Charles Elliott Newbold, Jr.
En los tiempos del Antiguo Testamento, Israel estaba dividida en dos reinos: el Norte, el Reino de Israel, a veces llamado por el nombre de su ciudad principal, Samaria, y el Sur, el Reino de Judá, que incluía la ciudad de Jerusalén.
El Reino del Norte, Israel, recibió de Dios el nombre de Ahola (Ezequiel 23:4). Fornicó hasta el punto de que Dios la entregó al olvido, para nunca más ser restaurada—sólo un remanente regresaría.
El reino del Sur, Judá, recibió el nombre de Aholiba, (Ezequiel 23:4), semejante al de su hermana, y que significa “Mi tienda está en ella”. Este nombre pudo ser dado a Judá para dar a entender que el Templo estaba en Jerusalén como el verdadero centro de la adoración a Yahvé.
Pero el llamado de Dios alcanzó a los cautivos en Babilonia. “Salid de en medio de ella, pueblo Mío” (Jer. 51:45). Hemos de regresar a Sión, el monte santo de Dios (Jer. 31:6). Sión es ese lugar en el que descansó el Tabernáculo de David, donde Jesús es lo único que hay.
El Reino del Norte, Israel, es semejante a los que se encuentran en el atrio exterior, el Cristianismo institucional, los que están llenos de idolatría, que no han de ser incluidos cuando la vara de medir de Dios sea puesta en la iglesia.
El Reino del Sur, Judá, es semejante a los Pentecostales y carismáticos que una vez vieron las atrocidades que cometió su hermana mayor, y salieron de ella para ser guiados por el Espíritu a un terreno más alto.
Eso es lo más lejos que ella llega. El clamor por subir a Sión no está en su corazón. Sólo un remanente regresó de Babilonia con Zorobabel, Esdras y Nehemías. La mayoría del resto se conformó con permanecer en la comodidad de sus ciudades Babilonias.
El camino no fue fácil para los que salieron de Babilonia para regresar a Jerusalén. Tuvieron que contender constantemente en la tierra con un enemigo amenazante que se mofaba de ellos todo el tiempo.
Reparando el Muro
Ha habido muchas brechas en el muro alrededor de la iglesia, muchos lugares por los que se ha colado el enemigo y ha asolado la ciudad de Dios. Son brechas de desprecio los unos hacia los otros, de legalismo perverso, dogmatismo y sectarismo.
No se va a conseguir nada para Dios en esta hora a menos que primero se consiga en oración.
Reedificando el Templo
La otra tarea en sus manos, era la de reedificar el templo que había sido destruido.
Eso es exactamente lo que Dios está haciendo hoy. Está juntando a su cuerpo. Hay un solo “cuerpo, y un Espíritu… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos…” (Efesios 4:4-6).
Regresando a Sión
Así, la esposa no es el Reino del Norte, Israel, el cristianismo institucional, ni el Reino de Sur, que permanece en Babilonia, sino esos pocos desaliñados que se atreven a tomar la causa de Dios de regresar a Sión.Son el Sión de Dios.
Restaurando el Ministerio profético
Si no fuera por los profetas de Dios en el día de Zorobabel, que los animó a seguir edificando, y a no desanimarse por causa del enemigo, probablemente nunca habrían terminado su tarea.
Lo mejor es que dediquemos nuestro tiempo y energías no tanto en intentar conseguir cosas de Dios, o en llegar a acuerdos unos con otros respecto de nuestras doctrinas, o edificar grandes congregaciones y los edificios más grandes, sino en buscar el rostro de nuestro Esposo.
Ahora bien, observa este principio final: como era en un principio, así será también al final.
El primer Adán fue hecho en las manos de Dios. De su costado salió la esposa. De este modo:
Del hombre vino la mujer: Eva.
De este modo:
De la mujer, vino un hombre.
Jesús nació de la virgen María. Ella concibió por el Dios Altísimo cuando el Espíritu Santo vino sobre ella (Lucas 1:35).
De este modo:
Del hombre, vino una mujer.
Después Jesús murió en la cruz y derramó Su preciosa sangre. De Su costado salió agua y sangre, y así es como Él dio a luz a la iglesia.
De este modo:
De la mujer vino un hijo varón.
Jesús fue el Hijo de Dios. Ahora Dios está revelando muchos hijos traídos a la gloria.
De este modo:
Del hombre salió la mujer.
De este modo:
Del hombre vino la mujer: Eva.
De la mujer vino el hombre: Jesús
Del hombre vino la mujer: la Iglesia
De la mujer vino el hombre: el Hijo varón—un hijo compuesto de muchos miembros
Del hombre vino la mujer: la Esposa
Como era en un principio, así será también al final.
De la Pascua a Pentecostés, de pentecostés a Tabernáculos (Sión).
Cuando el hombre, delante de Dios, se une a su esposa, ambos son hechos una sola carne. La esposa de Cristo es una con Cristo, y se ha preparado antes de que Él venga. Ella se convierte en Él, permaneciendo en Él y Él en ella.
Cuando Dios reproduce hijos, reproduce hijos conforme a Su semejanza—simiente de Su simiente.
Por tanto, la madre, siendo una con Dios, está produciendo hijos semejantes a Dios. Así, Dios viene a por Sí mismo. Él tomará para Sí y para Su trono, a aquellos que llevan Su imagen, que son simiente de Su simiente, hijos de Dios: Sus crucificados.
El que tenga oídos para oír, que oiga.
“Los Crucificados” – Charles Elliott Newbold, Jr.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario