Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


14 de abril de 2012

LA PALABRA DE DIOS


Peter Whyte

Jesucristo es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Vino de los cielos para traernos un mensaje de Dios, y el Nuevo Testamento llama tanto a Jesús como a su mensaje: La Palabra de Dios.

La Palabra de Dios desea que oigamos y obedezcamos no solamente a Jesús mismo, sino también a sus enseñanzas.  Dentro del contexto de la Iglesia primitiva "La Palabra"  no significaba un libro; quería decir simple y llanamente: el propio Jesús y/o su mensaje. 

Como en los años que se describen en el Nuevo Testamento, el Nuevo Testamento no se había escrito todavía, para satanás era muy difícil engañar a los cristianos y hacerles pensar que el Nuevo Pacto era también "un pacto en la letra" y no en el Espíritu. Cuando algunos de los creyentes judíos comenzaron a pensar y a seguir en esa línea de ideas, Pablo se vio obligado a corregirlos en varios apartes de sus cartas, por ejemplo, 2 Corintios 3:6.

Asimismo debemos recordar que cuando se escribieron los libros del Nuevo Testamento, cada evangelio, las diversas epístolas, y luego el Libro del Apocalipsis, se leían y se entendían como una entidad completa en sí misma. Cuando se recibía una carta de Pablo, por ejemplo, se leía en alta voz a todos los creyentes, la iglesia, en ese lugar.

Se leía como toda carta, desde el principio hasta el fin. No había capítulos ni versículos y como muy escasamente algunos pocos hermanos sabían leer, a todos no les era posible comparar las Escrituras del Antiguo Testamento con los escritos del Nuevo Testamento, a fin de entender y captar los significados de esas escrituras individuales.

La mentalidad fija en el siglo XX de los creyentes cristianos evangélicos, pentecostales, bíblicos (entre quienes me cuento),  hace difícil enfrentar esta realidad. Sin embargo, en la Iglesia primitiva no existían ni teología sistemática ni se conocían las respectivas exigencias de ser cristianos bíblicos, de manera que sus conceptos sobre lo que se debe considerar bajo el apelativo de una verdadera y sana doctrina, estaban muy aparte y muy retirados de los nuestros.

Los apóstoles enseñaron a la Iglesia primitiva a hacer todo lo que el Señor Jesucristo les había enseñado. Inclusive al apóstol Pablo le fue necesario escribir estas palabras:

"3Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nues­tro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia" (1 Tim. 6:3-5).

 En la mente de los discípulos lo que Cristo les había dicho era la Palabra de Dios. Su mensaje, el evangelio del Reino de Dios, era La Palabra que los discípulos se encargaban de difundir por todas partes.

Por tanto, cuando una iglesia recibía una epístola y oía algo que se relacionaba con "la Palabra de Dios," de manera inmediata todos sus miembros pensaban en Jesús y sus palabras, en todas sus enseñanzas y no apenas en un libro.

Cuando el apóstol escribió "sed hacedores de la PALABRA, y no tan solamente oidores" (San. 1:22), no estaba exhortándonos a "hacer todo lo que la Biblia enseña." Cuando su epístola se leía en alta voz, de manera muy clara y obvia, todos los cristianos oyentes entendieron que con esos términos se les  exhortaba de manera muy perentoria a "ser hacedores de las Palabras de Cristo,"  y no apenas oidores que luego no hacían lo que El Señor había dicho.

Por medio de sus apóstoles Jesús confió la Palabra de Dios, que es el mensaje de Dios Padre a la humanidad. Satanás necesitó muchos siglos para quitar nuestra atención de esta simple y sencilla verdad, y sutilmente hacer que de manera inmediata se pensara en la Biblia cuando decimos "La Palabra." Al hacerlo así entenebreció nuestros pensamientos, de forma tal que nuestras ideas se programaron para reemplazar la Palabra Viviente, Jesucristo el Rey, y su mensaje, sus enseñanzas, sus órdenes, con la Biblia.

