Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


6 de octubre de 2011

ISRAEL / JUDA / SION


Charles Elliott Newbold, Jr.

En los tiempos del Antiguo Testamento, Israel estaba dividida en dos reinos: el Norte, el Reino de Israel, a veces llamado por el nombre de su ciudad principal, Samaria, y el Sur, el Reino de Judá, que incluía la ciudad de Jerusalén.

El Reino del Norte, Israel, recibió de Dios el nombre de Ahola (Ezequiel 23:4). Fornicó hasta el punto de que Dios la entregó al olvido, para nunca más ser restaurada—sólo un remanente regresaría.

Ahola significa “ella tiene su propia tienda”. Este nombre probablemente tuviera que ver con el hecho de que Israel, bajo el reinado de Jeroboam, abandonara la adoración a Yahvé en Jerusalén y estableciera su propia adoración, justificando así la adoración idolátrica en Samaria (1ª Reyes 12:25-33).

El reino del Sur, Judá, recibió el nombre de Aholiba, (Ezequiel 23:4), semejante al de su hermana, y que significa “Mi tienda está en ella”. Este nombre pudo ser dado a Judá para dar a entender que el Templo estaba en Jerusalén como el verdadero centro de la adoración a Yahvé.

A pesar de este hecho y de haber visto lo que su hermana traicionera había hecho y lo que le había sucedido, Judá cometió las mismas atrocidades contra Dios. Y así, fue exiliada a Babilonia durante setenta años (Jer. 25:11).

Pero el llamado de Dios alcanzó a los cautivos en Babilonia. “Salid de en medio de ella, pueblo Mío” (Jer. 51:45). Hemos de regresar a Sión, el monte santo de Dios (Jer. 31:6). Sión es ese lugar en el que descansó el Tabernáculo de David, donde Jesús es lo único que hay.

El Reino del Norte, Israel, es semejante a los que se encuentran en el atrio exterior, el Cristianismo institucional, los que están llenos de idolatría, que no han de ser incluidos cuando la vara de medir de Dios sea puesta en la iglesia.

El Reino del Sur, Judá, es semejante a los Pentecostales y carismáticos que una vez vieron las atrocidades que cometió su hermana mayor, y salieron de ella para ser guiados por el Espíritu a un terreno más alto.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando se volvió tan institucional, tan egoísta, tan legalista y tan idólatra como su hermana. La única diferencia radica quizás en que tomó con ella, además de su lámpara, una vasija de aceite—el aceite del Espíritu Santo. Logró entrar como asistente de la esposa, pero no es la esposa (Mat. 25:1-13).

Eso es lo más lejos que ella llega. El clamor por subir a Sión no está en su corazón. Sólo un remanente regresó de Babilonia con Zorobabel, Esdras y Nehemías. La mayoría del resto se conformó con permanecer en la comodidad de sus ciudades Babilonias.

El camino no fue fácil para los que salieron de Babilonia para regresar a Jerusalén. Tuvieron que contender constantemente en la tierra con un enemigo amenazante que se mofaba de ellos todo el tiempo.


Reparando el Muro

Los que regresaron tenían principalmente dos tareas en sus manos. Una era reedificar el muro alrededor de Jerusalén. Es un tipo de la guerra espiritual que está siendo llevada a cabo por los guerreros de oración que Dios está levantando hoy. Gracias a Dios por ese ejército de intercesores sin rostro que hacen la batalla por el resto del campamento.

Ha habido muchas brechas en el muro alrededor de la iglesia, muchos lugares por los que se ha colado el enemigo y ha asolado la ciudad de Dios. Son brechas de desprecio los unos hacia los otros, de legalismo perverso, dogmatismo y sectarismo.

Esas brechas están siendo reparadas. Como sucedió en los días de Esdras y Nehemías, así sucede hoy. Cada hombre ha de reparar donde vive. Ha de sostener su herramienta en una mano y su arma en la otra. Creo que el ágape (amor sacrificado) es la herramienta y la oración, el arma.

No se va a conseguir nada para Dios en esta hora a menos que primero se consiga en oración.

Reedificando el Templo

La otra tarea en sus manos, era la de reedificar el templo que había sido destruido.

Eso es exactamente lo que Dios está haciendo hoy. Está juntando a su cuerpo. Hay un solo “cuerpo, y un Espíritu… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos…” (Efesios 4:4-6).

Esto no se está cumpliendo en el movimiento ecuménico del cristianismo institucional. Se cumple solamente en ese remanente que está dispuesto a responder al llamado de Dios a “salir de ella, Pueblo mío” (Apoc. 18:4).

“Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará Sus caminos y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.”” (Isaías 2:3).

El remanente es la iglesia sin muros. La reunión del ministerio quíntuple para equipar en verdad a los santos para la obra del ministerio—un pueblo que se reúne solo en el nombre de Jesús para hallar fortaleza y para salir en el poder del Espíritu para el servicio.

El único muro alrededor de ellos es el muro de fuego del que habla Zacarías 2:5, “Yo seré para ella muro de fuego en derredor y para gloria estaré en medio de ella.”

Regresando a Sión

Así, la esposa no es el Reino del Norte, Israel, el cristianismo institucional, ni el Reino de Sur, que permanece en Babilonia, sino esos pocos desaliñados que se atreven a tomar la causa de Dios de regresar a Sión.Son el Sión de Dios.

Es de ellos de donde sale la palabra… “Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén (remanente) la palabra del Señor” (Isaías 2:3).

Restaurando el Ministerio profético


Si no fuera por los profetas de Dios en el día de Zorobabel, que los animó a seguir edificando, y a no desanimarse por causa del enemigo, probablemente nunca habrían terminado su tarea.

Hay una restauración del ministerio profético hoy. Aunque muchos profetas están trayendo ánimo con profecías personales, y otros muchos predicen situaciones con exactitud, el verdadero profeta también va a hablar las palabras del Señor llamando a Su pueblo al arrepentimiento, a salir de Babilonia, a venir a Sión, a la santidad. Él llamará a la esposa.

El ministerio profético hoy es semejante a Juan el Bautista, semejante al de aquel que clama en el desierto, “preparad el camino del Señor.” (Mat. 3:3).

El surgimiento de la esposa, la preparación de la esposa para Su venida, es la preparación del camino del Señor.

Porque Dios viene a por Su esposa. Precisamente de eso va toda la historia completa de la Biblia. Si perdemos eso de vista, perdemos el significado completo de la escritura y de los propósitos de Dios.


Lo mejor es que dediquemos nuestro tiempo y energías no tanto en intentar conseguir cosas de Dios, o en llegar a acuerdos unos con otros respecto de nuestras doctrinas, o edificar grandes congregaciones y los edificios más grandes, sino en buscar el rostro de nuestro Esposo.

Ella se ha preparado. Ese es el tema. Aunque no yo, sino Cristo que vive en mí. Como era en un principio.

Ahora bien, observa este principio final: como era en un principio, así será también al final.

El primer Adán fue hecho en las manos de Dios. De su costado salió la esposa. De este modo:

Del hombre vino la mujer: Eva.

De este modo:

De la mujer, vino un hombre.

Jesús nació de la virgen María. Ella concibió por el Dios Altísimo cuando el Espíritu Santo vino sobre ella (Lucas 1:35).

María es un tipo de la iglesia-madre. El Espíritu Santo trajo un hijo espiritual, el unigénito del Padre. María fue escogida porque halló favor de Dios (Lucas 1:30).

De este modo:

Del hombre, vino una mujer.

Después Jesús murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre. De Su costado salió agua y sangre, y así es como Él dio a luz a la iglesia.

De este modo:

De la mujer vino un hijo varón.

Ahora bien, en esta última hora, Dios quiere repetir el ciclo como la iglesia-madre de Apocalipsis 12, que tiene dolores de parto para dar a luz al hijo varón.

Jesús fue el Hijo de Dios. Ahora Dios está revelando muchos hijos traídos a la gloria.

De este modo:

Del hombre salió la mujer.

Después, en el ciclo final, este hijo varón dará a luz a la esposa preparada que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante.

De este modo:

Del hombre vino la mujer: Eva.
De la mujer vino el hombre: Jesús
Del hombre vino la mujer: la Iglesia
De la mujer vino el hombre: el Hijo varón—un hijo compuesto de muchos miembros
Del hombre vino la mujer: la Esposa
Como era en un principio, así será también al final.

De la Pascua a Pentecostés, de pentecostés a Tabernáculos (Sión).

Cuando el hombre, delante de Dios, se une a su esposa, ambos son hechos una sola carne. La esposa de Cristo es una con Cristo, y se ha preparado antes de que Él venga. Ella se convierte en Él, permaneciendo en Él y Él en ella.

Cuando Dios reproduce hijos, reproduce hijos conforme a Su semejanza—simiente de Su simiente.

Por tanto, la madre, siendo una con Dios, está produciendo hijos semejantes a Dios. Así, Dios viene a por Sí mismo. Él tomará para Sí y para Su trono, a aquellos que llevan Su imagen, que son simiente de Su simiente, hijos de Dios: Sus crucificados.

El que tenga oídos para oír, que oiga.

“Los Crucificados” – Charles Elliott Newbold, Jr.

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry