Martin Stendal
“Bienaventurados los mansos; porque ellos
recibirán la tierra por heredad.”
Tuve dificultades para comprender la palabra manso y para reconciliarla conmigo mismo.
Me parecía que una persona mansa sería un individuo cansón, blando, flojo, sin firmeza, que permitía que todo el mundo lo pisoteara. Busqué la palabra en griego y encontré que la palabra que Jesús empleó para “manso” no tenía traducción directa a la lengua inglesa.
La palabra griega significa una actitud del corazón y de la mente que están sometidos exclusivamente a Dios y a los planes de Dios. La palabra española “manso” se acerca un poco más a la representación del significado completo de lo que dijo Jesús.
Un ejemplo, en español, sería la forma en que la palabra “manso” se aplica a los caballos. El caballo que es “manso” es el que está tan perfectamente entrenado que obedece completamente al jinete. Permite que se le guíe con sólo una ligera presión de las riendas. En absoluto, no tiene que ser un animal sin bríos. Puede ser un brioso pura sangre, pero ha dejado a un lado sus propios planes y permite que el jinete sea el que mande la parada.
Este es un buen ejemplo que sirve al que es de la fe de Jesús, el Cristo. Jesús quiere que desistamos de tratar de acomodar a Dios a nuestros propios planes, en lugar de permitirle que sea Él quien nos acomode en Su plan maestro.
Él promete llenarnos de su fe (de dependencia de su Padre) y satisfacernos completamente, si le permitimos encargarse de nuestras vidas (vea Hechos 3:16; Romanos 3:22;26 Gálatas 2:16; 3:22 y Apocalipsis 14:12 en la Versión Antigua).
Es imposible ser mansos (tener fe hasta depender de Dios y no de nosotros mismos) sin estar bajo el control del Espíritu Santo. “...Sin fe es imposible agradar a Dios...” (Hebreos 11:6 SEV), y para lograr esto se requiere una cooperación o pacto entre nosotros y Dios. El pacto es lo siguiente: Nosotros debemos aceptar que Dios nos libre (nos despoja) del hombre viejo (Adán) para que nazcamos y lleguemos a la madurez en el hombre nuevo (Cristo).
El bautismo en agua es símbolo de esta identificación nuestra tanto en la muerte como en la resurrección de Cristo. Para que un pacto (o testamento) sea válido se requiere la firma de ambas partes. La firma nuestra es demostrar la autorización al Espíritu de Dios para que acabe con el hombre viejo de pecado en nosotros cuando Dios nos despierta para que podamos “oír su voz” (esto se simboliza con el bautismo en agua que se debe hacer única y exclusivamente por orden del Espíritu de Dios).
La firma de Dios es bautizarnos en Su Espíritu Santo para que podamos vivir en victoria por medio de los recursos de Él. En el bautismo puede haber una transferencia de espíritu desde la persona(s) conduciendo el evento hacia la persona que lo recibe. No todos los que dicen, Señor, Señor tienen el auténtico Espíritu Santo.
Rescate su Familia – Martin Stendal
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