Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


4 de agosto de 2011

LA IGLESIA SUBTERRANEA



RICHARD WURMBRAND
La segunda faceta de nuestra obra era nuestro trabajo misionero subterráneo entre los propios rumanos.
Muy pronto los comunistas se quitaron sus máscaras. Al principio, usaron la seducción para ganar a los dirigentes cristianos, pero luego comenzó el terror. Miles fueron arrestados. Ganar un alma para Cristo comenzaba a ser un una cosa dramática para nosotros también, como lo había sido por tanto tiempo para los rusos.
Yo mismo estuve más tarde en prisión junto a otras almas a las cuales Dios me había ayudado a ganar para Cristo.
Estaba en la misma celda con uno de ellos, que había dejado a sus seis hijos, y que ahora estaba en prisión por su fe cristiana. Su mujer y sus hijos se hallaban desamparados y hambrientos. Probablemente nunca más los vería. Le pregunté: “¿Siente usted algún resentimiento hacia mi por haberle traído a Cristo, considerando que su familia ahora está en la miseria?” Me dijo: “No tengo palabras para expresarle mi gratitud por haberme traído a este maravilloso Salvador. No quisiera que hubiera sido de otra manera.”
Predicar a Cristo bajo las nuevas condiciones no era tarea fácil. Logramos imprimir varios folletos, pasándolos a través de la severa censura de los comunistas. Presentábamos al censor un folleto que tenía en su portada el retrato de Carlos Marx, el fundador del comunismo. Llevaba por título “La religión, opio de los pueblos”, u otros parecidos. Este lo consideraba como literatura comunista y colocaba el sello aprobatorio en ellos. Después de una pocas páginas llenas de citas de Marx, Lenin y Stalin, con las cuales agradábamos al censor, dábamos el mensaje de Cristo.
La Iglesia Subterránea lo es solamente en parte. Al igual que un témpano una pequeña parte de su obra es visible. Íbamos a las reuniones comunistas y distribuíamos esos folletos “comunistas”. Estos, al ver el retrato de Marx, competían por comprarlo. Para cuando llegaban a las páginas que realmente nos interesaban y se daban cuenta que hablaba de Dios y de Jesús, estábamos ya muy lejos.
Resultaba, en cierto modo, difícil predicar entonces. Nuestro pueblo estaba muy oprimido. Los comunistas les quitaron todo a todos. No solamente sufrían los “capitalistas”, sino también los pobres. Casi todas las familias tenían algún familiar en prisión, y la pobreza era extrema. Por eso la gente preguntaba: “¿Cómo es que un Dios de amor permite el triunfo del mal?”
Tampoco les hubiera sido muy fácil a los primeros apóstoles predicar a Cristo el Viernes Santo, cuando Jesús moría en la Cruz, pronunciando las palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Por el hecho que nuestro trabajo fuera realizado, probaba que era de Dios y no de nosotros. La fe cristiana tiene una repuesta para tales preguntas.
Jesús nos contó la historia del pobre Lázaro, oprimido en su tiempo como nosotros éramos oprimidos, aunque al final, los ángeles lo llevaron al “seno de Abraham.”


