Michael Clark, George Davis
Las
escrituras claramente establecen que hay señales que prueban si una
persona es o no “un enviado”. El ministerio de Pablo fue
cuestionado por la ekklesia de los Corintios. El les escribió y les
recordó que “las señales de un apóstol” habían acompañado su
ministerio. El artículo “las” en “las señales de un apóstol”
implica que en la ekklesia del primer siglo, era de común
conocimiento que estas señales confirmaban el ministerio de aquellos
que realmente habían sido enviados.
Estas
señales eran milagros, maravillas, y obras de poder (dunamis).
Con
todo, las señales de apóstol han
sido hechas entre vosotros en toda
paciencia, por señales, prodigios y milagros. (2 Cor. 12:12)
“…con
potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios;
de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico,
todo lo he llenado del evangelio de
Cristo. (Rom. 15:19)
Cuando
Pablo predicó el evangelio, fue completamente llenado “…con
potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios”.
Preguntamos a todos los que piensan que son apóstoles hoy en día:
¿Están ustedes seguros? ¿Las señales de un apóstol testifican de
su ministerio? ¿Es realmente usted “un enviado?” Claramente esta
es la única prueba de un apóstol.
Si
estas señales están ausentes, usted no es un apóstol. ¡Lo siento!
Si
usted no puede decir con toda sinceridad, “soy
lo que soy por la gracia de Dios”,
y si las palabras “he trabajado
más abundantemente… y no yo, sino la gracia de Dios en mí”
no describen su ministerio, mejor es que piense de nuevo en su
llamamiento. Mejor busque a Dios y pregúntele que pruebe su corazón
para ver si su apostolado fue hecho por el hombre, o nacido de Dios;
guiado por ambición o por gracia. No hay nada que perder excepto sus
ilusiones. Si usted descubre que no es un apóstol y que usted fue
embaucado por su propio corazón – ambicioso – no ha perdido
nada, sino que ha ganado la verdad.
Dios
sabe que la fuerza conducente detrás de nuestros así-llamados
ministerios procede de un deseo de ser los primeros, o por amor a El
y a Su pueblo. “Porque la
palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón”. (Heb.
4:12)
El
tiempo en el que Dios pasaba po alto esta clase de necedad se acabó.
Usted no puede engañar a Dios. Si usted persiste en este juego,
usted perderá. Pablo advertía sobre esto cuando escribió:
“…inicuo
cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales
y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que
se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser
salvos.
Por
esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a
fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad,
sino que se complacieron en la injusticia”. (2 Tes. 2:9-12)
En
nuestros años de cristianismo institucional, hemos sido testigos de
la cristianización de cada ambición conocida por el hombre. Seamos
honestos con nosotros mismos, queridos santos, y permitamos que la
espada de dos filos de Dios corte y divida entre nuestras ambiciones
del alma y lo que es nacido del Espíritu de Dios en nuestras vidas.
La carne no puede misteriosamente transubstanciarse en algo
espiritual.
No,
lo que es nacido de la carne ES ahora y siempre será carne y no se
gloriará en Su presencia.
El
corazón es desesperadamente malo y siempre trata de poner su mejor
cara en la carne. Solo Dios es capaz de discernir y exponer sus
pensamientos e intenciones.
Así
que como sacrificios vivos, pongamos nosotros mismos en el altar ante
nuestro Gran Sumo Sacerdote que nuestros pensamientos internos puedan
estar desnudos y conocidos ante nosotros. ¡Mejor es saber esto ahora
que después! Le dejamos con esta
simple exhortación.
Dios
nos está apartando de manera que no pertenezcamos más a nosotros
mismos. Nuestras mentes tampoco son nuestras. El Dios que hace nuevas
todas las cosas está obrando para formar la mente de Cristo en
nosotros.
Parte
de la obra de Dios en nosotros es guiarnos hasta ver que en nuestra
carne no mora nada bueno. No hay nada redimible allí. Muchas
personas que se llaman a sí mismos “Cristianos” hoy en día, se
están reinventando a si mismos para evitar la obra de la cruz
personal de Cristo, la cruz que requiere morir a sus ambiciones.
Cuando Pedro dijo a Jesús, “Señor, ten compasión de ti…” la
respuesta de Jesús fue directo al punto, “¡Quítate de delante de
mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las
cosas de Dios, sino en las de los hombres.”
El
estaba hablando al espíritu del anticristo dentro de Pedro. Es una
dura realidad que el templo donde el anticristo se sienta es el mismo
templo de Dios, en aquellos que profesan ser seguidores de Jesús.
Fue real antes y es aún más real hoy en día. Juan escribió:
Hijitos,
ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo
viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos
que es el último tiempo. Salieron
de nosotros, pero no eran de
nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido
con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son
de nosotros. (1 Jn. 2:18-19)
“Salieron
de nosotros” – griego – exerchomai – 2ª) salir de una
asamblea. Ejemplo: olvidarse de eso, 2b) salir de algo físicamente,
levantarse de, nacer de, 2c) salir de bajo el poder de alguien, salir
de algo en forma segura, 2d) salir de (algo privado) e ir al mundo,
ante el público (de aquellos que por ser algo nuevo atraen la
atención).
El
espíritu del anticristo se levanta sobre otros (“hijitos”) de
modo a atraer la atención hacia sí mismo.
Apostoles Verdaderos o Falsos - Michael Clark, George Davis
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