Phil Beach Jr
La raíz que hay debajo, la misma fortaleza de este aspecto de la vida de la carne, no es otra cosa que el viejo pecado de orgullo y justicia personal que se revela por primera vez en la Escritura en la ofrenda de Caín del fruto de la tierra maldita (en lugar de confiar en los méritos de otro, como hizo el justo Abel).
Es el mismo pecado podrido en nosotros que nos hace ofrecer algo de nuestra propia mano, nuestra propia obra, nuestra propia creación a Dios, como algo que pensamos que Él debiera aceptar, bendecir y honrar. ¡Nunca así, amados! El aspecto “malo” de la carne esta lleno de obras que son obviamente malas, y consideradas claramente como pecado (al menos por los que siguen creyendo las leyes básicas de la Biblia).
Sin embargo, el aspecto “bueno” es tan malo y tan pecaminoso porque la raíz, la fuente, sigue siendo carne.
No importa que lo “bueno” de la carne pueda consistir de cosas con las que nos estamos comprometiendo en el ámbito del servicio cristiano, porque ambos brotan de la misma fuente, la carne. La característica común de ambas cosas es la de su origen. Esta es toda la cuestión y causa de preocupación Jesús dijo, “lo que es de la carne, carne es, y lo que es del espíritu, espíritu es” (Juan 3:6).
Cuando cualquier cosa es el producto de la carne, de las operaciones corruptas de nuestra condición caída, es carne, no importa el aspecto que tenga, no importa lo bonito que parezca, no importa cuánta gente pueda admirarla y alabarla. Si es de carne, es carne, y toda carne es rechazada por el Señor Jesús.
Sólo lo que surge de Su Espíritu, nacido de Su corazón, imputado a y formado en nosotros por Su mano, es de Dios, y es espíritu, y es aceptable a Él. Por tanto, sólo lo que hacemos que brota realmente de lo que Él ya ha hecho en nosotros, es verdaderamente de Él, para Él y por Él.
Con frecuencia, cuando el Señor desnuda el aspecto “malo” de la carne y libra a alguien de la vida pecaminosa anterior, esas mismas energías que se involucraron en la búsqueda y cumplimiento de esas obras pecaminosas, son simplemente transferidas al aspecto religioso de la carne.
Irónicamente, los que más se han involucrado en obras pecaminosas de la carne (vida anterior), son los que una vez salvos, se vuelven tan en contra de esas obras pecaminosas, que entran en una vida cristiana llena de obras religiosas de celo y de devoción, de negación de la carne, y de grandes expresiones de entrega—todas ellas brotando de las energías de la carne.
Como resultado, estos individuos ofrecen una gran hueste de obras que son potenciadas por el poder la voluntad, del alma o del cuerpo, pero vacías completamente de la fragancia celestial de Cristo y de Sus méritos y Su Vida. Es la misma corriente corrupta, con diferentes formas de expresarse a sí misma.
Son los esfuerzos de la criatura, el “sudor” propio de la criatura, las propias energías de la criatura, las obras propias de la criatura, aunque revestidas tan hermosamente, siguen siendo, no obstante, hedor para el Señor.
¡Qué profundamente arraigada está la naturaleza religiosa en nosotros, siendo la fuente de mucho de nuestro servicio, mucho de nuestra devoción, mucho de nuestro celo por Dios y por las cosas de Dios! Que el Señor nos ayude a ver realmente esta naturaleza religiosa en nuestra carne, y a ver como, junto con el aspecto “malo”, ha de ser reconocida por nosotros como maldita. Cómo necesitamos ser enseñados por el Señor a discernir sus sutiles operaciones y a resistirlas por la capacitación de Su Poder.
El Espíritu del Potencial Humano - Phil Beach Jr
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