Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


5 de junio de 2012

DIOS, LA LEY Y LA GRACIA


Davis y Clark

Dios cumplió las exigencias justas de la Ley por medio del sacrificio de Cristo. Pero no acabó ahí. Por ese mismo sacrificio también liberó a los que estaban encerrados bajo la ley. ¿No es eso ilegal? ¿Cómo pudo Dios hacer eso y seguir siendo justo? Pablo se refirió a la ley como la ley del pecado y de la muerte—tú pecas, ¡tú mueres!

Todos han pecado en el pasado y han quedado destituidos de la gloria de Dios en el presente. Entonces TODOS, cada uno, sin excepción, tienen que morir. Tú y yo tenemos que morir. Esa es la ley.

¿Cómo pudo Dios, que es rico en misericordia, mostrar bondad a los que Él ama, que han pecado y han sido destituidos, y aún así, cumplir las exigencias justas de la ley? El amor halló el camino. Dios amó de tal manera al mundo que envió a Su Hijo único a morir para que cualquiera que crea en Él, no se pierda, más tenga vida eterna (lee Juan 3:16). Por medio del sacrificio de Cristo, las demandas de la ley son cumplidas o acabadas. Por medio de Su muerte somos tenidos por justos. La única forma de que Dios pudiera librarnos de la maldición de la ley era por medio de la muerte. “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.” (1ª Corintios 15:54-56).

¡Tú pecas, Tú mueres! La ley lo exige. Dios sería injusto si no ejecutara sus demandas de la letra. ¿Cómo podía triunfar la misericordia sobre el juicio? ¿Cómo es la muerte sorbida en victoria? ¿Cómo pudo Dios seguir siendo justo y mostrar Su misericordia a una humanidad en pecado? ¿Cómo podrá justificar al pecador que es incapaz de guardar Su Ley? ¿Cómo podrá justificar a los gentiles solo por medio de la fe, y seguir siendo justo? Tenemos que responder a estos interrogantes y confiar en la respuesta si es que vamos a tener la justicia que procede de Dios.

Encontramos la respuesta en la segunda carta a los Corintios.“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2ª Corintios 5:14-15).

Pablo habló del impacto de esta muerte en su propia vida,

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20).

¿Qué clase de lenguaje extraño es éste? Uno murió por TODOS… Su muerte, nuestra muerte… todos muertos. Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo más vive Cristo en mí. ¿De qué está hablando Pablo aquí? ¿Cómo puedo estar vivo y muerto al mismo tiempo?

A través de nuestra co-muerte con Jesús en la cruz, la pena demandada por la ley es pagada por completo y Dios es justo de tenernos por justos. Dios es justo al justificar a todo aquel que vive por la fe de Cristo. Esto consiste en más que vivir por meras creencias de fe, sino Cristo viviendo por nosotros. “No yo, sino Cristo…” Por causa de esta muerte, Dios nos toma por muertos a la ley y a su maldición. Como leímos antes, los requisitos de la ley son demandados de aquellos que están bajo la ley. La persona que ha sido crucificada con Cristo no solo es justificada sino que también está muerta a la ley, lo que significa que ya no vive más según las demandas de la misma. Pablo lo explica as

“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Romanos 7:1-7)).

Podemos concluir diciendo que todo aquel que profesa amor imperecedero a Cristo estando aún casado con el viejo marido (la ley), es adúltero, estando casado con un hombre a la par que profesa amor a otro. No pueden estar unidos a Cristo y producir descendencia para Dios mientras vivan. Solo aquellos que son tomados por muertos por su muerte con Cristo están más allá del alcance del viejo marido. Sólo estos son libres de las demandas de la ley.

El divorcio de la ley no es suficiente porque en el divorcio permanecemos como quebrantadores de la ley. Solo la muerte puede librarnos de ella. Pasamos más allá del ámbito de la ley por la cruz, bautismo-entierro y resurrección. De igual modo que Jesús fue levantado en novedad de vida y ahora se sienta en lugares celestiales, por encima de todo principado y potestad, así somos nosotros levantados para estar sentados en un reino muy por encima de los rudimentarios principios de la ley, el pecado y la muerte. Si estamos crucificados con Cristo, ya no estamos bajo la ley, como leímos anteriormente, “lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley”. Ahora bien, examinemos esta condición de no estar bajo la ley.

 De la Ley al Reposo - Davis y Clark

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry