George Warnock
En
el corazón del artista o del músico o artífice—alguien con unos talentos
creativos especiales—siempre hay ese deseo inherente de sacar adelante su obra
maestra. Lo intenta una y otra vez, pero queda insatisfecho. Siempre hay ese
persistente sentido de fracaso...”Todavía no lo he conseguido.... No estoy
satisfecho. No puedo descansar hasta haber hecho lo mejor... ¡Y definitivamente
no es esto!” Y aún así, no importa cuántas veces lo intente, generalmente
termina con el sentimiento, “Podría haber sido mejor... Debo intentarlo de
nuevo.”
Ahora
bien, Dios es el Artista infinito, el Constructor y el Arquitecto de todas las
cosas. A diferencia de los “jefes” de la tierra, Él no lo intenta una y otra y
otra vez; pero con frecuencia parece que es así. Y al evolucionista le gustaría
que nosotros imagináramos que es así como es. Podríamos tener la impresión de que
Dios intentaba hacer a un hombre perfecto cuando Él hizo a Adán... y que
después fracasó. Que intentara tener a una nación santa en Israel.... y que
hubiera fracasado. Que intentara establecer un poderoso reino en David o
Salomón,... y que hubiera fracasado. Pero no es así. En lugar de esto, Él
estaba demostrando una y otra vez la futilidad del hombre, y la incapacidad del
hombre de mantener el orden y la belleza en una creación caída. Pero debajo de
todo esto se hallaba el hilo escarlata de la Redención, mientras esperaba con
gran paciencia y longanimidad el día en que Él mismo intervendría y produciría
la Obra maestra final de Sus manos creativas.
Así,
tenemos la historia de la Redención. Es ahí donde Dios derramó todo lo que Él
tenía en la obra creativa de Sus manos, y encontró descanso y deleite en un
pueblo que Él creó para Su gloria, puesto que el apóstol Pablo nos dice que
“Somos hechura Suya” (Efe. 2:10). Para producir nuestra Redención, Dios derramó
todo lo que Él tenía, todo lo que Él es... para la redención de Su pueblo. Así
que en realidad, “¡Somos Su Obra Maestra!” Le costó a Dios todo lo que Él
tenía... hasta Su Hijo unigénito. Y nunca apreciaremos completamente la gloria
de la Redención hasta que entendamos que ¡Fue el Dios Altísimo quién se
revistió de carne, y se sometió al odio y a la mofa de Sus criaturas rebeldes
para la redención y transformación de ellas! Y que fue en esta gran obra
creativa que Él halló satisfacción completa, y pudo levantarse y decir,
“Consumado es”. Él hizo esta declaración, primero desde la Cruz, y aún la ha de
declarar de nuevo desde Su trono exaltado en los cielos (Juan 17:4, 19:30;
Apoc. 10:7). Porque lo que consiguió en la Cruz ha de ser aún consumado en un
pueblo hecho entero en Cristo, y conformado a Su imagen. La vieja creación
podía manifestar sólo los rayos limitados de Su gloria. Se necesitaba la Nueva
Creación para que Dios manifestara el completo esplendor de la Luz de Su
gloria. Los redimidos de la raza de Adán han de ser aún revelados a las más
supremas de sus criaturas celestiales, como Su obra de arte final y perfecta.
¡No es sorprendente que nos digan que los ángeles desean mirar a las cosas que
pertenecen a nuestra salvación! (1ª Ped. 1:2).
El huerto de Dios - George Warnock
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