George H. Warnock
“El sembrador siembra la palabra” (Marcos 4:14).
“No dice: y a las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a
tu descendencia, es decir, Cristo.” (Gálatas 3:16)
La vida cristiana no es una imitación de Cristo, sino es Cristo reproduciéndose en los corazones de los hombres. Debe haber nuevo nacimiento y una revelación constante de la vida de la nueva creación: “No de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.” (1ª Ped.1:23).
Como humanos tenemos la tendencia a poner el sello de la finalidad sobre cualquier cosa que Dios haga, sin darnos cuenta que Dios es vida, y lo que proceda de Él, debe ser revelado y constante en su operación. Es cierto que hay experiencias instantáneas en nuestro caminar con el Señor y nos gozamos en ellas. Pero Dios desea un continuo revelar en nuestras vidas de “gloria en gloria”. Para que en todas las experiencias subsecuentes que broten de la nueva vida en Cristo, haya un fortalecimiento y una profundización en nuestra relación con Él.
Cualquier experiencia que no produzca esta profundización en nuestra relación con Él, falla a la intención de Dios. Ha habido mucha controversia en cuanto a doctrinas de la primera bendición, la segunda bendición y la tercera bendición. Pero la doctrina de avanzar con Dios a nuevos ámbitos de gracia y gloria día a día y año tras año, no se entiende generalmente como el plan de Dios para Su pueblo. De este modo tenemos a ese tipo de cristiano que “gana” y que “pierde”... siempre ganado y siempre perdiendo la bendición, en lugar de reconocer que ya han sido y que ya están “bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Efes. 1:3).
Por otro lado, muchos que saben que ésta es su herencia, se contentan con detenerse aquí y quedarse con ese conocimiento. Pero las provisiones de gracia de Dios pretenden llevarnos a dimensiones mayores y mayores del conocimiento del Señor.
No es suficiente simplemente convertirse en esa buena semilla, el buen grano, el buen bulbo— no importa cuán santos pensemos que somos. Debe haber un corte completo, una entrada completa a la nueva vida. Porque Él nos hizo la clase de semilla que somos para que cuando fuésemos plantados en Su Huerto, pudiéramos brotar en nueva vida, conforme a Su buena intención y designio. Nos hizo como somos, no para que permaneciésemos como estamos, sino para que pudiéramos convertirnos en lo que Dios quiere que lleguemos a ser. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto.” (Juan 12:24).
Dios está buscando el crecimiento y la revelación de la nueva vida que hay ahí. Plantada en buena tierra para que la buena semilla comience a romperse y a salir. Y cuando esto suceda nos asombramos con un sentimiento de debilidad y frustración. Estabas programándolo todo, ¿Y qué es lo que sucede ahora? Dios quiere que descubramos un nuevo centro y fuente de existencia... en Él. Quiere que la vieja cáscara caiga para dar lugar a la nueva vida en la que nacimos.
Seguimos insistiendo en que Dios quite la vieja naturaleza. “Sácala de mi, Señor—quita la vieja naturaleza, esos viejos deseos.” Pero Su deseo es que crecer tanto en nosotros, hacerse tan grande en nosotros, que simplemente nos partimos y la vieja vida cae porque no puede habitar con la nueva. Y entonces, esos mandamientos tan difíciles del Nuevo Pacto, de repente se convierten en la operación del Espíritu Santo dentro de nosotros.
Luchamos por “despojarnos del viejo hombre” y por “revestirnos del nuevo”. Pero el “viejo hombre” fue crucificado con Jesús en la Cruz, y tenemos que tomar nuestra cruz y seguirle si vamos a experimentar nueva vida.
La vieja vida fue crucificada en el calvario y Dios quiere que la nueva vida crezca y crezca hasta que no quede lugar para la vieja. Lo viejo debe simplemente desintegrarse y caer.
“¿Has podido salir finalmente?”, “, oh, si”, dice el pequeño brote mientras empuja su cabecita por encima del suelo.” “Todo el tiempo estuve orando”. Creo que hay una tremenda necesidad de oración persistente. Pero estemos seguros de que cada experiencia nueva en Dios es el comienzo de un tiempo nuevo del trato de Dios con nosotros. Y esto debe continuar hasta que nos conformemos a la imagen de Su imagen.
La nueva vida es visible cuando brota la semilla, pero queda un largo camino por delante. Cuando el Labrador entra en Su Huerto, se alegra de ver nuevo crecimiento. Pero busca algo más... y esperará hasta tenerlo.
El Huerto de Dios - George H. Warnock
1 comentario:
Este es uno de los libros de Warnock mas hermosos, me he leído todos sus libros, es un hombre con una unción tan especial de Dios para enseñar a su iglesia a traves de sus escritos. Es una bendición que todavía el Señor lo tenga entre nosotros en tan avanzada edad. Seguramente estará escribiendo mas libros que pronto nos edificarán.
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