El resultado de este sutil engaño reside en que mientras luchemos por defender las Escrituras como la Palabra de Dios, seremos incapaces de considerar con nuestra razón cualesquier cosa que inclusive en un modo muy remoto contradiga las fijaciones de nuestras mentes. Algunos que lean este libro pueden pensar que con mis explicaciones hago un ataque a la autoridad y a la inspiración de la Santa Biblia, pero eso no es así.

Todos debemos entender y sobre todo creer en nuestros corazones, con toda fe, que:

"16Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Ti. 3:16-17).

La Biblia es absoluta y totalmente confiable en todos sus aspectos, y debemos depender de ella en la perfecta confianza que Dios inspiró su registro para nuestro beneficio. Sin embargo, como toda palabra escrita en la Biblia no la habló Dios, necesitamos comprender que Él también quiere enseñarnos mediante los fracasos, las caídas, los pecados y la ignorancia de los hombres, de manera tal que no vayamos a caer exactamente en los mismos errores.

Cuando los "consoladores" de Job le dieron consejos, procedían con base en su sabiduría humana y no hablaban la palabra de Dios. De hecho, Dios se mostró más que disgustado con la impiedad de las palabras que ellos ofrecían y por eso dijo a Elifaz temanita:

"Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job" (Job 42:7)

El Eclesiastés contiene muchas ideas y palabras que contradicen lo que verdaderamente ha dicho Dios. Incluye afirmaciones que son ciertas, otras que son  ciertas en parte y otras que son falsas por completo. Sin embargo, Dios inspiró su escritura y su inclusión en la Biblia, a fin de mostrarnos la total futilidad y todas las vanidades del hombre cuando tratamos de sustituir la sabiduría de Dios con la sabiduría humana, y luego procuramos vivir por medio de nuestro entendimiento humanista.

Salomón, el escritor, fue en su tiempo el más sabio de todos los hombres que jamás habían vivido, pero cuando era de edad avanzada se desvió de Dios y cayó presa de los engaños y seducciones del mundo. Gratificó y cedió a sus deseos carnales con centenares de esposas y concubinas, adquirió enorme riqueza y virtualmente tuvo un poder ilimitado para imponer su voluntad sobre los demás. Cuando escribió el Eclesiastés, al final de su vida, concluyó que la existencia es vanidad, que no vale la pena, ideas que vienen de haber vivido "bajo el sol," apartado de Dios y desprovisto ya de la guía y orientación del Espíritu Santo.

Pese a todo esto, el Señor le usa para enseñarnos que sus necias conclusiones son el resultado trágico de no vivir bajo el gobierno de Dios, y que no debemos permitir que seamos engañados de modo semejante por el intelecto humano.

El registro del pecado de David con Betsabé quedó escrito para nuestra instrucción, a fin de que podamos entender cómo la codicia y los deseos de los ojos y de la carne nos pueden atrapar y destruir. Dios estaba profundamente enojado con el terrible pecado de David, de manera que jamás nos debemos comportar en la misma forma. También ese relato sirve para ayudarnos a comprender el maravilloso perdón de Dios, cuando nos arrepentimos de verdad. A esto se refería Pablo cuando escribió que toda la Escritura es inspirada por Dios, útil para que aprendamos de ella, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y preparado por completo para toda buena obra.

La Biblia es para nosotros de un valor incalculable. Es mucho más sabio llamarla "Escritura," más que la Palabra, porque contiene historia, los pensamientos de los hombres y las mentiras del diablo y, claro está, asimismo las verdaderas palabras de Dios. Aunque Dios inspiró sus escritos, necesitamos discernir las diferencias entre los registros de lo que Dios ha dicho, y aquello que Dios no ha dicho, y todo cuanto se ha escrito para nuestro ejemplo, enseñanza e instrucción.

Nuestro Dios nos ha dado mentes, una razón y capacidades de pensamiento; es responsabilidad nuestra usar todos esos elementos. Por ejemplo, es una necedad en nosotros, y un insulto para Dios, decir que las frases de satanás son "la Palabra de Dios," simplemente porque están registradas en las Escrituras. El mismo Jesús afirmó que siempre que el diablo habla; miente. Porque es el padre de todas las mentiras.

