en la
reunión de oración anoche!
El pastor o el
cura a menudo saluda a la muchedumbre el domingo por la mañana diciendo,
“Buenos Días, Iglesia”. Estas
declaraciones convierten a la iglesia
en un edificio, una institución con un nombre, un servicio, una reunión, la
clase de rato que pasamos juntos, y la gente.
La palabra
“iglesia” como se usa en las traducciones en inglés del Nuevo Testamento se
refiere al pueblo de Dios, pero ya no limitamos su significado a la gente. Si
en realidad quisimos decir que el pueblo es la “iglesia” cuando usamos este
término, estas mismas declaraciones tendrían que hacerse de esta forma: ¿A que tú vas? ¿Cómo se llama tú? ¿Cómo ha ido tú hoy? ¿Estas construyendo un anexo a tú? ¡Vaya tú que tuvimos
en la reunión de oración anoche! No conocemos otra cosa e insistimos en la
teoría de que nosotros, el pueblo redimido de Dios, somos la iglesia. Sin
embargo, en la práctica no hacemos distinción entre el pueblo y esta Cosa que
llamamos iglesia. Sin embargo, que la
palabra iglesia se use así, de manera intercambiable, no es el problema. Sucede
mucho más de lo que los ojos ven en este asunto.
La palabra iglesia, tal y como la usamos, habla de
una unión mística, profana, ilegal, que incorpora edificios, instituciones, denominaciones,
y gente. Se han fusionado todas ellas de tal forma y confundido entre sí, que
perpetúan la peligrosa mentira de que esta Cosa que llamamos iglesia (edificios, instituciones,
denominaciones, y la gente que se asocia con ellos), es la asamblea de Cristo
de los-llamados-fuera. Esta Cosa que llamamos iglesia parece buena en su
apariencia externa, pero a menudo es controlada interiormente por hombres y
mujeres que buscan con ambición, a menudo sin saberlo, algo para ellos mismos.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charle E. Newbold Jr.