Paola E. Meza
Entrar en la presencia de Dios significa preparar nuestra vida, meditar y cuestionarnos siempre sobre cuál es nuestra actitud con Dios, reconocer la debilidad y lo poco que hemos cambiado dentro de nosotros (Todo camino del hombre es recto en su opinión; mas el SEÑOR pesa los corazones.Prov. 21:2)
Que pensáis en vuestros corazones? Eso preguntó Jesús a los fariseos y escribas cuando lo cuestionaban por sus sermones y sanidades, de igual manera debemos hacernos la misma pregunta: Que pensáis en vuestro corazón? Porque al dejar de ser religiosos y conocer la verdad, no estamos exentos que nuestro corazón maquine en contra de la voluntad de Dios (Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación Lucas 16:15)
Porque los pensamientos y deseos internos del hombre son muy distintos a lo que existe en el corazón.
Dios pesa los corazones, le agrada la rectitud de corazón y da al hombre según sus obras. Si leemos la parábola del sembrador nos encontramos con: (Y éstos son los de junto al camino; en los que la Palabra es sembrada; mas después que la oyeron, luego viene Satanás, y quita la Palabra que fue sembrada en sus corazones. Marcos 4:15), Jesús nos quería enseñar algo importante, el corazón no es buena tierra para sembrar, es engañoso y perverso.
Satanás toma fácilmente posesión del corazón y lo domina, y sin darnos cuenta nuestra vida se ve envuelta en las manos del enemigo; la palabra de Dios solo se convierte en una justificación para nuestras vidas, y en un honrar de labios sin honra verdadera y poco a poco nos olvidamos que la palabra de Dios es un continuo ejecutar en nosotros.
Entremos a su presencia reconociendo todo lo que somos y tenemos en el corazón, admitiendo nuestra vileza y la desobediencia a su voluntad.
LO TENGO QUE ADMITIR (si hubiera estado allí…)
Yo te entregaba al concilio.
Yo hubiera gritado barrabas, barrabas!
Yo te hubiera negado tres veces.
Yo te hubiera clavado en la cruz y te hubiera dejado sufrir.
Como limpiaremos nuestro corazón?
Con la fe "de" el hijo de Dios, lleguemos a Dios con un corazón verdadero y con una fe llena, purificado el corazón de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua limpia.
Reconociendo que siervos infieles hemos sido y solo lo que Dios nos ha mandado a hacer solo eso hemos hecho.
Y el lucero de la mañana resplandecerá en nuestro corazón.
Lo Tengo que Admitir - Paola E. Meza.
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