Cuando el Sumo Sacerdote acusó a Jesús de blasfemar (Mateo 26:65), no hablaba la palabra divina. Aquí simplemente se trata del registro de las declaraciones de un clérigo religioso que con toda ira decía lo que su mente  humana, carnal, muy adiestrada y aprendida, pero también en una completa honestidad consideraba como cierto, mientras procuraba defender sus malas interpretaciones de las Escrituras en el Antiguo Testamento.

Cuando el Todopoderoso diseñó el Nuevo Pacto, en su voluntad no dispuso que fuese un pacto "de la letra," sino un pacto del Espíritu.  Nuestro Padre celestial, lleno de amor, desea que entremos en una relación personal con Él, en su Hijo nuestro Señor Jesucristo, y por medio de su Espíritu Santo. Nos dio la Biblia como una herramienta o mapa para ayudarnos en este propósito.

Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios (Rom. 8:14), desde el propio interior de sí mismos, no por leyes, ordenanzas, ni regulaciones, que se pueden basar en la opinión de alguien, generalmente sólo sobre ciertos versículos bíblicos cuya interpretación puede ser correcta o puede estar equivocada.

Como hoy no tenemos apóstoles de los que vivieron con Jesús y le oyeron enseñar, debemos descansar y confiar en la Biblia y en el Santo Espíritu de Dios para re-descubrir la doctrina de Cristo. Digo "re-descubrir" porque recuerdo con asombro y con no poco horror, el libro titulado "The Doctrine of Christ" ("La Doctrina de Cristo")  que recibí cuando estudiaba teología años atrás. Ese texto no tenía ni una palabra de lo que Jesús había enseñado, pues tan sólo describía al Jesús histórico, quién fue, y algo de lo que hizo.

Muchos ministros profesionales, evangélicos, pentecostales o de otras más antiguas denominaciones, me miran con asombro y me preguntan qué significado tiene mi declaración de que debemos volver a la doctrina de Cristo como enseñanza básica y fundamental. Su incrédulo interrogante es: "¿Qué quiere decir usted con eso de la doctrina de Cristo?" La doctrina de Cristo ES LA ENSEÑANZA DE JESÚS A SUS DISCÍPU­LOS, TANTO POR LA PALABRA COMO POR EL EJEMPLO.

Como hoy casi es imposible encontrar líderes cristianos que enseñen a los nuevos creyentes a hacer todas las cosas que Cristo ordenó, nosotros los que deseamos darle a Él el primer lugar en todo, y vivir totalmente en su Reino, debemos re-educarnos a nosotros mismos.

Podemos comenzar con un Nuevo Testamento en esas ediciones que tienen las palabras del Señor en letras rojas, a aprender todos esos textos  registrados y, mucho más importante con énfasis en hacer lo que Él dijo.

Jesús dio todas sus parábolas para mostrar a sus verdaderos discípulos los misterios del Reino de Dios, y cómo funciona aquí en la tierra. El Espíritu Santo revela su significado a quienes siguen a Jesús y obedecen su Palabra. Jesús prometió que si obedecemos sus palabras, y así demostramos que le amamos de verdad, entonces TANTO ÉL COMO SU PADRE VENDRAN Y HARAN SU MORADA DENTRO DE NOSOTROS.

Dios nos dio las Escrituras a fin de que las usemos para guiarnos en el plano espiritual. La Biblia no es un fin en sí misma, sino un medio para ese fin. No nos enseña que quienes conocen bien las Escrituras son los hijos de Dios, pero afirma claramente que quienes son guiados por el Espíritu de Dios son los hijos de Dios.

Nuestras mentes se deben renovar hasta cuando todos tengamos la mente de Cristo, y nuestra relación con Dios ya no sea más en lo natural, sino en el Espíritu. Como Pablo declara en 1 Corintios, de la misma manera sucedió con los primeros apóstoles. Es posible parafrasear lo que dijo sobre la mente de

Cristo de la forma siguiente:

"26Nosotros los apóstoles discutimos la sabiduría de Dios con quienes tienen madurez espiritual... 9...Cosas que ojo no vio ni oído oyó (ustedes no las pueden leer en un libro, ni otro cristiano se las puede decir),  10Pero las cosas del Espíritu de Dios nos las revela el mismo Espíritu 14y así, nosotros los apóstoles tratamos las cosas espiri­tuales con palabras espirituales que ustedes corintios no pueden entender 16Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.  31Mas ustedes, hermanos son niños espirituales en Cristo 3-4no han madurado, PORQUE TIENEN DIVISIONES ENTRE USTEDES, PUES HAY CELOS, CONTIENDAS, DIVISIONES, Y CADA UNO SIGUE A LOS LÍDERES INDIVIDUALES DE SUS PREFERENCIAS, y demues­tran con esto que aún son carnales, sin que se hayan desarrollado en el Espíritu" (1 Co. 2:6-3:4).

¿Qué clase de palabras tendría para nosotros hoy Pablo si pudiera ver aquí el modo como seguimos las denominaciones y los grupos individuales de nuestras propios gustos y preferencias?

Las cosas del Espíritu sólo se pueden entender y captar por medio del Espíritu y son terreno extraño, tierra extranjera, para la mente natural. Por esto debemos oír la advertencia del apóstol a la iglesia de Éfeso, para que no nos acerquemos a las cosas de Dios con el intelecto, sólo con nuestra mente  llena de carnalidad y sin renovarla.

"17Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 18teniendo el entendimiento entenebrecido ajenos de la vida de Dios por la ignoran­cia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; 19los cuales, después que perdieron toda sensibilidad se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. 20Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21SI EN VERDAD LE HABÉIS OÍDO, Y HABÉIS SIDO POR ÉL ENSEÑADOS, CONFORME A LA VERDAD QUE ESTA EN JESÚS. 22En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23Y RENOVAOS EN EL ESPÍRITU DE VUESTRA MENTE, 24y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef. 4:17-24).

Como a los gentiles o paganos (inconversos) se les excluye de la vida de Dios, debemos adherirnos al hecho increíble que pertenecer a Cristo significa que somos elegidos para compartir la misma vida del Altísimo. Estamos EN CRISTO, Él está no sólo EN nosotros, sino que está en eterno compañerismo con Dios Padre y con Dios Espíritu Santo.

Podemos seguir en esta existencia terrenal, de tropiezo en tropiezo, hasta cuando con nuestra muerte vayamos al cielo o podemos decidir vestirnos ya mismo, en este preciso momento, del hombre nuevo para permanecer en el Espíritu, en la vida de una plenitud espiritual absoluta y perfecta, en un compañerismo continuo y permanente con la misma Trinidad.

Los discípulos del Rey Jesús y de su Reino "no deben andar en la vanidad de sus mentes naturales." Nuestras mentes se deben renovar mediante  aprender y obedecer las enseñanzas de nuestro Señor Jesús.

Aunque el conocimiento bíblico tiene un enorme y positivo valor, nunca nos conformará a la imagen y semejanza de Cristo, que es el objetivo y la meta de nuestro Padre celestial, a menos que Cristo se forme en nosotros. Podemos tener un conocimiento perfecto y completo de toda la Biblia y a pesar de eso, fracasar en el crecimiento espiritual, ya sea en un solo aspecto o en su totalidad.

Hoy nuestro problema reside en la dificultad extrema de encontrar a otros cristianos que hayan oído de Cristo y a quienes se les haya enseñado en Él. Si te acercas a un ministro ordenado o a un devoto miembro de una iglesia para recibir instrucción, se te enseñará en todo lo que creen, de acuerdo con las doctrinas y tradiciones de su denominación, secta o  grupo particular. Como sus maestros no les instruyeron en hacer todo lo que Jesús dijo, sólo pueden enseñar a otros en lo mismo que fueron enseñados.

Podrían reclamar que todas sus enseñanzas se basan en "una clara interpretación de la Palabra de Dios," es decir, la Biblia, y no en Jesucristo. El engaño estriba en que hay centenares de grupos distintos que no se pueden jamás poner de acuerdo sobre el entendimiento de lo que significa "una clara interpretación de la Palabra de Dios."

Sin que haya conciencia de ello, casi toda la cristiandad está en rebeldía contra el Rey y contra su Reino, porque hemos fracasado en obedecer sus instrucciones elementales y básicas, con respecto a todo cuanto SE NOS ORDENÓ HACER Y ENSEÑAR.

"18Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19Por tanto, id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20ENSEÑÁNDOLES QUE GUARDEN TODAS LAS COSAS QUE OS HE MANDADO; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén" (Mt. 28:18-20).

Jesús no nos instruyó a hacer miembros de iglesias o de denominaciones. Él nos ordenó hacer discípulos del Rey para su Reino.

Jesús no nos mandó enseñar catecismos, homilética, hermenéutica, psicología, o las doctrinas de nuestra denominación, historia eclesiástica, o todo cuanto la mente natural del hombre pueda inventar.

¿Quién nos fascinó para no hacer ni enseñar, es decir, desobedecer de una manera tan abierta y desafiante a Jesús? Debemos arrepentirnos de nuestra desobediencia y restaurar al Rey a su sitio correcto como "la Cabeza de todo hombre."

En una de las más conmovedoras oraciones, Jesús claramente dice que sus palabras son la Palabra de Dios y que Él quiere que nosotros la guardemos:

"6He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, Y HAN GUARDADO TU PALABRA. 7Ahora han conocido que todas las cosas que  me has dado, proceden de ti; 8PORQUE LAS PALABRAS QUE ME DISTE, LES HE DADO, y ellos las recibieron" (Juan 17:6-8).

“YO LES HE DADO TU PALABRA” (Juan 17:14).

"Santifícalos en tu verdad; TU PALABRA ES VERDAD" (Juan 17:17).

Si pudiéramos romper nuestro hábito de llamar a la Biblia la Palabra de Dios, y referirnos a ella como las Escrituras, muchos de nuestros falsos conceptos quedarían expuestos. Esto no alterará el hecho que toda palabra de las Escrituras fue inspirada por Dios, que es de gran valor para nosotros, pero hemos de discernir correctamente LA PALABRA que es de una importan­cia panorámica.

Jesús tuvo que reprender a los líderes religiosos porque no le escuchaban, y preferían su propia comprensión de las Escrituras (Antiguo Testamento). Es un fenómeno muy notable que los cristianos religiosos, no sólo los del día de hoy, sino también los de todas las épocas, en una forma similar, discuten acaloradamente sobre la defensa de sus interpretaciones y su entendimiento de las Escrituras, como la Palabra de Dios, pero se niegan a obedecer las palabras de Cristo.

"37También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, 38NI TENÉIS SU PALABRA MORANDO EN VOSOTROS; PORQUE A QUIEN ÉL ENVIÓ, VOSOTROS NO CREÉIS. 39Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; Y ELLAS SON LAS QUE DAN TESTIMONIO DE MÍ; 40y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:37-40).

La devoción a las Escrituras, y la falla o fracaso en creer y ser obedientes  al mismo Jesús, harán que sobre nosotros vengan todas las reprensiones de Dios.

Hasta cuando captemos la verdad que tanto a Jesús como a sus enseñanzas en el Nuevo Testamento se les llama la Palabra de Dios, no entenderemos correctamente lo que leemos y, con esa actitud, vamos a ponerle obstáculos a nuestro crecimiento espiritual. La obediencia a Cristo es la única manera de crecer en el Espíritu, para que Dios se encargue de aumentar nuestra fe.

Claro que es muy importante y de mucha excelencia saber las Escrituras, pero su mero conocimiento no hace que seamos más como Jesús. Más de Cristo en nosotros es igual a mayor crecimiento espiritual. Nuestro destino es ser conformados a la imagen del Hijo, y no ser únicamente personas capaces de citar versículos bíblicos.

El apóstol Pedro nos recomienda desear "como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada"  de la Palabra. Cuando escribió su carta no había Nuevo Testamento, de manera que no nos hablaba sobre desear la leche pura de la Biblia; su exhortación se refería a la leche no adulterada de las Palabras de Jesús. La obediencia a las Palabras del Señor trae crecimiento espiritual.

En el comienzo de su misiva el apóstol dice que se nos ha elegido en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:2), y luego agrega:

"122amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, POR LA PALABRA DE DIOS QUE VIVE Y PERMANECE PARA SIEMPRE (esta es una clara referencia a Jesús). 24Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba. La hierba se seca y la flor se cae; 25mas LA PALABRA DEL SEÑOR PERMANECE PARA SIEMPRE. Y ESTA ES LA PALABRA QUE POR EL EVANGELIO OS HA SIDO ANUNCIADA (la Palabra de Cristo).

21Desechando, pues toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, 2desead, como niños recién nacidos, LA LECHE ESPIRITUAL NO ADULTERADA (el mensaje de Cristo), PARA QUE POR ELLA CREZCAIS para salvación, 3si es que habéis gustado la benignidad del Señor. 4ACERCANDOOS A ÉL, PIEDRA VIVA, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5vosotros también, como piedras vivas, sed edificados COMO CASA ESPIRITUAL Y SACERDOCIO SANTO, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe. 1:22-2:5).

Recordemos que los primeros destinatarios de la carta todos habían recibido enseñanzas de los apóstoles mucho antes que la leyeran.

Los verdaderos apóstoles de Cristo no desobedecieron a Jesús al elegir las instrucciones fundamentales y básicas, de modo que podemos estar seguros que los primeros lectores de las epístolas de Pedro tenían sus raíces en el terreno firme y sólido de la doctrina del Señor.

Con certeza inmediatamente comprendieron que LA PALABRA DEL MENSAJE DE CRISTO QUE SE LES HABÍA PREDICA­DO PREVIAMENTE era la leche espiritual no adulterada de la Palabra.

Algunas de las muchas referencias a la Palabra de Dios, que en su contexto sólo pueden significar el mensaje de Cristo Jesús son las siguientes:

"2Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas4Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra7Y crecía la palabra del Señor" (Hec. 6:2,4,7).

"Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan" (Hech. 8:14).

"7el procónsul Sergio Paulo, varón prudentellamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios12Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor" (Hech. 13:7,12).

El Nuevo Testamento contiene dos declaraciones muy interesantes, hechas por Pablo y por Juan, que enfatizan la importancia de las Palabras y las enseñanzas de Jesús.

Infortunadamente, por lo general las ignoran quienes proclaman que enseñan  la Palabra de Dios.

1. Cuando Pablo escribe a Timoteo le instruye en la esencia de la doctrina sana, que se relaciona con enseñar actitudes y relaciones correctas, y concluye:

"2Esto enseña y exhorta (con referencia a todo lo que estaba escrito). 3Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a LAS SANAS PALABRAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4ESTÁ ENVANECIDO, NADA SABE, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5disputas necias de hombres corruptos de entendimiento Y PRIVADOS DE LA VERDAD, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales" (1 Ti. 6:2b-5).

2. Juan advierte que todos los que no permanezcan en la enseñanza de Cristo, no tienen a Dios, y dice claramente que no debemos tener compañeris­mo con tales personas.

"9Cualquiera que se extravía, Y NO PERSEVERA EN LA DOCTRI­NA DE CRISTO, NO TIENE A DIOS; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí TIENE AL PADRE Y AL HIJO. 10Si alguno viene a vosotros y no trae esa doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa de sus malas obras" (2 Juan:9-11).

Todo creyente o cristiano bíblico que desea con sinceridad llegar a ser discípulo del Rey y su Reino hará bien en meditar muy cuidadosamente estos dos pasajes de las Escrituras y medir sus creencias y sus doctrinas con ellos.

Ojalá que todos nos humillemos y nos arrepintamos de nuestras fallas y fracasos en dar a nuestro Rey que es la Palabra de Dios, el Verbo Encarnado, y que nos trajo con todo amor esa Palabra de Dios, el lugar adecuado que le es propio y le corresponde como Cabeza del Cuerpo de Cristo.

Salid de ella Pueblo Mio - Peter Whyte

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry