Clayton Sonmore
La mayoría de los cristianos están de
acuerdo en que la venida del Señor está cercana, en que nos estamos aproximando
al final de esta era y a la conclusión de esta dispensación. Además, hay un
aumento del conocimiento entre el pueblo de Dios de que antes que llegue el
grande y notable día del Señor, Dios va a derramar Su Espíritu sobre toda
carne. Muchos están esperando una nueva efusión pentecostal; pero, ¿es ésta la
«plenitud» que escoltará a una «Compañía de Vencedores» al final de los
tiempos, según proclaman las Escrituras?
En el Antiguo Testamento había tres fiestas
principales que les fueron ordenadas a los hijos de Israel (Deuteronomio
16:16). Estas eran ocasiones para la congregación y para hacer los sacrificios
para el Señor.
La primera de estas fiestas era la Fiesta de
la Pascua, que simbolizaba la redención.
La segunda, era la Fiesta de las Primicias o
de Pentecostés y que, por supuesto, simbolizaba a Pentecostés, la efusión del
Espíritu Santo. La tercera, era la Fiesta de los Tabernáculos, que simbolizaba
la «plenitud» y que se celebraba en la época de la cosecha, de la recolección
final del grano y del fruto: el trigo, el vino y el aceite.
Bajo la dispensación de la ley, el pueblo
tenía que traer ofrendas al Señor en cada una de estas fiestas; pero en el
cumplimiento, bajo la gracia, de los símbolos en la Era de la Iglesia, ¡cada
«fiesta» también es un tiempo para recibir del Señor!
No
por medida...
Antes de que la Iglesia pudiera celebrar su
Pascua debía aprovisionarse de un Cordero... ¡y qué Cordero el que Dios
proveyó en gracia para Su Iglesia! ¡He aquí el Cordero de Dios, Su Hijo
unigénito! Este Cordero ofreció de una vez para siempre un sólo sacrificio por
los pecados. Con una sola ofrenda hizo consumados para siempre a los
santificados. (Hebreos 10:12-14).
Después de que hubo terminado esa gran
fiesta de la última Pascua, Jesús se mostró vivo mediante muchas pruebas
infalibles durante cuarenta días. Luego, ante los propios ojos de Sus
discípulos, que contemplaban fijamente hacia lo alto, El los dejó, ascendiendo
al cielo.
Los días fueron transcurriendo, acercándolos
cada vez más a la fiesta tradicional de Pentecostés, cincuenta días después de
la Pascua. Y llegó, por fin, y esta vez era especial, había llegado el día de
Pentecostés en plenitud. La Iglesia iba a celebrar el cumplimiento de la
segunda fiesta. De nuevo, Dios proveyó: primero, un Cordero perfecto; ahora,
una efusión del Espíritu Santo. Y todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo.
Lo trágico es que en la congregación general de la Iglesia de hoy, sean tan
pocos los que hayan celebrado por experiencia personal esta fiesta provista por
Dios. El símbolo manifiesto: «Te alegrarás delante del SEÑOR tu Dios»
(Deuteronomio 16:11). Gracias a Dios por la alegría del Señor cuando
participamos de las primicias del Espíritu, provistas por la gracia de Dios
mediante el conocimiento de El, de Jesús, como el Cristo (el que unge).
En el símbolo del Antiguo Testamento tenían
que tomarse dos panes hechos de flor de harina cocidos con levadura: éstas eran
las primicias para el Señor (Levítico 23:17). En el cumplimiento del símbolo se
veía a menudo (y se ve todavía), la manifestación de la levadura de malicia y
de maldad; pero esto no inválida, en modo alguno, la significación de la
fiesta.
... sino a plenitud
Ahora veamos la tercera fiesta, que es la
esencia de este mensaje. Como un pueblo estuvo preparado para Pentecostés,
asimismo es necesario para los Tabernáculos, la fiesta de la «plenitud,» la
fiesta de la «cosecha,» de la última cosecha de esta era, de la manifestación
del Espíritu Santo «no por medida, sino a plenitud.»
Cristo murió en la plenitud de los tiempos;
y cuando el día de Pentecostés llegó a su plenitud, fue derramado el Espíritu
Santo. Así también esta fiesta debe tener su elemento del tiempo propicio. No
puede ser celebrada hasta cuando llegue la época de la plenitud de la cosecha.
Pero nosotros ya estamos de acuerdo en que nos aproximamos al final de esta
era; y Jesús dijo que la siega es el fin del mundo (Mateo 13:39). Ya que este
día se acerca, necesitamos una visión amplia para que no nos contentemos con
menos de lo mejor de Dios, y permanezcamos en «Pentecostés» cuando la visión
es para la «Plenitud.» Sí, estemos alerta, no sea que limitemos la grandeza de
la salvación de Dios. Cuando el horario de Dios diga: los «Tabernáculos,» que
nos encontremos entre los preparados de Dios cuya fe alcance hasta la plenitud
de nuestra herencia en Cristo.
Si observamos el cuadro del Antiguo
Testamento, veremos que esta última fiesta estaba precedida por el Día de la
Expiación, el único día del año en que el sumo sacerdote entraba solo al «lugar
santísimo» bajo la luz o el dosel de la gloria de Dios. Allí, él hacía
expiación para que fuera limpiado todo lo concerniente a los pecados del
pueblo. Limpiados de ese modo, ellos estaban ahora listos para participar en la
última fiesta. (Ver Levítico 23:27; también; Levítico 16:29-34).
Bajo el nuevo pacto, el Sumo Sacerdote de
nuestra profesión de fe ha entrado en el lugar santísimo, no hecho de manos, en
el mismo cielo. Allí, Él está intercediendo por un pueblo que será santificado
completamente: cuerpo, alma y espíritu, mediante la identificación en la sangre
de una expiación ya hecha en el Calvario.
Es un pueblo plenamente identificado con
Cristo en Su muerte. De esta manera un pueblo, limpiado por medio de la
expiación por la sangre, está preparado para ser copartícipe de esta última
fiesta de la Iglesia, y para ser copartícipe de ella.
¡Ocurrió lo imposible!..
Dios ha hecho plena provisión para esto.
«Cristo es ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; la segunda vez
se manifestará para salud a los que sin pecado le esperan... porque nada perfeccionó
la ley, sino la introducción de una mejor esperanza (por la cual nos acercamos
a Dios.)»
En la fiesta de los Tabernáculos
no se hace mención de la levadura, como tampoco se la menciona con relación a
la fiesta de la Pascua. No hay injusticia, ni levadura en el Cordero de Dios
(la Pascua); no habrá levadura en aquellos que participen en la Fiesta de la
Plenitud.
EL TABERNÁCULO
ATRIO EXTERIOR
Lugar para oír el Evangelio del Señor
Jesús, el Cristo
Conocer al Señor Jesús el Cristo como
Salvador. Jesús significa Salvador
HIJO
CAMINO
LO BUENO
LA PASCUA
CONGREGACIÓN
Lugar de SACRIFICIO
EGIPTO
LA LUZ NATURAL
LECHE
HIJITOS
LA HOJA
CONSEGUIR
LA SALVACIÓN
LOS LLAMADOS
La Sangre del Cordero
Bautismo en AGUA
ARREPENTIMIENTO
FE
SALIR
Carne (crucificar la carne)
Los 32.000
30 VECES
"A FIN DE CONOCERLE
|
LUGAR SANTO
Sólo para aquellos bautizados en el
Espíritu Santo y en el Fuego
Conocer al Señor Jesús Cristo significa el
que unge
ESPÍRITU SANTO
VERDAD
LO ACEPTABLE
PENTECOSTÉS
LEVITAS
Lugar de ORDENANZAS
DESIERTO
EL CANDELERO
PAN
JÓVENES
EL TALLO
HACER
LLENO DEL ESPÍRITU
LOS ELEGIDOS
La Palabra del testimonio
Bautismo en el ESPÍRITU
REFRIGERIO
ESPERANZA
ENTRAR
Alma (la muerte a sí mismo)
Los 10.000
60 VECES
EN EL PODER DE SU
RESURRECCIÓN
|
LUGAR SANTÍSIMO
El
lugar en Dios de Vivir en unión con el Padre
Conocer
al Señor Jesús el Cristo como único amo y señor
PADRE
VIDA
LO PERFECTO
TABERNÁCULOS
HIJOS DE SADOC
Lugar de SU PRESENCIA
TIERRA PROMETIDA
LA GLORIA SHEKINAH
LA VIANDA FUERTE
PADRES (I Juan 2: 12)
LA ESPIGA (semilla)
SER
EL HIJO VARÓN
LOS FIELES (Ap. 17:14)
NO AMAR SUS VIDAS
HASTA LA MUERTE (Ap.l2:11)
RESTAURACIÓN (He. 3:19)
AMOR
SUBIR
Espíritu (abatir al acusador)
Los 300 de Gedeón»
100 VECES
Y EN LA PARTICIPACIÓN
DE SUS PADECIMIENTOS."
|
«Pero (llegó el tiempo señalado) en que
estando ya presente Cristo, el Mesías, apareció como Sumo Sacerdote de los
bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de
manos (humana)» (Hebreos 9:11, amplificado).
(Los Tabernáculos), pero la fiesta de
Pentecostés será cocida «con levadura» (Levítico 23:17). Esta fiesta tiene
levadura dentro de sí, como una señal para los que participan de que ella no es
un fin en sí misma, sino solamente un escalón transitorio para algo mucho más
grande: tener nuestra morada (Tabernáculo) con El en plenitud.
En general, en la Iglesia algunos prefieren
permanecer en la Pascua, y otros pueden permanecer en Pentecostés; pero para
mí, Dios permita que mi preferencia y mi parte sean la Plenitud. Para Israel,
los Tabernáculos significaba que se recogería toda la cosecha y la labor habría
terminado. «El que ha entrado en Su reposo, también él ha reposado de sus
obras...» Para mí, esto es el trigo, y el vino, y el aceite, y una oportunidad
de gran regocijo.
Entonces, ¿qué podemos buscar, qué podemos
esperar al final de esta era? No un regreso a la medida pentecostal, tan
maravillosa como ella fue, pues fue la medida de las primicias. En la Iglesia
de, los últimos días va a haber la evidencia de una medida mucho más grande.
Indudablemente, Pablo tenía en mente esta
Fiesta de los Tabernáculos cuando escribió en Efesios 4:13: «Hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un [varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.» [Aquí no hay
lugar para la división; tampoco lo hay para una unidad [Organizada, sino para
la unión como un organismo viviente.
No
Con «levadura de malicia y de maldad» sino, por el contrario, a un
hombre perfecto (el hombre colectivo), a la plenitud de Cristo. ¿No Llama El a
la Iglesia, que es Su cuerpo, «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo»?
¿Ustedes dicen: ¡Imposible!? Por supuesto
que es imposible. Esta es la razón por la cual el Dios de toda gracia va,
una vez más, ¡a visitar a Su pueblo!
Dios proveyó el Cordero Pascual, y sucedió
lo imposible: Una Virgen concibió, y
nació el Cristo. Él vivió una vida sin pecado, murió y se levantó de nuevo, y
proveyó una eterna y magnífica redención.
•En Pentecostés sucedió de nuevo lo
imposible: un estruendo del cielo, y el Espíritu Santo fue dado con medida, y
los hombres empezaron a moverse en el ámbito Divino, gustando los poderes del
mundo por venir, pues lo sobrenatural se hizo evidente, y el mundo fue
trastornado en una generación.
... y sucederá de nuevo!
¿Entonces qué hay de la última fiesta?
¿Vamos a esperar algo menos que lo imposible? ¡Aquel que ministró las
«primicias,» ministrará la «plenitud»! Mi corazón está contemplando algo bueno,
y veo en visión a la congregación de todas las cosas en uno en Cristo; la
visión de una compañía de personas llenas de toda la plenitud de Dios, que
obran continuamente en el plano Divino. Veo la Cabeza manifestándose a Sí Misma
por medio de cada miembro del cuerpo, revelando Su misma naturaleza y
manifestando la revelación de los hijos de Dios. Este va a ser un pueblo sin
mancha ni arruga, que manifestará en plenitud todos los dones del Espíritu y
que revelará en sus vidas todo el fruto del Espíritu Santo.
Esto debe ser todo de Dios, pues es la razón
por la cual el Dios de toda gracia va a visitar con plenitud Divina a la
Iglesia, y la gloria de Dios va a descansar sobre el pueblo de Su elección. Él
va a derramar Su Espíritu sobre toda carne: hijos, hijas, jóvenes, ancianos,
siervos, criadas; habrá profecía, visiones, sueños, señales en la tierra y en
el cielo... todo esto antes del grande y memorable día del Señor. Y todo aquel
que invocare el nombre del Señor será salvo....
Esta visitación cumplirá los propósitos
finales de Dios para esta generación y para esta dispensación. Simbólicamente,
en este tiempo de los Tabernáculos, el pueblo de Dios se albergará en cabañas
provisionales. Seamos también un pueblo no apegado a este mundo, sino preparado
para moverse, poniéndose en marcha en los propósitos finales de la intención de
Dios para Sus HIJOS, más allá del Pentecostés.
Mas Allá del Pentecostés - Clayton Sonmore
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