Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


1 de junio de 2011

NO NOS PERTENECEMOS, SOMOS DEL SEÑOR


Juan Calvino  

La ley divina contiene un plan adecuado y ordenado para la regulación de nuestra vida; pero nuestro padre celestial ha querido dirigir a los hombres por medio de un principio clave excelente.

Es el deber de todo creyente presentar su cuerpo en sacrifico vivo, santo, aceptable a Dios. Como indica la escritura, en esto consiste la verdadera adoración. El principio de la santidad nos lleva a la siguiente exhortación: “no os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformados por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cual es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, y los perfecto.”(Romanos12:2)

Es muy importante que estemos consagrados y dedicados al Señor, pues eso significa que pensamos, hablamos, meditamos o hacemos cualquier cosa teniendo como motivo principal la gloria de Dios. Recordemos que aquello que es sagrado no puede aplicarse a usos impuros sin cometer una seria justicia y agravio a Dios.

Si no somos nuestros y pertenecemos al Señor, debemos  huir de aquellas cosas que le desagradan y encausar nuestras obras y nuestros hechos a todo aquello que El aprueba. Basándonos en el hecho que no nos pertenecemos, tendríamos que aceptar que ni nuestra razón, ni nuestra voluntad deberían guiarnos en nuestros pensamientos y acciones.

Si no somos nuestros, no hemos de buscar satisfacer los apetitos de nuestra carne. Si no somos nuestros entonces olvidémonos de nosotros mismos y de nuestros intereses todo cuanto nos sea posible. Pertenecemos a Dios; por lo tanto, dejemos de lado nuestra convivencia y vivamos para El, permitiendo que su sabiduría guie y domine todas nuestras acciones. Si pertenecemos al Señor, dejemos que cada parte de nuestra existencia sea dirigida hacia El, esa debe ser nuestra meta suprema.

¡Cuánto ha avanzado aquel hombre que ha aprendido a no pertenecerse así mismo, ni a ser gobernado por su propia razón, sino que rinde y somete su mente a Dios! El veneno más efectivo que lleva a los hombres a la ruina es el hecho de jactarse en sí mismos, en el poder y sabiduría humana.

La única manera de zafarse de ese autoengaño es sencillamente seguir la guía del Señor.

El servicio del Señor no solo implica una autentica obediencia, sino también la voluntad de poner aparte los deseos pecaminosos y rendirse completamente al liderazgo del Espíritu Santo.  

La transformación de nuestras vidas por medio del Espíritu Santo es lo que Pablo llama la renovación de la mente.  Este es el verdadero principio de la vida.
El cual los filósofos de este mundo desconocen. Los filósofos paganos ponen la razón contra la única guía de la vida, de la sabiduría  y la conducta, pero la filosofía cristiana nos demanda que rindamos nuestra razón al Espíritu Santo, lo que significa que ya no vivimos más para nosotros mismos, sino que Cristo vive y reina en nuestro ser. ( Rom 12:1, Efesios 4:23, Gálatas 2:20 )

El Libro de Oro de la verdadera Vida Cristiana – Juan Calvino  

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry