Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


25 de agosto de 2011

¡ERAMOS HERMANOS!


 Por Michael Clark y George Davis


“Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.” (Jn 12:20-22)

Note que ellos no dijeron “Quisiéramos ver al apóstol Felipe, al apóstol Andrés, ¡o aun al apóstol Pedro!”. No, su pedido era muy simple, aún así lleno de luz y verdad para aquellos que verdaderamente buscan la Verdad, “¡QUISIERAMOS VER A JESÚS!”

Después de oír esto, Jesús, tal vez volviendo sus ojos sobre los campos listos para la siega, dijo:
“Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Jn 12:23-24)

¿Qué tiene esto que ver con el ardiente pedido de una partida de ordinarios Gentiles? Jesús sabia que el mundo Gentil nunca podría realmente “verlo” hasta que – como el grano de trigo – El muera para traer “muchos hijos a la gloria” (Heb. 2:10). Sin la cruz, la revelación del misterio que fue ocultado desde la creación del mundo permanecería escondido al mundo Gentil (Rom. 16:25).

El mundo todavía clama hoy en día, “¡Quisiéramos ver a JESÚS!” La pregunta es, ¿Cuántos de ellos están dispuestos a pagar el precio de poder verle?

Entonces Jesús puso su atención sobre Sus discípulos quienes ya por un tiempo le seguían fielmente, pero no tenían un concepto del camino que tenían ante ellos. Así como tampoco tenían entendimiento de cómo el principio del grano de trigo de vida y de abundancia de frutos se aplicaría a ellos.

Jesús continuó: “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Jn. 12:25-26).

¿Qué quiso decir El cuando dijo “Si alguno me sirve, sígame…”? ¿Qué quiso decir cuando dijo “…donde yo estuviere, allí también estará mi servidor?” ¿Seguirlo a dónde? ¿Dónde les estaba diciendo Jesús a sus discípulos que fueran? El estaba yendo al Padre vía la cruz y la sepultura, y quien quiera seguirlo primero debe negarse a sí mismo y tomar su cruz. (Mr. 8:34, Luc. 9:23).
Si, es en la cruz donde Sus siervos se congregan. Porque donde El esté, allí también estarán sus servidores. Y de aquellos que toman este camino, Jesús dijo: “…mi Padre le honrará”. Nuevamente vemos que Dios se concede a Sus siervos. (Hch. 4:29-30)

“… y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor”. ¿Dónde está Jesús? Si, El está sentado a la mano derecha del Padre, ¿pero dónde está El en Espíritu? Jesús es el Jefe de todos los Siervos, el más abajo del montón por así decir. El aún hasta ahora vive intercediendo ante el Padre por nosotros.

Ser grande en Su reino es buscar el lugar más bajo y servir a todos con un corazón lleno de amor. El habló de esto a Sus discípulos para que ellos puedan estar allí donde El estaba, “…el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Mt. 20:25-28)

Entonces, como siempre hacía, Jesús tornó su atención hacia el cielo, hacia el Padre, reconociendo el propósito para el cual había venido. “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. (Jn. 12:27-28)

Mientras seguimos a Jesús, conservando la luz en nuestros ojos, tarde o temprano la cruz va a ir surgiendo cada vez más grande en el horizonte. Es allí cuando la tentación de clamar “Padre, sálvame en esta hora” siempre está presente. Es allí cuando la voces disuasivas claman “¡Vuelve, Vuelve!” y suenan cada vez con tonos más tronadores y persuasivos en nuestros oídos. Igual que aquellas tentadoras voces a los pies de la cruz de Cristo que decían, “sálvate a ti mismo”, (Mat. 27:40).

Que nosotros podamos, como Bunyan, cubrir nuestros oídos y correr hacia la luz, gritando, “¡Vida! ¡Vida Eterna!”, dirigiendo nuestro ojos arriba hacia el cielo con corazones apasionados por la Gloria del Padre, rechazando apartarnos de la cruz. Que podamos servir con el humilde siervo Jesús “Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre”.

Si no abrazamos el propósito del Padre en la cruz, estaremos huyendo, no siguiendo; salvándonos nosotros mismos en vez de servir; evitando cualquier inconveniente en vez de obedecer.

