Charles E. Newbold Jr.
Estas idolatrías
del Yo son fortalezas de la mente. Una fortaleza espiritual es la preocupación
por un objeto, una persona, o una institución, con ira o temor; con un fetiche,
una adicción o un pecado. Una fortaleza espiritual es cualquier cosa que nos
fascine, domine nuestras mentes, y nos haga comportarnos obsesiva y
compulsivamente. Estas son cosas que gobiernan sobre nosotros. Aparentamos no
tener ninguna fuerza para hacer algo con respecto de las mismas. Y sin embargo,
no podemos negar que estas cosas son dañinas a nosotros o a otros.
Una fortaleza
espiritual puede también ser la parrilla de salida por la que vemos cosas. La iglesia es una de tales fortalezas de la
mente. Nos han lavado el cerebro para
llegar a creer que la iglesia, tal y
como la conocemos y practicamos, es lo que deberíamos hacer. Jamás hemos
conocido otra cosa que la iglesia tal
y como la practicamos. Así que cuando
digo que la iglesia es un ídolo y una fortaleza en tu mente, puede que te sea
muy difícil creerlo.
No puedes verlo.
Incluso si lo vieras, te cuesta trabajo aceptarlo por causa de tu mente o forma
de pensar. Sin embargo, una vez que ves el engaño, recibes la verdad y
comienzas a caminar en la luz, comienzas a notar como cambia tu mente. La fortaleza
está siendo derribada.
Sacar a la novia
de Cristo de la iglesia no es una
tarea fácil porque la iglesia es una
fortaleza en su mente. Dios tiene que
sacar a la iglesia de nosotros, y
también tiene que sacarnos a nosotros de ella.
Lenguaje extraño, ¿cierto? Porque a la par que Dios trata de sacarnos de la
iglesia, nosotros estamos tratando de
meter gente en ella. Si tratamos de abandonar la fortaleza de la iglesia antes
de que haya sido sacada de nosotros, simplemente regresaremos a ella.
Navidad.
La Navidad es una de esas fortalezas de la mente. No había sido celebrada de
ninguna forma antes del siglo tercero. Alexander Hislop explica: “Mucho antes
del siglo cuarto, y antes de la era cristiana en sí, los paganos celebraban un
festival en ese preciso momento de año,
en honor del nacimiento del hijo de la reina Babilonia de los cielos; y puede
que presumiblemente, para conciliar a los paganos, y para engrosar las filas de
los adheridos nominales del Cristianismo, el mismo festival fuera adoptado por la
iglesia Romana, dándole el nombre de Cristo” {7} Tomaron esta
celebración estrictamente pagana y pusieron a Jesús en el centro de la misma.
Roma instituyó
una misa que era llamada la misa de Cristo (Christ-Mass, en inglés), y que
luego se abrevió a Christmas (“Navidad”, en Inglés”). La navidad siempre ha
sido, es y siempre será una fiesta pagana. Ha crecido a lo largo de los siglos
para convertirse en el insulto encantado, mágico, lleno de mercadería, a Dios,
que es hoy día. Somos hipnotizados por ella. Enganchados a ella. Esclavizados
por ella. En deuda con ella. Dennis Loewen añade: “La navidad es otro ejemplo
de lo poderoso que es el falso espíritu de fornicación. Hay un espíritu de la
navidad. Es cálido. Es maravilloso; es bueno... Pero no es de Dios”.
El mundo ama la
Navidad tanto como la aman los cristianos. ¿Qué nos dice eso? Una celebridad
“cristiana” dijo en un programa de televisión nacional que la navidad son tres
cosas: “decorar, dar regalos y comer”: Debemos saber que lo que ama el mundo no
puede ser de Dios. El apóstol Juan nos exhorta: “No améis el mundo, ni las
cosas que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, y los deseos
de lo ojos, y la vanagloria de la vida, no es del Padre, sino del mundo” 1ª
Juan 2:15-16.
El hecho de que
lo que la mayoría de la gente hace en Navidad tenga sus raíces en este festival
de invierno pagano, debería ser en sí razón más que suficiente para que los
Cristianos no lo celebraran—el árbol y las luces, las velas, el muérdago, el
intercambio de regalos, el tronco en la
chimenea, los pasteles, el pavo, la borrachera e incluso la fecha del 25 de
Diciembre. El hecho de que esta época del año sea completamente centrada en las
compras hoy, debería añadir a nuestro desprecio por esto. Sin embargo, el
verdadero bofetón a Dios es que amamos estas cosas del alma mas que a la
obediencia a ÉL. Son fortalezas emocionales en nuestras mentes. Nos faltaría un
juicio sano si creyéramos que podemos celebrar estos días y épocas tenazmente,
y ser libres de su cautividad.
La idea de no
celebrar la Navidad produce tal afrenta a los demás, que la mayoría no podría
sacrificarla incluso estando convencidos de que era una abominación para Dios. Se
nos considera leprosos por no seguir con ella. Agradamos a los hombres más que
a Dios.
He escuchado el
cliché en mi niñez, de “devolver a Jesús a la Navidad”. Con frecuencia se
inscribe de la siguiente manera: “Pon a Cristo de vuelta en la Navidad” (en
inglés, la palabra “Navidad” se inscribe con frecuencia como X-mas, la “X”
simbolizando a Cristo). Incluso aunque la “X” probablemente signifique la letra griega chi que aparece en Christ (Cristo en inglés), tenemos la tendencia a pensar en ello
como si quitásemos a Jesús.
Durante años he
estado pensando en esto y ahora me atrevo a decirlo: en lugar de devolver a
Jesús a un festival pagano al que Él, en primer lugar, nunca perteneció,
saquémosle de ahí completamente y devolvámoslo al mundo al que pertenece.
Después de todo, la Biblia nunca demandó esta celebración, y Jesús nunca habría
impuesto una atadura enloquecedora sobre nosotros. Pablo escribió: “Para
libertad Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes y no estéis otra
vez sujetos al yugo de esclavitud” Gálatas 5:1. Eso es lo que tenemos que
enseñar a nuestros niños.
La Navidad es
uno de esos “lugares altos” que la mayoría de nosotros aparentan no estar
dispuestos a derribar, incluso sabiendo como Dios pueda sentirse al respecto.
Nuestras mentes están ya decididas. “Me gusta la Navidad”, me dijo una madre
joven. El resto de su frase lo podemos imaginar, “Así que voy a seguir con
ello”. Construimos escenas de los pesebres en nuestros jardines y levantamos
Papá Noeles luminosos junto a ellos. Buddy, en una caja registradora, ilustraba
esta mezcla de forma muy simple. Tenía un gorro de Papa Noel sobre su cabeza y
una cinta de W.W.J.D. (Siglas en Inglés de la frase: ¿Qué haría Jesús?)
alrededor de su cuello. Buddy, Jesús no habría llevado ese gorro.
Después de decirle
a una anciana el por qué yo ya no celebraba la Navidad, ella respondió, “Pero
no pienso en dioses paganos cuando miro mi árbol de Navidad. Yo pienso en
Jesús”. Eso me pareció razonable. Pregunté a Dios al respecto. El contestó:
“¿Qué pensarías tú si cogieras a tu esposa en adulterio y ella te contestara,
‘pero cariño, estaba pensando en ti todo el tiempo’!”
Mucha gente se
justifica, “lo hacemos por los niños”. Si la Navidad es idolátrica para los
padres, entonces por qué los padres quieren sacrificar a sus hijos a estos
ídolos?”
Semana Santa.
La Semana Santa es igualmente idolátrica y escalofriante. Muchos cristianos
usan el término Semana Santa con cariño, y en asociación con la preciosa
resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sin considerar el hecho de que Semana
Santa (“Easter” en Inglés) es la palabra Inglesa para la diosa Ishtar (también
llamada Astarte y Eostre en otras culturas paganas). Ishtar se celebraba como
la reina del cielo. Mucho de lo que hacemos en Semana Santa tiene su origen en
el paganismo. La fecha de la celebración de la Semana Santa no coincide
regularmente con la resurrección de Jesucristo, que ocurrió tres días después
de la Pascua. La Cuaresma, los cultos al amanecer, la decoración de los huevos,
los conejitos, son todos ellos abominaciones no sujetas a la Escritura, para
Dios.
Entonces, ¿Cómo
llegamos a practicar todas estas cosas? Alexander Hislop escribe, “para
conciliar los paganos con el Cristianismo nominal, Roma, siguiendo su política
normal, tomó medidas para amalgamar los festivales paganos y cristianos, y
mediante un ajuste muy complicado pero ingenioso del calendario, no resultó ser
una tarea difícil en general, conseguir que el Paganismo y el Cristianismo--
este último ya muy hundido en la idolatría—se dieran la mano”. {8}
Dennis Loewen
hace la siguiente observación, “La ramera no tiene cuidado de estas cosas. Se
acostará con cualquier cosa siempre que sea otro Jesús. Su razonamiento es el
siguiente: “¿Para qué molestarse con estos detalles?”. Por otro lado, a Dios si
le importa. ¿Cómo puede alguien leer las Escrituras y verle de otra forma?
Los Crucificados - Charles E. Newbold Jr.
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