Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


4 de septiembre de 2013

OTRO EVANGELIO


Davis y Clark

Transformándose (disfrazándose) ellos mismos.
Encontramos ciertas palabras y frases claves dentro de las cartas de Pablo, las cuales revelan la naturaleza de este otro evangelio. Refiriéndose a aquellos falsos apóstoles quienes predicaban este otro evangelio, Pablo declara lo siguiente: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan [se transforman] como apóstoles de Cristo” (2 Cor. 11:13)

La diferencia entre la religión y el cristianismo es ¿Quién está haciendo la transformación? La religión depende de la disciplina de la voluntad para cambiar. Pablo lo llamaba culto voluntario, implicando que eso se originaba en la voluntad del hombre. Pero en el verdadero Cristianismo, el cambio es el resultado del Espíritu de Dios conformándonos a la semejanza de su Hijo.

Pablo puso a prueba a los creyentes de Galacia con esta pregunta: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Ellos habían sido hechizados a aceptar “una apariencia de piedad, pero negaban la eficacia de ella” (2 Tim. 3:5). La religión es movida por el poder del hombre, no por el poder de Dios.

“…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo…” (Fil. 1:6)

Cristianismo es Dios desde el comienzo hasta el fin. El es quién comenzó la obra en nosotros, y él debe terminarla. Esto está tan lejos de la capacidad del hombre como lo están la creación y el mantenimiento del universo. Si el hombre se pudiese salvar a sí mismo tal vez también se podría santificar a sí mismo. Si el hombre hubiese sido el autor de su conversión, entonces tal vez pudiese haber sido el que la podría perfeccionar y consumar (Heb. 12:2). Jesús es el Alfa y Omega (Apocalipsis 1:8). El es por quien todas las cosas subsisten (Col. 1:17). Pablo sabía esto, por eso no interfería en los asuntos de Dios. En vez de eso, el discurso de Pablo delata una fe a la hechura de Dios, al punto de encomendar a esos creyentes - a quienes tanto amaba - en las creativas manos de aquel que no solo los formó, sino que también mantiene todas las cosas juntas: el consumador.

Pablo repetidamente expresa su fe en el autor y consumador. Al escribir a la Iglesia en Corinto, Pablo sabía que se estaba dirigiendo a una asamblea problemática. Sabía que allí había divisiones e inmoralidad. El inclusive tuvo que corregir a un hermano por tener sexo con la esposa de su padre. Ahora bien, sabiendo todo eso, ¿cómo empieza Pablo su carta a dicha Iglesia?

“…porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia; así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros, de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Co. 1:5-8)

¿Dónde estaba la fe de Pablo? Estaba en el que es Fiel. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. (v.9)

Pablo sabía que a pesar de sus muchos problemas, la Iglesia en Corinto estaba, no obstante, en las manos del Autor y Consumador.

Si tales problemas existieren en alguna de las ultra institucionales iglesias de hoy en día, sería cerrada en un abrir y cerrar de ojos. Pero Pablo sabía que era Dios quien daba el crecimiento, y que era El quien afirmaría sus corazones en santidad.

Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. (1 Tes. 3:12-13)

En su reunión final con los ancianos de Éfeso, Pablo los advirtió con respecto a la venida de la apostasía, y luego se despidió con lágrimas de aquellos a quien el tan cariñosamente amaba. Sabiendo que nunca más vendría por ese camino de nuevo, dijo: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”. (Hch. 20:32)

Somos hechura suya. Nosotros no nos transformamos ni nos disfrazamos a nosotros mismos. Somos creados en Cristo Jesús para buenas obras y aun esas mismas obras no son de nuestra propia elección. Porque son las obras “las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. (Ef. 2:10)

“…no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios…” (2 Co. 3:5) “…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2 Tim. 1:12)

¿Así que cuál escogeremos, la religión de la auto transformación, con sus cultos voluntarios de “no manejes, no gustes, no toques”, o confiar en el autor y consumador? Si no tenemos fe en el autor y consumador, no tendremos otra alternativa que interferir en Sus asuntos. Trabajaremos bajo la ilusión de que nuestra mano firme es necesaria.

Cuando el rey David fue para traer el arca del Señor, “pusieron el arca de Dios sobre un carro nuevo”. El conductor del carro era un hombre llamado Uza. David estaba contento, y él y todo Israel con toda una orquesta tocaban y danzaban con todas sus fuerzas ante Dios. Finalmente arribaron a la era de Nacón, tropezaron los bueyes, y Uza “…extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo…”

Y el furor de Dios se encendió contra Uza y lo hirió y cayó muerto allí mismo. ¿Por qué? “Porque había extendido su mano al arca” (1 Cr. 13:7-10). Esto puso fin a las festividades. Hay mucho que aprender de esto. Para empezar ellos no debían transportar el arca en un carro. Debía ser llevado en los hombros de los sacerdotes. Segundo, en Números 4:15 se advierte a los Levitas que cuando transportasen las cosas santas no debían tocar nada de ellas o morirían.

Pero ahora vamos a considerar esto a un nivel más personal, sobre qué significa esto para nosotros individualmente. ¿Cómo entonces debemos vivir? La mayoría de los cristianos no se dan cuenta de esto, pero la mayoría de las observancias religiosas fueron agregadas como complementos religiosos en tiempos de decadencia espiritual. Tenían que hacer algo cuando se encontraban juntos.

Mientras la iglesia gradualmente cambiaba fe y confianza en Jesús por teología sistemática, asimismo los mismos engaños – si son adoptados por los nuevos cristianos – resultarán en la misma apostasía a un nivel personal. Mientras ellos en forma entusiasmada adoptan la larga lista del “haz esto y no hagas aquello” presentada a ellos como el camino a la obediencia, no se darán darse cuenta que ese es el ladrón que va a ocupar y llenar, poco a poco, el lugar de la íntima comunión con Cristo.

Y así empieza el proceso del cambio, reemplazando a Cristo con la religión. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.” (Col. 2:8) Donde ellos alguna vez confiaron solamente en Cristo para salvación, ahora confían en su propia justicia, como lo consideran de acuerdo a su nuevo estándar de obediencia.

Donde ellos alguna vez presentaron cada objetivo y pedido a Cristo, ahora buscan sus soluciones de los reemplazantes profesionales de Cristo; hombres que fueron entrenados a cambiar las respuestas que ellos buscan. Alguna vez las voces del Espíritu revelaron a Cristo como el camino, la verdad, y la vida. Ahora están enredados en preocupaciones acerca de en qué camino y forma la verdad se lleva a cabo, y en el deseo de encontrar vida por el hacer, por las obras. Alguna vez era suficiente retirarse a un lugar tranquilo y estar en comunión por horas y días seguidos. Ahora no pueden descansar hasta que no estén rodeados de ruido - ruidos religiosos - el clamor de la maquinaria religiosa. No pueden más ya vivir privadamente, porque han perdido contacto con realidad de la calma la cual Cristo habló cuando dijo: “Nunca los dejaré solos”. Consecuentemente cuando ellos no están en medio de una multitud, ellos están solos. Ellos han cambiado Getsemaní por las Ferias populares; comunión por conmoción.

La mayoría de los cristianos miran hacia atrás, hacia sus primeros días como cristianos, siguiendo su conversión con afecto. Esos eran días de búsquedas; días de íntima comunión con Cristo. Olas de paz y gozo inundaban su existencia. El peso del pecado que ellos habían llevado toda su vida fue quitado y ellos sintieron la liviandad y alegría que los elevaba por encima del plano temporal. Las realidades del cielo eran más substanciales que las cosas materiales y terrenales. Cuando le pregunté a mi esposa Charlotte: “¿Qué eran esos primeros días para ti?, ella dijo: “Era como estar enamorada por primera vez”. Y ella está en lo correcto. Muchos, al recordar aquellos primeros días, miran hacia atrás con un sentir de perplejidad. ¿Por qué? ¿Por qué no podemos tener esa clase de relación con el Padre todo el tiempo? En expresar este deseo de comunión ininterrumpida con Cristo, y mi pesar de que eso no era más una realidad en mi propia vida, una querida y desinformada hermana respondió a mi dilema algo así: “Entonces tú eras un bebé en el Señor, y eso requería de mucho mimo. Pero ahora ya estás crecido y debes caminar por fe y no por sentimientos.”

Por medio de esto aprendí que era una niñería el amar y era rebelde en la presencia del Señor. Inclusive me sentí culpable por haberlo deseado secretamente. Miraba con ojos celosos cuando otros entraban en el reino maravillados y expresando su gozo, el cual yo secretamente codiciaba. Pero ya no soy más un bebé, pensaba, debo dejar de lado esas cosas de niños. Recuerdo que algunos de los mayores comentaban sobre estos celosos jóvenes, diciendo: “Solo denles algún tiempo, ahora están en una altura emocional; pero bajarán, y se unirán al programa como el resto de nosotros”. Y mientras observaba, eso es exactamente lo que ocurría. No pasó mucho tiempo para que el brillo de sus ojos desapareciera. Y las expresiones de júbilo se silenciaban, mientras sus rostros tomaban una expresión lánguida, la cual he visto como característica de los “cristianos maduros”. Cuanto más se unían al programa, más espiritualmente aletargados se volvían.

Mientras su capacidad por la vida, el gozo, y el misterio, iban siendo lentamente reemplazados por las disciplinas de la teología sistemática, consecuentemente declinaba ese maravillarse de niños que tenían. Fuimos llevados cautivos por engaño, y ni siquiera nos dimos cuenta de ello.

¡Ok, ya sabemos bastante sobre el problema! ¿Cuál es la respuesta? ¿Como hacemos a Cristo irremplazable?

¡La respuesta es Cristo! ¡Cristo más nada! El no es la cabeza figurativa de la Iglesia. ¡Cristo es la cristiandad! La respuesta no es solo la verdad sobre El, sino CRISTO MISMO. EL es el camino, la verdad, y la vida.

A menudo oigo decir a la gente: “Me gustaría poder tener un poco de Sanidad Divina, pero no puedo”. Algunas veces dicen “Yo lo tuve”. Si yo les pregunto, “¿Qué tuvieron?” la respuesta es algunas veces, “yo tuve la bendición”, otras veces es “Yo tuve la teoría”; otras “Yo tuve la sanidad”; otras, “Yo tuve la santificación”. Pero doy gracias a Dios que hemos sido enseñados que no es la bendición, no es la sanidad, no es la santificación, no es la cosa, no es “eso” lo que usted quiere, sino que es algo mejor. Es “el Cristo”; es El Mismo. Cuán a menudo esto viene de Su propia palabra – “Ciertamente llevó él [mismo] nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores…”, El Mismo “llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero…”.

(A. B. Simpson. EL MISMO)
Reemplazando a Jesús - Davis y Clark

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry