Michael Clark
El otro día, mientras hablaba con George Davis, él mencionó el siguiente versículo:
Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra. (Oseas 6:3)
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová”. Estas palabras, como sucede con tanta frecuencia en congregaciones guiadas por el Espíritu, atraparon totalmente mi atención. ¿Con qué frecuencia buscamos realmente al Señor? La palabra en hebreo traducida como proseguir en este pasaje significa perseguir, como un ejército cuando persigue a su enemigo.
Incluso es traducida como perseguir en la versión King James. Muchos nos conformamos con decir, “Conozco a Jesús”, y en ese instante acaba nuestra búsqueda activa, sentados en nuestros cómodos bancos, como si estuviéramos viendo un partido de fútbol en la tele, y dejáramos que los profesionales hicieran toda la búsqueda por nosotros.
El problema es que la mayoría de los profesionales en la iglesia de hoy están más que dispuestos a hacer toda la búsqueda siempre que nosotros estemos dispuestos a seguir pagándoles sus sueldos y no corramos hacia el campo de juego.“Conoceremos (palabra hebrea yada), si proseguimos”. (1) Esta palabra yada es equivalente a la palabra griega ginosko. Ambas se usaron tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento para describir un acto de intimidad entre un hombre y una mujer (lee Génesis 4:1 y Mateo 1:24-25).
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mateo 7:22-23)
Cuando la Escritura hace una declaración que parece contradecir otra parte de las Escrituras, intento investigar para descubrir por qué. ¿Cómo es posible que el Dios que todo lo conoce NO CONOCIERA a alguien de Su propia creación? Ni siquiera dice que conociera una vez y que hubiera dejado de conocer después, sino que dice, “Nunca os conocí”. Debemos llegar a la conclusión de que esta palabra significa algo más que mero conocimiento mental.
Jesús está diciendo a estas cabras religiosas con sus obras religiosas que el nunca ha tenido una relación íntima con ellas. Las obras que hicieron—expulsar demonios, profetizar y obrar maravillas—nunca fueron concebidas por un conocimiento íntimo entre Dios y ellos. Así que como dijo Oseas, “entonces conoceremos SI proseguimos en conocer…”Dios espera esa misma búsqueda que el hombre joven tiene hacia la mujer joven.
El joven es motivado por una búsqueda de la joven hasta que se enamoran, se comprometen, se casan y el matrimonio es completamente consumado cuando llegan a ser una sola carne.
Es en esta búsqueda total en la que finalmente llegas a CONOCER. No puedes sentarte simplemente a leer la Biblia y todos los comentarios durante años consecutivos y entonces decir que conoces a Dios, como tampoco puedo yo leer todas las revistas y ver todos los programas de televisión y películas de Julia Roberts y entonces decir que la conozco. Yo no soy su marido y ella no es mi esposa. Si yo he de conocerla, debo proseguir en conocerla. Conocerla en mi mente no es suficiente.
El Nuevo Testamento
¿Qué tiene que decir el Nuevo Testamento sobre lo que es el nuevo testamento? La misma palabra griega diatheke, traducida como testamento, también tenía la traducción como pacto. Un testamento es un pacto en el que se recibe la promesa de una herencia, un don ligado a una promesa. Jesús usó esta misma palabra al hablar de Su ministerio a un hombre caído para la remisión de nuestros pecados.
“Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mateo 26:27-28)
Después encontramos esta misma palabra griega usada por el escritor de la carta a los Hebreos, hablando de una última voluntad y testamento. Aquí está contrastando el viejo pacto (testamento) con el nuevo.
“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.” (Hebreos 9:13-17)
Puedes ver que las palabras de este libro que llamamos “Nuevo Testamento” no son otra cosa que un indicador de un pacto o testamento hecho por Jesús con los que creen en Él. El Nuevo Testamento NO es la herencia. La limpieza de la sangre de Cristo y el ser llevado a una unión perfecta con el Padre y todo lo que Él tiene para nosotros, ésa ES la herencia. Algunos adoran a la Biblia tanto que ésta ha tomado el lugar del Espíritu Santo en la obra de la Deidad.
Jesús no prometió que nos enviaría una Biblia para que ELLA nos guiara a toda la verdad, sino que enviaría al consolador (el Espíritu Santo) y Él nos guiaría a toda la verdad. Espíritu de Dios. La mente del hombre puede manipular y controlar el significado de las palabras escritas de Dios, pero no puede manipular al Espíritu de Dios. Lo único que pueden hacer es apagarlo.
¿Qué pensarías de un hombre llamado por el ejecutor de la voluntad, para oír el testamento de su tío rico que acaba de morir? En cuanto escuchara el testamento, lo arrancaría de las manos del abogado y diría, “Gracias por un testamento tan maravilloso. Voy a encuadernar este maravilloso regalo de mi tío en piel y lo colocaré sobre mi velador para que todo el mundo lo vea, para que todos sepan lo maravilloso que era este hombre y para que todas puedan leer por si mismos sus maravillosas palabras”. ¡En eso, el heredero sale por la puerta con el testamento en el bolsillo!
Esto es exactamente lo que muchos han hecho en la cristiandad. Abundan las iglesias de la Biblia, las escuelas Bíblicas y los maestros bíblicos. Pero como Jesús habló a los escribas y fariseos, lo mismo sucede hoy. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” (Juan 5:39-40). Si, una cosa es conocer y otra muy distinta es proseguir en conocer.
Lo primero solo cuesta una aprobación mental de las cosas que se han aprendido. Lo segundo exige una relación activa con Aquel a quien se conoce. La Biblia es un regalo maravilloso, pero no es toda la herencia.
Jesús dijo: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11:9-10).
Justo antes de este pasaje, Jesús contó una historia de importunidad. “¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.”
Dios busca la importunidad en los que vienen a Él. Quiere que seamos completamente cambiados a la imagen de Su Hijo. ¡Esta es nuestra herencia! Le conoceremos SI proseguimos conociéndole.
El Espíritu Santo
¿Has leído alguna vez que el Espíritu Santo tampoco es nuestra herencia? Y sin embargo, mucha gente en los círculos pentecostales piensa como si el Espíritu o incluso los dones del Espíritu o los así llamados cinco ministerios fueran todo lo que necesitamos para tener una vida cristiana plena y para tener éxito en la iglesia.
Algunos razonan pensando que si se puede duplicar la forma de la iglesia primitiva y reinstaurar los así llamados “oficios” del capitulo cuatro de Efesios en esa misma forma, entonces volveremos a ver el poder que tuvo la iglesia primitiva
Yo mismo pensé así durante años, pero incluso EN ESTO podemos perder lo que es perfecto centrándonos en lo que parece bueno. Pablo dijo, “Si uno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”, y siguió hablando del Espíritu como lo más deseable de nuestra herencia, pero no la herencia en sí.
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras (“earnest” en la versión King James) de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:11-14).
El Espíritu Santo solo habla de Jesús y solo glorifica a Jesús, señalándonos a la plenitud de Cristo. “EN EL, así mismo, tuvimos herencia”. Jesús dijo del Espíritu, “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13)
Resumen
En resumen, queridos santos, no nos establezcamos solo por la última voluntad y testamento ni tampoco por las arras del acuerdo en nuestra búsqueda de Dios y todo lo que Él tiene para nosotros en Cristo. Que no conozcamos solamente, sino que prosigamos en conocer.
Pablo habló de la ley y del Antiguo Testamento como las sombras de lo nuevo que fueron escritos para instruirnos en tipo de las cosas por llegar.
En el Antiguo Testamento hay una historia de dos hombres ambiciosos que dividieron el reino de Salomón después de su muerte. Jeroboam, el que tomó el control de diez de las tribus del norte de Israel, tenía miedo de la gente perdida con el rey de las dos tribus del Sur, que subían a celebrar las fiestas en Jerusalén en numerosas ocasiones a lo largo del año. ¡Como para no preocuparse! Trazó un plan y una nueva religión para que la gente no tuviera que cansarse con un viaje tan largo y esforzarse por buscar a Dios. Construyó dos lugares santos mucho más cerca para que adoraran en ellos.
Esta es la historia:
“Entonces reedificó Jeroboam a Siquem en el monte de Efraín, y habitó en ella; y saliendo de allí, reedificó a Penuel. Y dijo Jeroboam en su corazón: Ahora se volverá el reino a la casa de David, si este pueblo subiere a ofrecer sacrificios en la casa de Jehová en Jerusalén; porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam rey de Judá, y me matarán a mí, y se volverán a Roboam rey de Judá.
Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan.” (1ª Reyes 12:25)
Parece que las iglesias de hoy hubieran hecho exactamente lo mismo. Ahora tenemos dos “becerros de oro” que han sido diseñados ingeniosamente para evitar que prosigamos conociendo a Dios de forma muy personal.
Uno es idolatrar a los que buscan intelectualmente en las escrituras y sus enseñanzas, y el otro, la búsqueda de los dones espirituales y los así llamados “oficios” en la iglesia. Ninguno de éstos es la meta.
Del mismo modo que la serpiente de bronce sobre el poste que un día salvó a Israel de las fieras serpientes se convirtió después en un ídolo en los días de Gedeón y tuvo que ser destruida, la historia se ha repetido a sí misma.
Los dones del Espíritu, los ministerios de las iglesias y las escrituras nunca tuvieron por propósito el sustituir la subida al Monte Sión, la ciudad de Dios, por nosotros. Hoy, como en los días de Jeroboam y Roboam, nosotros como iglesia nos hemos quedado escasos en la plenitud de nuestro llamamiento. Nadie puede hacer esto por nosotros.
Esta es la diferencia entre las vírgenes sabias y las necias. Las necias pidieron el aceite a otras vírgenes, pero las sabias salieron y lo obtuvieron de la fuente, Jesucristo, el Esposo, antes de que viniera a por ellas. Prosigamos en conocer hasta que seamos hallados sentados en la plenitud de nuestra herencia en Cristo en lugares celestiales.
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12).
PROSEGUIREMOS EN CONOCER AL SEÑOR - Michael Clark y George Davis
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