Virgilio Zaballos
El apóstol Pablo dijo “Corred de tal manera que
lo obtengáis”. Y el autor de los Hebreos escribe: “Corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante”. El llamamiento de Dios es una carrera larga,
para toda la vida, y hasta la eternidad. Por lo tanto, precisa de una
estrategia diseñada a largo plazo, con etapas intermedias a corto y medio
plazo. Veamos la enseñanza del Maestro sobre el llamamiento equilibrado en
Lucas 14:25-33).
“Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les
dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y
mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede
ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no
puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo
edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene
lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el
cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de
él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero
y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con
veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía
una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de
vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo
ESCOGEMOS
LIBREMENTE. “Si alguno
viene a mí”. Jesús ejerce una atracción “magnética” para las multitudes, pero él
sabe que no todos aguantarán las demandas del discipulado. El llamado es para
cada uno, aunque no todos tendrán la misma función. Algunos son llamados
específicamente por nombre y para una misión concreta. “Dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos,
13:2).
RENUNCIAMOS
LIBREMENTE. “Y no
aborrece”. Cuando hacemos una elección estamos renunciando a otras y cuando
amamos a Dios aborrecemos al diablo, al pecado y al mundo. Por tanto, escoger
es renunciar y amar es aborrecer. No podemos jugar a dos bandas. Jesús es el
Camino, y esta verdad descarta “otros caminos”. ¿A que hay que renunciar? La
respuesta es: padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y la propia vida.
¿Que significa esto? Que el llamamiento de Dios exige la prioridad de nuestras
vidas. Que nuestra vida, en todas sus vertientes (familiar, afectiva,
intelectual, etc.), esté crucificada con Cristo. Le pertenecemos. Y todo
aquello que el Señor quiera devolvernos lo resucitará para que lo disfrutemos
(padres, esposa, hijos, hermanos, talentos, etc.). Esta verdad la encontramos
también en Marcos 10:28-3l y 1 Corintios, 7:29-31.
“Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto;
resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y
los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se
alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que
disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de
este mundo se pasa”
LLEVAR LA CRUZ. “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de
mi, no puede ser mi discípulo”. ¿Que
significa? Es llevar la sentencia de muerte encima de nosotros todo el tiempo.
Pablo dijo: “Os aseguro, hermanos, que cada día muero” (1Co.15:31). Y también,
“... Siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2Co.4: 11). Significa
vivir la realidad del desprendimiento de todo lo que pueda atarnos a lo
terrenal, viviendo ligados plenamente al plan de Dios con nuestras vidas
(Gá.2:20) (Fil.3:8) (Col.3: 1-4). El salmista lo expreso con éstas palabras:
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la
tierra” (Sal.73:25).
TENER UN DESEO POSITIVO. ”Queriendo edificar”. Es como decir “sí,
quiero”. Dios espera nuestra respuesta positiva a Su ofrecimiento de una vida
discipular. Dios mismo es quién produce en nosotros los deseos, un sentir, etc.
“Porque Dios es
el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil.2: 13). No resistir el fluir del Espíritu
Santo en nuestros corazones, sino dejándonos llevar por Él, nos pondrá en el
camino correcto de discípulos.
Ejemplo:
Maria (Lc.1:38) “Hágase conmigo conforme a tu palabra”.
SENTARSE A
CALCULAR Y CONSIDERAR. “Se sienta primero y calcula los
gastos”. “Se sienta primero y considera
si puede”. El discípulo verdadero se dispone a conocer las condiciones reales
de su llamado. Se sienta tranquilamente a oír (Lc.10:39) y calcular el costo
real de la decisión que tiene que tomar. Hacerlo precipitadamente o sentirse
forzado a ello es lo que vulgarmente se dice “pan para hoy y hambre para
mañana”.
(Neh. 1:4) “Y... Me senté y lloré, e hice
duelo... ayuné y oré...“
Ejemplo: Mi experiencia personal. Pasé varios meses en
soledad, abriendo mi corazón al llamado de Dios. Me iba dando cuenta paso a
paso de lo que significaría en mi vida práctica, lo que tendría que
enfrentar... y a medida que entendía el desafío tomaba decisión tras decisión
en mi corazón; me afirmaba en el discipulado y me disponía para resistir los
ataques familiares, sociales, laborales, etc. El Señor grabó en mi interior
estas palabras:
“Porque el que se avergonzare de mí y de mis
palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria”
(Lc.9:26)
El discípulo que alcanzará un llamamiento
eficaz y duradero, es aquel que ha OIDO adecuadamente. Primero oye, luego hace.
Sabe que habrá un tiempo en su vida para oír, oír y volver a oír. No está
deseoso de subir al púlpito rápidamente; si no que oye la palabra, la digiere,
se funde con ella y luego llegarán los tiempos para ministrar la palabra...
DESCUBRIR LOS
DONES.
“...A ver si tiene lo
que necesita...” El discípulo se ha sentado a oír Su palabra, y en ese oír, va
descubriendo el propósito de Dios para su vida. Encuentra su identidad en las
Escrituras -Jesús la encontró deliberadamente en el libro de Isaias, según
Lc.4:17 al 21-. Descubre sus dones y el llamamiento del Señor; el propósito de
su vida.
Conoce lo que es y lo que no es; lo que tiene y
lo que no tiene; lo que puede hacer y lo que no debe emprender. Observa las
veces que se repite en el texto esta expresión: “No puede”. ¡Hasta seis veces!.
¿Por qué no puede? Porque no reúne las condiciones, no tiene los dones
necesarios, no es el momento, etc. (Lc.8:18 y 19:12-27). Conocer los dones
espirituales que uno tiene y los que no tiene es uno de los descubrimientos más
necesarios de la vida cristiana. Este descubrimiento facilitará enormemente la
función que debemos realizar sin caer, continuamente, en imitar a otros, en
compararnos con los demás, etc.
EL TIEMPO DE LA
ACCIÓN.
No estamos diciendo que
debemos mantenernos pasivos hasta llegar al punto donde sé todo y tengo todo
para comenzar a hacer algo para Dios. ¡NO! La vida cristiana está siempre
activada por la Vida de Dios, y ésta produce continuamente actividad divina. El
problema lo tenemos a la hora de entender qué actividades son movimiento y
cuáles son estancamientos. El entrenamiento no es un compás de espera. Es
movimiento hacia... Oír de Dios es actividad espiritual. Consumir cultos y
ocupaciones religiosas o carnales son pérdidas de tiempo, energías y medios
económicos. Es una vida paralizada; un llamamiento estancado.
El tiempo de la acción,
en el contexto que estamos exponiendo, es el tiempo de un despliegue y
ensanchamiento sobrenatural (Is.54.2) (Hch.13:1-4). Es fruto duradero. No es la
iniciación del llamamiento, sino más bien la productividad del servicio a Dios.
“Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores
se ha sentado; si no que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley
medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Sal.1:1-3).
Resumiendo. Para entender cada una de estas etapas en su
conjunto miremos al ejemplo de los apóstoles del Maestro. En ellos veremos como
sobrepasaron cada una de las fases del llamamiento para llegar a la meta final.
Primero escogieron libremente el llamado de
Jesús (Mt.4:18-22) (Jn.6:66-69).
Luego renunciaron a todo por el Mesias
(Mr.10:28).
Emprendieron la senda de la cruz con un deseo
evidente de seguir a su Señor; consideraron el costo del discipulado con todas
sus consecuencias; descubrieron sus dones y ministerios. Así llegaron al tiempo
de dar mucho fruto a partir del día de Pentecostés con la venida del Espíritu
Santo.
El llamamiento de Dios no es igual para todos,
aunque sí las demandas del discipulado.
Para el liberado gadareno significó volver a su familia y contar las grandes cosas
que el Señor había hecho en su vida (Lc.8:38-39).
Para el
joven rico el precio era vender todo lo que tenía y darlo a los pobres
(Lc.18:22-23).
Sin embargo, para Zaqueo no significó ese desprendimiento total de posesiones
materiales; él mismo tomó la iniciativa y dijo:
“He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a
los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”
(Lc. 19:8).
Para el apóstol
Pablo fue la continua persecución y tribulaciones que padeció
(Hch.9:15-16).
Y para todos aquellos que quieren vivir
piadosamente la vida del discipulado habrá diferentes tipos de tribulación por
Cristo.
Nota: Ninguna experiencia personal debe convertirse
en doctrina, aunque puede haber mucha similitud en las vidas de los discípulos.
Cada uno recibe el equipaje (pruebas-cruz)| necesario para el entrenamiento que
necesita y la función que debe realizar.
El milagro de una Vida Equilibrada - Virgilio Zaballos
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