George Davis
Recientemente
Michael Clark y yo nos encontramos con un querido hermano en Cristo quien
trabaja entre los jóvenes Nativos Norteamericanos encarcelados. Su nombre es
Bud Heringer.
Bud
compartió con nosotros cómo él encontró la presencia del Señor entre las ochlas
(la multitud). ¡Allí captó nuestra atención! “¿Qué eran las ochlas?”
Preguntamos casi al unísono. Bud respondió” “Los marginados, las multitudes, la
gente común, lo opuesto a los gobernantes y hombres que dirigen”. El continuó
explicando que la provisión del Señor es con los ochlas y que cuando él está
sirviendo a estos rechazados de nuestra sociedad, él siente la presencia del Cristo
viviente. Entonces dijo algo que penetró fuerte dentro de nuestros corazones:
“¡Jesús estuvo entre estos ochlas dos mil años antes y todavía esta allí hoy!”
Usted
no encontrará su presencia morando en un lugar santo o en un monte santo en
algún lugar. Usted lo encontrará donde usted lo hubiese encontrado si hubiese
estado en Judea 2000 años antes. Usted todavía lo va a encontrar en las playas
o en los mercados, Usted lo va a encontrar donde sea que se encuentre esa oveja
perdida, colgando de las rocas del despeñadero de la vida. Cristo todavía está
allí entre los ochlas. El todavía está preguntando a todo el que quiera oír:
“¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” ¿Quiere oír a Jesús? El está
allí entre los ochlas. Al ministrarles a ellos, le ministramos a él.
William
Booth, el fundador del Ejército de Salvación, tuvo una visión que está muy
relacionada con esta verdad:
Mientras
miraba fijamente desde la ventana de su carruaje, considerando la desgraciada
condición de las multitudes a su alrededor, vio un oscuro y tormentoso océano.
En ese océano vio multitudes de seres humanos pobres luchando y ahogándose. En
este oscuro y enojado océano, él vio “una poderosa roca con su cúspide
alzándose por encima de las negras nubes”.
Alrededor
de la base de esta gran roca vio una larga plataforma donde un número de pobres
luchando, desgraciados ahogándose, trepaban fuera del océano para
salvaguardarse. Unos pocos de ellos que ya estaban seguros en la plataforma
ayudaban a las pobres criaturas todavía en las violentas aguas a alcanzar el
lugar de seguridad.
Los
ocupantes de la roca estaban divididos en dos diferentes clases, y ellos se
ocupaban de sí mismos con diferentes placeres y empleos. Pero solo uso cuantos
de ellos parecían hacer de sus negocios rescatar a los que sufrían. Si bien
cada uno había sido rescatado del océano, la memoria de sus tinieblas y
peligros no les preocupaba más para nada y no les importaban aquellos que
luchaban y se ahogaban justo frente a sus ojos. Muchos iban regularmente a oír
seminarios y sermones en donde se describía el horrible estado de estas pobres
criaturas ahogándose.
El
señor Booth describió la condición de aquellos en las rocas como sigue:
“Algunos
de ellos estaban absortos día y noche en comerciar y hacer negocios de para
acumular ahorros en cajas, acciones, y bancos. Muchos gastaban su tiempo
entreteniéndose con crecidas flores en los lados de la roca, otros pintando u
oyendo música, o vistiéndose en diferentes modas y caminando para ser
admirados, Algunos estaban ocupados mayormente en comer y beber, otros estaban
ocupados argumentando sobre las pobres criaturas que ya habían sido
rescatadas.”
Pero
lo que realmente impresiono más a Booth fue que:
“…aquellos
en la plataforma a quienes él (Cristo) llamó, quienes oyeron su voz, y
sintieron que debían de obedecer (por lo menos decían que lo hicieron),
aquellos que confesaron amarlo, que estaban en total simpatía con él en la
tarea que él había asumido, que lo adoraban (o decían hacerlo) estaban tan
absortos en sus comercios y profesiones, sus reuniones de negocios y placeres,
sus familias y amigos, su teología y argumentos, y su preparación para ir al
Continente, que ignoraban el clamor que venia a ellos desde aquellos por
quienes El mismo había ido al fondo del mar. Si lo oyeron, no respondieron. No
les importaba. Y así la multitud continuaba justo frente a ellos, luchando, y
chillando, y ahogándose en las tinieblas.
Y lo
más extraño de todo, vi que algunas de estas personas en la plataforma, a quien
él había llamado para que vinieran a ayudarlo en Su difícil tarea de salvar a
estas almas que perecían, ¡estaban siempre orando y clamando para que El
viniera a ellos!
Algunos
querían que él viniera y estuviera con ellos, y que gastara Su tiempo y fuerzas
en hacerlos más felices. Otros le pedían que viniera y les quitara varias dudas
y desconfianzas que tenían con respecto a la verdad de algunas cartas que él
les había escrito a ellos. Algunos querían que viniera y les hiciera sentir más
seguros en la roca, tan seguros de manera que ellos estuvieran convencidos de
que nunca más se iban a resbalar al océano.
Muchos
otros querían que él les hiciera sentir seguros de que realmente un día iban a
salir de la roca e iban a ir al Continente , porque se daba por cierto que era
bien sabido que algunos habían caminado tan descuidadamente que resbalaron, y
se habían caído de nuevo en las tormentosas aguas.
Así
que estas personas solían reunirse y subían tan alto en la roca como podían, y
mirando hacia el Continente (donde pensaban que él estaba) clamaban: “¡Ven a nosotros y sálvanos!” Y sin
embargo todo el tiempo él estaba abajo (por su Espíritu) entre las pobres
criaturas ahogándose en las profundidades, con Su brazos estirando para
agarrarlos y salvarlos, y mirando arriba, con tanto anhelo pero en vano, hacia
aquellos en la roca, suplicando con ellos, Su voz ronca de llamarlos “¡Vengan a
mi, y ayúdenme!”
Jesús
está abajo en las aguas. ¡El está entre las multitudes! ¡El no está entre la
alta sociedad en la Ciudad Cristiana! ¿Iremos a él?
La Población Olvidada - George Davis
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