Para la gran mayoría, el Cristianismo hoy en día se ha convertido en un sistema de confort de hombres en vez de una compañía de servidores que existen para la gloria de Dios.
El observador honesto debe admitir que, típicamente, el sistema de la Iglesia de hoy en día, es un lugar de liviandad y entretenimiento, y en muchos casos no es muy diferente al grupo de teatro local.

En términos de progreso más bien nos recuerda a los hijos de Israel dando vueltas alrededor del Monte Sinaí. Era solo un viaje de once días desde el Mar Rojo a Cades-Barnea, pero los tomó cuarenta años.

Ahora, antes que usted empiece a reírse de esto, déjeme recordarle que en los ultimos mil años, la “iglesia” casi no ha tenido ningún progreso. Nosotros, seguiremos a Jesús como siervos, o daremos vueltas mintiéndonos unos a otros. Viajaremos con EL como verdaderos siervos o daremos otra vuelta alrededor de la montaña. Solo al siervo que lleva su cruz, siguiendo a Jesús, el Padre honrará.

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Fil. 2:5-8)

Cuando este pensamiento se alejó de la Iglesia, así también se alejó el poder. Tanto que con el tiempo el Padre raramente pudo encontrar aquellas vasijas en las cuales El podía expresar Su corazón. Y ciertamente mucho menos una compañía de creyentes, a través de los cuales El pudiera, como “el cuerpo de Cristo”, ser la plenitud de todo. ¡No! Con la aparición de la jerarquía, así desaparecieron los siervos. La vida de Dios partió, al punto que los hombres se posicionaron ellos unos encima de otros, como líderes, en vez de cómo hermanos y servidores.

No estamos equivocados al decir que para que haya una verdadera y última reforma, debe haber un volverse a gran escala a servir y eso no puede ocurrir sin arrepentimiento, por ejemplo, apartarse de las jerarquías eclesiales y volverse a nuestra mente correcta: la mente de Cristo.

¡Por favor óigannos! Cuando hablamos de servicio, no estamos hablando de limpiar los baños de la iglesia. No estamos hablando de ser los que llevamos “la armadura de otros”, donde usted demuestra ser digno de una promoción, pensando, “Si yo soy fiel y mantengo limpio los baños durante un tiempo razonable, y limpio el auto del Pastor Maravilla cada sábado, puede que termine siendo un anciano[1]”.
Esta no es la mente de Cristo (Recuerde, Jesús dijo que lo que hemos hecho al MENOR de estos hermanos, a El se lo hemos hecho).

Esto no es nada más que ser cortés para ser coronado, servilismo para poder gobernar, sufrir la humillación momentánea de bajar la cabeza por la compensación de la corona. Tan corrupta es esta mentalidad, que ha hecho del servicio una herramienta de postura eclesial que permite llevar las destructivas influencias de la competición, proveyendo una interminable fuente de esclavitud eclesial.

Estos esclavos están atados a una institución en vez de a Cristo. Esto es típico de los Levitas que ministraban en la casa, lo cual era un castigo a su iniquidad. Está en directo contraste con los hijos de Sadoc, de los que Dios dijo:
“Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas. (Ez. 44:10)

¡Servir a la institución que muchos llaman “la iglesia” no es el servir de la cruz! Esto no es el corazón y mente del santo Siervo Jesús quien sirvió sin ningún pensamiento de ventajas personales. Suficiente es decir que el concepto contemporáneo del diácono es extraño al verdadero servicio de Jesús. Jesús no vino a limpiar el piso del templo, o los baños del templo. No era un eclesiástico joven de los mandados.

El no vino a hacer avanzar a las instituciones farisaicas de ese tiempo. El no vino sometiéndose a los caprichos y deseos de los Fariseos para que a todos les fuera bien en su profesión de religiosos; ni siquiera por un momento. El no vino del todo para avanzar. El vino para hacer la voluntad del Padre. El vino para poner Su vida, Su voluntad, Su bienestar y seguridad física, todo por el amor a Dios y a otros.

Cuando este pensamiento de servir se alejó de la Iglesia, así también se alejó el poder, hasta que todo lo que quedó fue una forma sin poder. Pablo vio esto con anticipación y alertó a Timoteo de su eventual efecto. El dijo que muchos negarían el poder de la verdadera fe y se apartarían teniendo solo “la apariencia de piedad” (2 Ti. 3:5). Ellos abandonarían el servicio de llevar la propia cruz por algo que no tiene poder.

La lógica de la cruz = El poder de Dios

“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.”

El razonamiento de la lógica de la cruz, es locura para los que están perdidos, pero a nosotros, quienes estamos siendo salvados, sanados y restaurados, es fortaleza, poder y habilidad de Dios. Sus bendiciones y poder reposan sobre la vida sin lógica de la cruz. Tanto que Pablo pudo decir que la palabra de la cruz “es poder de Dios”. No para todos, sino para los que se salvan (sozo 4982 “hacer salvo, sanar, recobrar la salud, rescatar de un peligro o destrucción); aquellos que están siendo restaurados a un mente sana.

El razonamiento de la cruz libera el poder dunamis de Dios. Es a través de siervos caminando el camino de la cruz que este poder fluye. Cuando oramos “concede a sus siervos”, las cosas empiezan a pasar.
¿Qué pasó cuando los hermanos oraron ese día? ¿Ellos simplemente se retiraron y fueron a sus casas, esperando que Dios contestara sus oraciones a tiempo? ¡No! “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” (Hch. 4:31)

Dios respondió inmediatamente, tal vez mientras ellos aun estaban orando. ¿Por qué? Dios es rápido en conceder a sus siervos. El Padre los honrará.

Sin retornar al verdadero servicio nunca veremos el verdadero poder dinámico de Dios volver a la ekklesia de Cristo. Más aun, nunca veremos el verdadero servicio hasta que seamos salvos – hechos completos – sanados de esta locura causada por la lógica falsa de las jerarquías eclesiales y reemplazadas con la terapia de la cruz.

Creemos que Dios está moviendo a aquellos de Sus hijos con oídos que oyen y con corazones deseosos, fuera del actual sistema religioso de modo a despojarlos de su necia lógica y de su orgullo jerárquico. El los esta trayendo, como hermanos y hermanas, a un lugar de igualdad al pie de la cruz.

Cualquier derramamiento del verdadero Espíritu debe preceder a tal despojo o arrepentimiento. Creemos que esto estuvo pasando en cada uno de los santos de Dios en el aposento alto cuando por primera vez vino aquel día de Pentecostés sobre la Iglesia.

Tal fue el caso de la asamblea en la calle Azusa en 1906 en Los Angeles. Hay mucho que aprender de los eventos que llevaron a lo que es sin lugar a dudas el mayor avivamiento espiritual en los Estados Unidos hasta hoy. También debemos prestar mucha atención a lo que determinó su fin. Recomiendo leer el libro “Otra ola cayó encima”, escrito por un testigo ocular de nombre Frank Bartleman. El señor Bartleman experimentó de primera mano la gloriosa libertad y poder que siguió a tal despojo.

El Sr. Bartleman vio a la “clase sacerdotal – habilidades sacerdotales– jerarquía” de ser responsable de la “apostasía del movimiento”. Considerando la gloria de su estado anterior él dijo, “Eramos hermanos” quienes “no tenían programas humanos; el Señor mismo dirigía”. “¡Eramos hermanos!” El poder vino cuando fueron despojados de la jerarquía y fueron traídos TODOS al mismo nivel, humildes a los pies de la cruz. Sin embargo, se quedaron con una forma sin poder cuando alguien pensó en instituir una vez más los errores del pasado.

Un cuidadoso estudio de la historia revelará que siempre que Dios encuentra tal compañía de siervos y hermanos, El se concede a ellos. Cuando ellos obedecen la enseñanza del Señor “Pero no será así entre vosotros”, ellos fueron bendecidos.
Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.” (Mar. 10:39-44).
[1] Anciano = miembro honorable del Consejo Pastoral de la Iglesia

ERAMOS HERMANOS - Michael Clark y George Davis

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry