Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


30 de junio de 2013

LA MENTIRA ACERCA DE LA CRUZ


                                                                                                
Alexander Hislop


Un símbolo más del culto romano para ser considerado, y es el signo de la cruz. En el sistema papal, como es bien sabido, el signo de la cruz y la imagen de la cruz se encuentran en todo. No puede decirse ninguna oración, ni realizarse ningún culto casi ni darse ningún paso, sin el uso frecuente del signo de la cruz.

La cruz es considerada como el gran talismán, como el gran refugio en todos los momentos de peligro, en todos los momentos de tentación, como la protección infalible contra todos los poderes de las tinieblas. La cruz es adorada con todo el homenaje debido sólo al Altísimo; y que cualquiera la llame por el término bíblico de “el madero maldito” es, a oídos de un romanista genuino, una gravísima ofensa.

Decir que tal sentimiento supersticioso por el signo de la cruz, que un culto como el que Roma le rinde a una cruz de madera o de metal, procede de lo dicho por Pablo: “Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz del Señor nuestro Jesús, el Cristo” – es decir, en la doctrina de Cristo crucificado – es un mero disparate, un bajo subterfugio y apenas un pretexto.
Las virtudes mágicas atribuidas al así llamado signo de la cruz, y el culto que se le rinde, nunca procedió de tal fuente. El mismo signo de la cruz adorado ahora por Roma, se usó en los Misterios babilónicos, fue aplicado por el paganismo a los mismos fines mágicos, y se le tributaron los mismos honores.

Lo que ahora se llama la cruz cristiana, no fue originalmente un emblema cristiano en modo alguno, sino que fue el Tau místico – la forma verdadera y original de la T – de los caldeos y de los egipcios, y la letra inicial del nombre de Tamuz que, en hebreo, tiene el mismo radical que lleva en el caldeo antiguo, y que se encuentra en las monedas de esta época.
Este Tau místico se marcaba en la frente de los iniciados en los Misterios cuando recibían el bautismo, y se le empleaba de muy diversas maneras como símbolo sacratísimo. Algunas veces, para identificar a Tamuz con el Sol, se le agregaba al círculo solar; otras veces, se inscribía dentro del círculo.
Puede haber dudas con respecto a que la cruz de Malta que los obispos romanos agregan a sus nombres como símbolo de su dignidad episcopal, sea la letra Tau; pero parece que no hay razón para dudar que la cruz de Malta es un símbolo del sol, pues Layard la encontró como símbolo sagrado en Nínive, asociada con él de tal forma que lo llevó a identificarla con el sol.

Al Tau místico, como símbolo de la gran divinidad, se le llamó el “signo de la vida,” se usaba sobre el corazón como amuleto, se marcaba en las vestiduras ceremoniales de los sacerdotes, tal como se hace en las vestiduras ceremoniales de los sacerdotes de Roma; y los reyes lo llevaron en la mano como señal de su dignidad o autoridad concedida de modo divino.
Las vestales de la Roma pagana lo usaban suspendida de sus gargantillas, tal como lo hacen las monjas ahora. Los egipcios hacían lo mismo, y muchas de las naciones bárbaras con las cuales comerciaban ellos, como lo testimonian los monumentos egipcios. En relación con el aderezo de algunas de estas tribus, Wilkinson escribe esto: “El cinturón estaba algunas veces grandemente ornamentado; tanto los hombres como las mujeres usaban aretes; y, frecuentemente, llevaban una cruz pequeña suspendida del collar o en el cuello de sus vestidos.

La adopción de esto último no les era peculiar; también se colgaba, o se le veía sobre las vestiduras del Rot-n-no; y sus huellas pueden verse en los fantásticos ornamentos del Rebo, mostrando que ya se usaba en tiempos tan remotos como el siglo quince antes de la era cristiana.” Difícilmente se encuentra una tribu donde no aparezca la cruz. La cruz era adorada por los celtas paganos mucho antes de la encarnación y de la muerte de Cristo.
“Es un hecho no menos notable que bien atestiguado, que los druidas acostumbraban seleccionar para sus tumbas, como emblema de la Deidad que ellos adoraban, el árbol más soberbio y hermoso, al que le cortaban las ramas laterales, uniendo dos de las más grandes en la parte más alta del tronco, de tal manera que esas ramas extendidas a cada lado como los brazos de un hombre daban, junto con el tronco, la apariencia de una CRUZ ENORME; y también, en algunos lugares de la corteza, se inscribía la letra Tau.”

En México, donde se levantaban grandes cruces de piedra dedicadas probablemente al “dios de la lluvia,” fue adorada muchísimo antes de que los misioneros católico-romanos pusieran allí sus pies.
La cruz ampliamente adorada, o considerada como emblema sagrado, fue el símbolo inequívoco de Baco, el Mesías babilónico, pues se le representaba con una cinta cubierta de cruces en la cabeza. Este símbolo del dios babilónico se reverencia hoy día en los dilatados desiertos de Tartaria, donde prevalece el budismo, y la forma en que es representada entre ellos, es una sorprendente interpretación del lenguaje aplicado por Roma a la cruz.
“La cruz,” dice el coronel Wilford, en Las Investigaciones Asiáticas, “aunque no es un objeto de culto entre los baudas o budistas, es un emblema y una divisa favorita entre ellos. Es exactamente la cruz de los maniqueos, con hojas y flores que brotan de ella. Esta cruz que da hojas y flores (y también fruto, según se me dijo), se llama el árbol divino, el árbol de los dioses, el árbol de la vida y del conocimiento, y que produce todo lo que es bueno y deseable, y se encuentra en el paraíso terrenal.”

Compárese esto con el lenguaje aplicado por Roma a la cruz, y se verá cuán exacta es la coincidencia. En el Oficio de la Cruz se le llama el “Árbol de la vida,” y a los adoradores se les enseña a dirigirse a ella de esta manera: “Santa Cruz, madero triunfal, verdadera salvación del mundo, entre los árboles no hay ninguno como tú en hoja, flor y capullo.... Oh Cruz, nuestra única esperanza, menta la justicia al piadoso y perdona las ofensas del culpable.”
¿Puede creer alguien, al leer la narración de la crucifixión en los Evangelios, que sea posible que esa narración haya germinado en una extravagancia tal como “hoja, flor y capullo,” como aparece en el Oficio romano? Pero cuando se considera que la cruz budista, al igual que la cruz babilónica, era el emblema reconocido de Tamuz, y se le conocía como la rama de muérdago o “sanalotodo,” entonces es fácil ver por qué se representaba la sagrada inicial recubierta con hojas, y por qué Roma, al adoptarla, la llamaría “medicina que preserva al sano, cura al enfermo, y hace lo que el mero poder humano nunca podría hacer.”

Parece que este símbolo pagano se hubiese deslizado primero dentro de la Iglesia cristiana de Egipto y, en general, en Africa. Un relato de Tertuliano, a mediados del siglo tercero, muestra cómo, en dicha época, gran parte de la Iglesia de Cartago estaba contaminada con la vieja levadura. Y parece que Egipto, que nunca fue evangelizado completamente, tomó la delantera en la introducción de este símbolo pagano. La primera forma de lo que se llama la Cruz cristiana encontrado allí en los monumentos cristianos, es el inequívoco Tau pagano, o “signo de la vida” egipcio.
Que el lector lea cuidadosamente el siguiente relato de Sir G. Wilkinson:

“Un hecho todavía más curioso se puede mencionar con respecto a esta clase de jeroglífico [el Tau] que adoptaron los primeros cristianos de Egipto en lugar de la cruz, y que después fue substituido por ella, anteponiéndolo a las inscripciones de la misma manera en que se antepone la cruz en los tiempos actuales.
Pues aunque el Dr. Young tuvo algunos reparos para darle crédito a lo dicho por Sir A. Edmonstone, en cuanto a que el Tau tiene tal colocación en los sepulcros del gran Osiris, yo puedo atestiguar que así es, y que numerosas inscripciones encabezadas por el Tau se han preservado hasta el día de hoy en los primitivos monumentos cristianos.”

Es evidente que el propósito de este relato es hacer ver que, en Egipto, la forma más antigua de lo que desde entonces se ha llamado la cruz, no fue otra cosa que la “Crux Ansata,” o “Signo de la Vida,” llevado por Osiris y por todos los dioses egipcios, en que la ansa o “asa” fue suprimida después, convirtiéndose en el Tau sencillo o cruz común y corriente, tal como es actualmente, y que, por tanto, el propósito de su primer empleo en los sepulcros, no podía tener relación con la crucifixión del Nazareno, sino que fue, simplemente, el resultado del apego a los viejos y muy apreciados símbolos paganos, que siempre es fuerte en aquellos que, al adoptar el nombre y la profesión de fe cristianos, siguen siendo, en grado sumo, paganos de corazón y sentimiento.
Este, y sólo éste, es el origen del culto a la “cruz.”

 LAS DOS BABILONIAS - Alexander Hislop

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry