George Davis y Michael Clark
Pablo habló del problema de mirar atrás, a las tradiciones establecidas y los credos como protección contra el error. En la superficie de esto parece que hay sabiduría.
¿Pero la hay de verdad? En lo natural, mirar atrás te hace que asumas una posición innatural. Si te quedas así un tiempo, tendrás dolor en el cuello y tu visión se nublará.
Dios nos creó para mirar y para caminar hacia delante. Por esto puso nuestros pies y ojos hacia delante. Nuestros pies irán con mayor facilidad hacia allí donde está nuestro enfoque. Si nuestro ojo está puesto en el blanco, olvidaremos las cosas que quedan atrás y avanzaremos hacia delante, dejando que el Espíritu de Verdad nos dirija a toda la verdad.
Cuando miramos atrás, aferrándonos a las cosas que nos dan reconocimiento, consuelo y sentido, nos paramos en seco en nuestro curso y cesa nuestro avance. Comenzamos a resistir al Espíritu que nos guiaba hacia delante y miramos atrás, al viejo orden religioso.
¿Seguiremos el ejemplo de Pablo o el de Pedro? Jesús desafió repetidamente todo lo que Pedro había aprendido previamente. Este Nazareno redefinió y arrancó todo lo que Pedro pensaba que era verdad segura y certera, incluso su confianza en su propia determinación.
Su vergonzosa negación de Cristo y la conversión que vino después le convirtieron en una humilde versión desnuda de su antiguo yo. Pedro había recorrido un largo trecho, pero aún no había asido. El Señor lo estaba llevando a toda la verdad.
En el libro de los Hechos, le vemos orando en un tejado, sin saber que otro evento divino estaba a punto de despojarle aún más de la parcialidad religiosa que le había retenido de una obediencia plena. Un grupo de gentiles venía ante la petición que Dios les había hecho de invitarle a su casa.
Se necesitaba una preparación para que Pedro pudiera cooperar con Dios en este esfuerzo. Este Judío genuino jamás había soñado con la posibilidad de ir en contra de la ley judía entrando en la casa de un gentil.
Conociendo su corazón, el Señor le habló por visión mostrándole un lienzo lleno de toda clase de animales inmundos, y ordenándole, “¡Mata y come!”
Necesitamos entender la sensación que Pedro percibió con lo que estaba sucediendo. Dios estaba diciéndole que desobedeciera la “Palabra de Dios”, algo que él no haría, ¡Ni siquiera por Dios! Esto llevó a un argumento. “No, Señor”, declaró Pedro. “¿No, Señor?” ¿Quién es el Señor aquí, la ley de Dios o el Dios de la ley? ¿Obedecería Pedro la postura tradicional de las Escrituras de Dios? ¿Sería él culpable de la misma ceguera de sus compañeros judíos de quienes el profeta había dicho: “Oíd ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye” (Jeremías 5:21)? Esto puede sonar muy confuso para algunos, como le ocurrió a Pedro.
Parece que Dios le estaba pidiendo que hiciera algo que Él mismo había prohibido previamente. Ignorando que los planes de Dios son progresivos en su relación con el hombre, que tiene aún que descubrir la restitución completa de todas las cosas. Aunque Dios no cambia, nosotros debemos cambiar, y ese cambio es progresivo hasta que Su pueblo manifieste la plenitud de Cristo. Pedro aprendió esto. Lo que un día era inmundo para Dios, ahora era limpio en Su Hijo. Pedro se encontró a sí mismo atado todavía a las normas pasajeras que Dios había cumplido en la vida y el sacrificio perfectos de Su Hijo.
Pedro incluso recordó a Dios sobre su justicia. “Ninguna cosa inmunda ha entrado en mi boca”. La voz contestó, “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú inmundo”. (Hechos 10:15). Dios tuvo que decir esto tres veces antes de que Pedro dejara de discutir. Pedro no se había dado cuenta de que las Escrituras fueron dadas para cumplirse (pleroo – llevar a efecto, traer a su cumplimiento o realización, llenar completamente).
Jesús vino a cumplir las Escrituras. Como tantos otros, Pedro no había reconocido que toda la Escritura tiene un tiempo de cumplimiento cuando lo imperfecto se desvanece y viene lo perfecto. “Las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará, pero el amor de Dios permanecerá para siempre porque el mayor de estos es el amor y Dios es amor.”
¿Qué le estaba pasando a Pedro? Dios le estaba guiando hacia lo perfecto. ¿Con que frecuencia nos encontramos a nosotros mismos discutiendo con Dios, no estando dispuestos a que el cumpla la Escritura? “Permanecemos en la Palabra de Dios”, desafiando a Su Espíritu, rehusando que Él nos guíe a la realidad de la que testifican las Escrituras.
Se necesita la muerte de nuestras ideas preconcebidas sobre el significado de las Escrituras antes de poder avanzar más allá de nuestras perspectivas limitadas y ver desde la posición estratégica celestial de Dios. Pasar esta verdad por alto es ser como Pedro, que en el mismo momento llamaba a Jesús Señor y a la par rehusaba Su Señorío.
Haciendo nulos los Mandamientos de Dios con las Tradiciones de
los hombres - George Davis y Michael Clark
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