Cómo la Iglesia Subterránea trabajó parcialmente en forma abierta
La Iglesia Subterránea se reunía en casas particulares, en los bosques, en los sótanos; dondequiera que pudiera hacerlo. Allí, en secreto, a menudo se preparaban los trabajos que se harían de forma abierta. Bajo el régimen comunista pusimos en práctica un plan de reuniones de predicación en plena calle, pero con el tiempo llegó a ser demasiado peligroso. Sin embargo, por ese medio llegamos a muchas almas que de otro modo no habríamos podido alcanzar. Mi esposa era muy activa en esto. Algunos cristianos se reunían silenciosamente en las esquinas y comenzaban a cantar. Al escucharlos, mucha gente se reunía para oír el hermoso canto, y entonces mi esposa aprovechaba para entregarles el mensaje. Abandonábamos el lugar antes que llegara la policía.
Una tarde, mientras me encontraba en otro lugar, mi esposa entregó el mensaje delante de miles de trabajadores, a la entrada de la gran fábrica Malaxa, en la ciudad de Bucarest. Les habló de Dios y de la salvación. Al día siguiente muchos obreros de la fábrica fueron fusilados después de rebelarse en contra de las injusticias de los comunistas. ¡Habían escuchado el mensaje muy a tiempo!
Éramos una Iglesia Subterránea, pero al igual que Juan el Bautista, hablábamos abiertamente de Cristo a los hombres y gobernantes.
Lla Iglesia Subterránea no solamente trabajaba en reuniones secretas, haciendo actividades clandestinas, sino también en forma abierta, con valentía proclamando el Evangelio en las calles y a los dirigentes comunistas. Había un precio, pero estábamos dispuestos a pagarlo. La Iglesia Subterránea sigue dispuesta a pagarlo hoy también.
La policía secreta persiguió mucho a la Iglesia Subterránea, porque reconocía que ésta era la única resistencia efectiva que quedaba, y precisamente una clase de resistencia, la espiritual, que si no era combatida terminaría por socavar su poder ateo. Reconocieron, como sólo el diablo puede hacerlo, que representaba una amenaza inmediata para su seguridad. Sabían que si un hombre cree en Cristo jamás llegará a ser un objeto sumiso, sin voluntad propia. Sabían que podían encarcelar a los hombres, pero no podrían encarcelar su fe en Dios. Por eso luchaban tanto en su contra.
Pero la Iglesia Subterránea también tiene sus simpatizantes o miembros aún en los gobiernos comunistas y la Policía Secreta.
Dimos instrucciones para que algunos cristianos ingresaran en la Policía Secreta y se pusieran el uniforme más odiado y despreciado de nuestro país, y de esta manera pudieran comunicarnos sus actividades. Por eso varios hermanos de la Iglesia Subterránea se enrolaron, manteniendo oculta su fe. No es fácil sufrir el desprecio de la familia y amigos por usar el uniforme comunista, sin poder decirles su verdadera misión. Pero lo hicieron. Tan grande era su amor por Cristo.
Cuando fui secuestrado en plena calle y mantenido por años en el más estricto secreto, un médico cristiano se hizo miembro de la Policía Secreta. Como médico de ésta tenía acceso a las celdas de los prisioneros y de este modo esperaba poder encontrarme. Todos sus amigos le despreciaron, creyendo que se había hecho comunista. Lucir el uniforme de los torturadores es un sacrificio mucho mayor por Cristo que usar el uniforme de prisionero.
El médico me encontró en una mazmorra oscura y subterránea, y pudo comunicar que aún me encontraba vivo. ¡Fue el primer amigo que pudo verme durante esos terribles primeros ocho años y medio! Gracias a él se supo que yo estaba vivo y cuando se libertaron a presos políticos a raíz de la amnistía concedida después de la conferencia entre Eisenhower y Kruschev, en 1956, los cristianos clamaron por mi libertad también. Entonces me libertaron por un poco de tiempo.
Si no hubiese sido por la valerosa acción de aquél médico cristiano al enrolarse en la Policía Secreta con el propósito específico de localizarme, jamás hubiera sido liberado. Es posible que todavía estuviera en la cárcel (o en una tumba).
Aprovechando su posición en la Policía Secreta, estos miembros de la Iglesia Subterránea nos advirtieron de peligro muchas veces, y fueron de gran ayuda. La Iglesia Subterránea todavía cuenta con la ayuda de esos miembros suyos infiltrados en la Policía Secreta. Algunos ocupan altas posiciones en los círculos comunistas, ocultando su fe. Un día, en el Cielo, podrán hacer pública su proclama de Cristo, a quien ahora sirven en secreto.
Sin embargo, muchos miembros de la Iglesia Subterránea fueron descubiertos y encarcelados. Entre nosotros también teníamos nuestros propios “Judas”, que informaban a la Policía Secreta. Los comunistas usaron los golpes, las drogas, las amenazas y el chantaje con el fin de lograr que nuestros ministros y laicos les informaran sobre sus hermanos.
Una de nuestras obreras era una jovencita de la Iglesia Subterránea. La Policía Secreta había descubierto que ella repartía secretamente Evangelios y que enseñaba a los niños acerca de Cristo. Decidieron arrestarla, pero para hacer el arresto lo más doloroso y terrible posible, postergaron la detención por algunas semanas, esperando al mismo día en que contraería matrimonio. En el día de su boda, ya se había puesto su traje nupcial. Para cualquier mujer es el día más maravilloso y alegre de su vida. Repentinamente se abrió la puerta de su casa, precipitándose al interior la Policía Secreta. La novia, al verlos, extendió los brazos para ser esposada. Las esposas le fueron colocadas rudamente en sus muñecas. Mirando a su amado besó las cadenas, exclamando: “Agradezco a mi Novio celestial esta joya que me obsequia en el día de mi boda. Le agradezco que me haya considerado digna de sufrir por Él.” Fue sacada de allí en medio del llanto de su novio y de los presentes. Todos sabían perfectamente la suerte que aguardaba a las jóvenes cristianas en manos de los comunistas. Después de 5 años fue puesta en libertad, destruida y físicamente arruinada, aparentando tener treinta años más de los que tenía. Su novio la había esperado. Ella se limitó a decir que era lo menos que podía haber hecho por su Cristo. Tan magníficos cristianos están en la Iglesia Subterránea
Torturados por Cristo -  Richard Wurmbrand.

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry