Arthur Katz
Con el Señor, andar en la verdad no es un lujo sino la necesidad más práctica y urgente.
Nuestros espíritus y todo nuestro ser necesitan la verdad así como nuestros cuerpos requieren aire para respirar.
Estamos hechos para vivir en la verdad y cuando no lo hacemos, todo nuestro ser sufre.
Podemos ver la extensión del daño que se hace a nuestros cuerpos por la contaminación en cada uno de los aspectos del ambiente donde vivimos. Una corriente continua de impurezas en todo cuanto comamos, bebamos o respiremos, constituye un ataque a cada uno de los sistemas de nuestro organismo.
Se obtiene el mismo efecto cuando la atmósfera pura y espiritual de la verdad se contamina con la insinceridad, la astucia, la manipulación y el engaño. Sólo se necesita un poquito de levadura para leudar toda la masa.
Todo el organismo humano se rebela contra la hipocresía y las mentiras.
Puedo tener éxito en convencerme que recibo alimento verdadero, por lo menos mientras lo llevo a la boca, lo mastico y lo trago, pero mi cuerpo es más sabio que la boca. Los órganos de la digestión no tienen papilas gustativas; sus respuestas no se pueden determinar por la forma como algo sabe en el momento. Responden sólo a la sustancia interna verdadera que les llega y saben, de manera infalible, si es alimento verdadero o no.
Mi ser interior es igualmente honesto en sus respuestas a la insinceridad y a la pretensión. Sin importar cuánto me pueda decir a mí mismo que ando en la verdad mi ser interior no puede ser engañado.
El alma y el espíritu se apartan y se rebelan contra una dieta de falsedades. ¿De dónde resultan la depresión, la ansiedad, las úlceras y las crisis nerviosas? ¿Será que no guardan ninguna relación con una vida llena de pretensiones y de insinceridad? ¿Acaso no tienen nada que ver con los gestos de dolor y la contracción que siento muy lejos bajo mi sonrisa y mi conocimiento descuidado cuando alguien me dice que me ama y sé, dentro de mí, que en realidad no es así?
Cuando finjo amor, cuando respondo a una oración como si fuese sincera pero no lo es, o a una palabra de profecía como si fuese genuina pero tampoco lo es, ¿qué efecto tiene eso sobre mi cuerpo y sobre mi espíritu? Toda mentira oscurece la mente, confunde las emociones y embota el espíritu de quien la expresa al igual de quien la recibe, mientras se agrega a la irrealidad y a la falsedad de la atmósfera que todos respiramos y de la que dependemos para nuestras vidas en común.
El mundo alrededor nuestro está cercenado del Espíritu de Verdad y como resultado se asfixia hasta la muerte en sus propias mentiras.
Seguramente seríamos necios al pensar que dentro de la Iglesia podríamos confinar la verdad a nuestras doctrinas y todavía esperar vivir. Podemos hablar verdad pero aun así, y de hecho, mucho más así, si no vamos a vivirla, de manera progresiva y creciente vendremos a ser las víctimas destruidas del espíritu de la mentira.
El Espiritu de Verdad - Arthur Katz
No hay comentarios.:
Publicar un comentario