Michael Clark
Siempre
encontré interesante como ciertos maestros de iglesias han seleccionado ciertas
porciones de la ley Judía para traerlas por encima de este nuevo y vivo Pacto
de fe en Jesucristo, para luego forzar a las Iglesias gentiles a seguir estas
leyes y costumbres Judías los cuales nuestros así llamados “líderes” agarran y
eligen para su propia conveniencia y bienestar y para la sobrevivencia de sus
instituciones hechas por el hombre.
La
doctrina del diezmo es un buen ejemplo. Es claramente una ley del Viejo Pacto.
Indefectiblemente
diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás
delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su
nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de
tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos
los días.
Y si
el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo [el diezmo], por estar lejos
de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre,
cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero
en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero
por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por
cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te
alegrarás tú y tu familia. (Dt. 14:22-26)
Cuando
un hombre fuerza esta ley en el pueblo para asegurarse a sí mismo un ingreso
seguro, o salario, él se pone a sí mismo y a la iglesia bajo maldición, no
bendición. El también cesa de vivir por fe. Vera usted, Pablo está enseñando
aquí que usted no puede seleccionar y elegir cuando se trata de la ley. Como
hemos visto en Gálatas capitulo tres, si usted sigue la mas pequeña porción de
la ley, usted debe guardar “todas las cosas escritas en el libro de la ley”
perfectamente.
En
Gálatas capítulo cinco Pablo continúa este tema:
Y
otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar
toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de
la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la
esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo,
ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Vosotros corríais bien;
¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de
aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa. (Gál. 3:3-9)
Cuando
usted trata de construir un fuerte argumento para el diezmo legalista del Nuevo
Testamento, usted realmente se debe esforzar para encontrar un soporte
espiritual. Es interesante que una práctica tan fuertemente enseñada en estos
días en las iglesias, sea raramente mencionada por los escritores del Nuevo
Pacto.
Ellos
solo mencionan la práctica del diezmo en cuatro lugares.
¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el
eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la
misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
(Mat. 23:23)
Mas
¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza,
y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer,
sin dejar aquello. (Luc. 11:42)
Dos
hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El
fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni
aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo
que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí,
pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido. (Luc. 18:10-14)
Considerad,
pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del
botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio,
tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de
sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero
aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los
diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor
es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres
mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo
así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún
estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. (Heb.
7:4-10)
En
los primeros dos pasajes, Jesús está reprendiendo la justicia propia de los
fariseos por diezmar, mientras al mismo tiempo dejan de lado lo que más importa
como la justicia, amor (misericordia), y fe (fidelidad). Parece que está
diciendo que no debían haber dejado de lado la justicia, la misericordia y el
amor en vez del diezmo. Jesús está despellejando a los fariseos que se paran
ante Dios jactándose de diezmar regularmente por un lado, mientras alaba al
recolector de impuestos por acercarse al altar en humildad y recibir el perdón
que estaba pidiendo. ¿No hubiese sido esta una excelente oportunidad para que
Jesús dejara en claro cuan importante es para la iglesia el diezmar? En vez de
eso, él recalcó la importancia de mostrar misericordia, hacer justicia, y
caminar humildemente ante Dios (Miqueas 6:8).
En
el pasaje de Hebreos, el autor está mostrándonos que Jesús no era del
sacerdocio Levítico, sino de una orden de autoridad más elevada al compararlo
con Melquisedec, el misterioso rey y sacerdote de Salem (ahora llamada
Jerusalén). Abraham le dio el diezmo del botín luego de rescatar a su sobrino
Lot de algunos reyes paganos. Aquí una vez más Jesús en la forma de Melquisedec
cumplió la ley del diezmo con la ayuda de Abraham, el hombre de fe.
Pues
se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec. Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su
debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de
una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. (Heb. 7:17-19)
Me
impresiona que a través de todo el Nuevo Testamento, ni Jesús ni los Apóstoles
recalcaran lo importante que era para los Gentiles el diezmar en sus iglesias,
y con todo, hoy es una de las enseñanzas mas repetidas dadas en los púlpitos.
Como Shakespeare le escribió a Hamlet: “La dama protesta mucho, yo pienso”.
Mire
el contraste del corazón del Pablo con respecto a recibir de la Iglesia:
“… y
no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben
atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el
mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de
vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. (2 Cor. 12:14-15)
Ahora
usted probablemente esté diciendo: “¿Si esto es así, cómo vamos a sostener
todos nuestros edificios y personal pastoral?” La iglesia del Nuevo Testamento
no vio en esto un problema. Aquellos que están haciendo la obra de ministrar,
andaban por fe. Estos hombres y mujeres confiaban en Dios para que proveyera
sus necesidades y a menudo trabajaban para sostenerse a ellos mismos y a otros.
Estos creyentes practicaban el dar a los pobres y a los necesitados (Vea Hch.
2:44-45; 4:32; Stg. 1:27; 1 Jn. 3:17-18), y eran alentados a apoyar a alimentar
a los ministros (Vea 1 Cor. 9:9; 1 Tim. 5:18). A menudo daban toda su fortuna,
no solo el diezmo, debido al abrumador amor de Dios por los perdidos, los
necesitados, y Sus ministros. Pero allí no había salarios ni edificios que
mantener, solo corazones que proveían las necesidades de todos los que
necesitaban en amor.
La Ley y la Iglesia - Michael Clark
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