George Davis
“¿Estás por tocar al ungido de Dios?” ¿Por haber cuestionado algo que él previamente había dicho, yo estaba tocando al ungido de Dios? ¿Cómo es que por hacer un simple pregunta yo me estaba convirtiendo en el enemigo de Dios? ¿Cómo se veía este hermano a sí mismo? ¿Cómo llegó a dicha conclusión? ¿Cómo llegó a verse a sí mismo como el recipiente de una unción que lo ponía aparte del resto de los hijos de Dios? ¿Cómo es que estos ungidos vienen ser distintos por tal unción especial; una unción que los hace incapaces de errar?
Esta mentalidad es claramente una influencia del papado. Pío IX (1846-1878) nos la dio. El papado estaba perdiendo poder, pero no caería sin pelear. Este fue el nacimiento del “ultra monasterismo”, Un movimiento para argumentar el derecho del papado para gobernar globalmente. Está claro que Pío IX vio que la forma más rápida de ganar este argumento fue declarar un edicto estableciendo que, como la autoridad delegada de Dios, no podía equivocarse.
Debido a que este sistema religioso no puede aguantar el ojo del escrutinio, también declaró que el origen y ceremonias de la iglesia papal tampoco podían cuestionarse. Caso cerrado. Tomando la unción de los reyes del Antiguo Testamento y mezclándola con su propia definición de sacerdocio - lo cual era una mezcla del viejo sacerdocio Levítico, el sacerdocio pagano, y el autocrático gobierno del Estado de Roma - ellos establecieron el derecho divino de los reyes y clérigos de gobernar.
Jesús fue claro en esto. De hecho, fue enfático: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Luc. 22:25-26).
Ahora, benefactor era un título de honor, conferido a aquellos que habían hecho un servicio a su país. Significa un amigo del pueblo. La cruel broma es que ellos ejercían dominio y autoridad bajo la apariencia de ser los amigos del pueblo. Ellos “sufrían” todas esas tristezas de responsabilidades y beneficios reales, solo por el pueblo. Ellos se hicieron reyes solo para poder ayudar al pueblo. Hace que usted quiera llorar, ¿verdad? ¡Que noble manera de entregar su vida! ¡Oh cuán venerable sacrificio de los deseos e intereses personales! Estuviste perdiendo tu tiempo, hermana Teresa.
Pero la prueba real viene cuando el pueblo toca sus coronas, y entonces las cabezas de los que ellos dicen servir, van a rodar. Entonces sale a la superficie la verdadera motivación real. Le digo con total seguridad que yo he sido testigo de este mismo escenario en la institución llamada “la iglesia” muchas veces. Estaban ahí solo para servir al pueblo. Oh, los amaban tanto. Si el humilde pueblo tocaba el trono, o si de alguna manera los trataba de una manera no propia de la realeza, respondían con tal falsedad como no se había visto desde la dinastía de Herodes. Los ofensores eran tratados de una manera equivalente a la ejecución. Eran verbalmente ejecutados o desterrados fuera de sus tierras. Eran llamados herejes. Y en la orgullosa tradición de Diótrefes, eran echados fuera de la iglesia. (3 Juan 9-10)
Cuando se trata de gobernar sobre los hijos de Dios, debemos recordar que la idea de un rey ungido fue una elección del hombre, no de Dios. La verdadera naturaleza de esa elección era rechazar el gobierno de Dios, optando por la clase de gobierno ejercido sobre otras naciones. “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue” (1 Sam. 8:5). Dios advirtió al pueblo de Israel de las consecuencias de esta clase de liderazgo que ellos escogían. Y cuando reducimos a pocas palabras las palabras de advertencia de Dios a ellos: “El (Rey Saúl) tomará lo que es vuestro y será de él” (Ver 1 Sam. 8:4-22). Esta es la naturaleza de los reyes, tomar lo que le pertenece a Dios y a Su hijos y apoderarse de eso. Ellos hacen todo esto bajo la apariencia de ser amigos del pueblo, como si fuese su derecho divino.
Hay muchos al igual que Saúl reinando sobre la iglesia tradicional de hoy en día. Ellos toman el ministerio del cuerpo de Cristo, y los sientan en lindas pequeñas filas para que miren la nuca del que está enfrente. Ellos resisten a la soberanía de Dios sobre los creyentes individualmente por hacer de intermediarios entre Dios y Sus hijos. Dicen oír la voz de Dios para toda la iglesia, y de esta manera quitan la guía del Espíritu Santo de los creyentes. Reemplazan la guía del Espíritu Santo con su consejo, y todo esto sin ni siquiera una punzada a sus conciencias. ¿Por qué? Es simple. Ellos creen que este es su derecho divino. Han sido ungidos en la tradición de Saúl, con una autoridad como la de los reyes de las naciones. Y de acuerdo a esto, ellos se ven a sí mismos como los ungidos de Dios, y en sus mentes se paran cabeza y hombros por encima del resto.
Juan dijo respecto a la unción de Dios: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad… Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:20-21,27)
La palabra unción aquí se refiere a la ceremonia inaugural para sacerdotes. Era la ceremonia donde los sacerdotes del Antiguo Testamento eran ungidos con aceite, lo que representa al Espíritu Santo. Habla de ser separado para el servicio divino. El don del Espíritu Santo es la unción de Sacerdotes, y la unción era derramada sobre todos en este nuevo sacerdocio real. En el Nuevo Testamento hubo un cambio del sacerdocio Levítico al sacerdocio real según el orden de Melquisedec (Heb. 7:11).
Los así llamados ungidos que se colocan en una autoridad jerárquica real, no dudan en tocar a los verdaderos ungidos de Dios: el sacerdocio real. Sus descaradas y entrometidas manos han apedreado a los profetas, y han sometido al verdadero sacerdocio ungido a las peores torturas imaginables: a aquel intolerable sentarse todas las semanas en aquello que ellos llaman el servicio.
Y andaban [Israel] de nación en nación, De un reino a otro pueblo, No consintió [Dios] que nadie los agraviase, Y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas. (Sal. 105:13-15)
David sabia que un rey terrenal no era la intención original de Dios, así que gustosamente se sacó sus vestiduras reales y corona y bailó solo con una túnica ante su Rey; el Gran Rey. David tenía un corazón conforme a Dios, no la corona de Dios. ¡Ojalá que los hijos de Dios fuesen tan celosos por el reino de Dios en estos días!
Estos son los ungidos de Dios. Ellos no tienen necesidad de maestros intermediarios. Ahora debo preguntar: ¿porqué nadie está aterrorizado de tocar al ungido de Dios? ¿Por qué no dudan en echar una mirada asesina hacia la comunidad profética de Dios, esa nación santa? ¿Por qué ellos los amordazan y los atan en los bancos?
Digo a todos los que luchan por el supuesto derecho de reyes y clérigos de gobernar sobre la herencia de Dios: No toquen a los ungidos de Dios, y no hagan daño a sus profetas. Dios ha derramado su Espíritu en estos, y los ha ungido para servir como sacerdotes para que cada uno de ellos pueda continuar sirviendo a Dios, declarando su gloria. Viniendo a Su presencia, y firmes en SU gloria, sus propias caras van a irradiar a Dios. Esta es la herencia del siervo del Señor. Es su derecho y responsabilidad como sacerdotes, Todos pueden venir a Su presencia.
Todos son sus sacerdotes. Todos son sus ungidos, No toque a los ungidos de Dios. No los consigne a pasividad. No suplante sus papeles como sacerdotes. No los silencie por medio de liturgias y sermones. No les falte al respeto por suponer que ellos están en necesidad de algún intermediario aparte de aquel verdadero mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Si bien puede no parecer, estas personas peculiares son sacerdotes. No deje que sus apariencias comunes lo engañen; ellos no son como el común de los sacerdotes que parece variedades de jardín. Son sacerdotes reales. Son los sacerdotes e hijos del rey de Reyes.
Son criaturas nobles llamados a verdadera grandeza. Son investidos de lo alto. ¿Por qué necesitarían un maestro cuando ellos van directamente a la presencia de Dios? Ellos tienen una unción que los enseña. Dios mismo los enseña. Ahora Dios está llamando a los verdaderos ungidos a que se levanten de sus bancos al poder.
NO TOQUEIS A LOS UNGIDOS DE DIOS. Por George Davis
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