George H. Warnock
Jesús es el CAMINO, y la VERDAD, y la VIDA – y no es solamente el que muestra el Camino, el que dice la Verdad y el que imparte la Vida. En otras palabras, Él no solo nos dice qué hacer, no solo nos explica lo que Él quiere decir, y no solo nos da una parte de Su propia vida.
Debemos llegar a ser UNO con Él en todos los tres campos. Debemos estar plenamente identificados con Él. Entonces, cuando empezamos a identificarnos con Él, descubrimos zonas de la Verdad y de la Vida que no hubiéramos podido descubrir jamás mediante mucho estudio y esfuerzo.
En sus comienzos, el pueblo de la Iglesia del Nuevo Testamento acostumbraba a referirse a sí mismo como el pueblo del Camino. Hace tiempo, reflexionaba mucho sobre esto. Saulo se dedicó a perseguir “este Camino;” pero, después de su conversión, dio testimonio que él adoró a Dios según el “Camino” que los hombres llamaban herejía.
El pueblo de Dios es el pueblo del CAMINO. Ellos van a llegar a algún lugar... no después que mueran, sino AHORA. Tienen el propósito, la visión, la luz; y sólo son peregrinos y extranjeros en la Tierra.
Como Abraham de la antigüedad, ellos saben que están en la tierra que Dios les ha prometido, pero que ella todavía no es la “casa.” Todas las promesas de Dios en Cristo Jesús son significativas y muy reales para nosotros, pero si en verdad somos el pueblo del Camino, como lo fue Abraham, tenemos que sentir que no estamos realmente en casa... que debe haber justamente algo más para la Vida de lo que hemos experimentado hasta ahora.
Tome nota de esto: Abraham estaba en la tierra que Dios le había prometido para siempre a él y a su Simiente... pero supo cabalmente en su corazón que debía haber mucho más en cuanto a la “tierra” de lo que él había visto cuando la recorrió a lo ancho y a lo largo. Él confesó que sólo era “extranjero y peregrino” – y el Espíritu Santo nos recuerda que un testimonio como éste, era indicio que él y su Simiente estaban esperando “la ciudad con fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios” (Hebreos 11:10). (Y no olvide usted que la verdadera Simiente de Abraham es “Cristo” y aquellos que están en Él). (Ver Gálatas 3:13-29).
Todas las benditas seguridades del Nuevo Testamento referentes a nuestra posición en Cristo y a nuestra bienaventuranza en Él, jamás fueron destinadas por el Señor para hacer que descansáramos en el gozo y en el contentamiento de esa bienaventuranza, sino para crear dentro de nosotros un hambre por alcanzar ese llamamiento a lo alto que, hasta ahora, ha estado fuera de nuestro alcance.
Feliz el hombre o la mujer que llega a ese lugar en su andar con Dios cuando – a despecho de todo el conocimiento y de todo el entendimiento que pueda tener en relación con su herencia en Cristo Jesús, todavía encuentra algo dentro de su corazón para decir: “Sí, te agradezco, oh Señor, por Tu Verdad y por todo lo que Tú me has dado... pero no estoy completamente satisfecho... porque hay algo que me hace falta... ¿qué es, Señor?” Porque entonces el Señor, que siempre tiene complacencia de aquella persona que tiene su deleite en Él, más de lo que se deleita con su conocimiento de la Biblia... el Señor Mismo se complace en revelarle más claramente Su Camino. Entonces, aquella persona hambrienta llega a comprender que la razón por la cual no puede estar satisfecha con su estado actual es porque, al andar con Dios, Él no le permite que esté satisfecha. Y Dios no le permite que esté satisfecha porque hay más, mucho más a lo que Dios desea llevarla.
Hay una diferencia entre estar “descontento” y estar “insatisfecho.” Siempre debemos estar agradecidos por todo lo que Dios ha hecho por nosotros y por el lugar a donde Él nos ha llevado; pero siempre deseosos de seguir adelante con Dios para entrar en la plenitud de Su propósito. Siempre satisfechos con el fresco maná que Él nos da diariamente para cada una de nuestras necesidades, pero que –aun cuando participamos de Él– permanece en nosotros esa hambre insatisfecha de participar del Viejo Grano de la tierra de nuestra herencia.
Hay más, mucho más. Todavía hay alturas que alcanzar en Dios; todavía hay océanos y profundidades que explorar en Dios, que jamás creímos que estuvieran dentro del ámbito de lo posible en esta vida.
El Hisopo que Nace en la Pared – George H. Warnock
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