Michael Clark
Considere esto. ¿Ha oído
usted la enseñanza de que se supone que “traigamos todos nuestros diezmos al
Alfolí” (Mal. 3:10)? Bien. ¿Dónde estaba este Alfolí en el Viejo Testamento
adonde se tenía que llevar el diezmo? En Nehemías 10:38 dice que el Alfolí para
el diezmo era la casa de Dios. ¡Genial! Así que la iglesia ha sido enseñada que
sus miembros se supone que deben tomar el 10 por ciento de sus ingresos y poner
en los platillos de recolección los domingos, ¿verdad? El único problema con
este tipo de pensamiento es este: ¿dónde está el templo de Dios de acuerdo al
Nuevo Pacto?
Fu este mismo argumento
que hizo que los líderes judíos dieran muerte a Esteban. El les golpeó
exactamente donde duele… ¡en la chequera!
Si bien el Altísimo no
habita en templos hechos de mano, como el profeta dice: El cielo es mi trono, y
la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis?, Dice el Señor; ¿o
cuál es el lugar de mi reposo? (Hch. 7:48-50)
¿Si el templo de Dios no
esta hecho de manos de hombres, entonces dónde está Su casa? La respuesta se
encuentra en Efesios 2:19-22.
Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo, en
quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo
en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu.
¡Sí! Eso es correcto. ¡Somos el templo de Dios!
Usted dirá: “Bien, si
eso es cierto, ¿se supone que debemos darnos el diezmos a nosotros mismos?”
Nuestro dar se supone debe ir donde es mas necesario en el cuerpo de Cristo.
Santiago lo puso de esta forma: “La religión pura y sin mácula delante de Dios
el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones,
y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27). Esto es exactamente lo que
Esteban estaba haciendo antes que fuese asesinado por el sistema religioso de
sus días. El estaba cuidando de las necesidades de las viudas como uno de los
siervos de la Iglesia (En griego Diakoneo - Un Diácono).
La iglesia primitiva
“diezmaba” de esta forma:
Así que no había entre
ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las
vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los
apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. (Hch. 4:34-35)
Verá usted, la ofrenda
se ponía a los pies de los apóstoles. Estos líderes no lo recogían y lo
llevaban al Banco para tenerlo fuera del alcance de la congregación. Se quedaba
allí para ser redistribuido para cualquiera que estuviese en necesidad.
Considere el versículo seis más abajo.
Pedro y Juan subían
juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre
cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama
la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este,
cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le
diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero
lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
(Hch. 3:1-6)
Cuando se trataba de
Mamón (dinero), estos dos muchachos estaban en quiebra, pero cuando se trataba
de las riquezas de Cristo, ¡ellos eran ricos!
Cuando se trata de las
necesidades de nuestros hermanos y hermanas, Santiago lo puso de esta forma:
Y si un hermano o una
hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y
alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais
las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la
fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Stg. 2:15-16)
La mayoría de nosotros
en la iglesia de estos días, ponemos la responsabilidad para el cuidado de los
necesitados sobre el gobierno de la iglesia o sobre “los fondos de
benevolencia”, que generalmente son muy escasos. Y en realidad n hacemos nada
acerca de nuestros hermanos y hermanas en necesidad. Los líderes judíos tenían
el mismo pecado. Jesús dijo en Marcos 7:10-13:
Porque Moisés dijo:
Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera
irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la
madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que
pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y
muchas cosas hacéis semejantes a estas.
Verá, nosotros somos el
templo, y el amor de Jesús le mostrará donde usted debe dar su apoyo. Me
aventuraré a adivinar que no va a ser a un gran banquero (Dios odia la usura,
es decir, tomar interés sobre un préstamo) para pagar la hipoteca de algún
edificio con Su nombre - o el de algún otro hombre - en el edificio.
Sí, el Nuevo Testamento
dice que el obrero es digno de su salario, y que no debemos poner bozal al buey
que trilla. Tenemos la obligación de mantener a un hermano o hermana que está
dando todo su tiempo para la obra del ministerio, para que estén libres de
continuar su obra sin tener que mantenerse a ellos mismos. Pero cuando la
iglesia moderna deletrea “obrero” deletrea P-A-S-T-O-R. Pablo escribió:
Los ancianos [de más
edad - plural, ¡no solo el pastor!] que gobiernan bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. (1
Tim. 5:17)
Yo creo que todos los
ancianos que sirven a la Iglesia bien deben ser tenidos dignos de doble honor,
los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los maestros, en vez de una
simple casta privilegiada llamada “pastor”. Aun en el mantenimiento de estos,
el dar va a los miembros (Alfolí) del cuerpo de Cristo.
¿Me pregunto cuantos
hombres más con el llamado de Dios en sus vidas estarían afuera haciendo la
obra si todos esos preciosos recursos no fuesen malgastados en edificios, su
mobiliario, y el salario de un hombre de cada iglesia local cuyo ingreso es
igual al de muchos Presidentes de empresas del mundo? ¡Perdón, fue sin querer!
¡Es que en ese asunto de los altos salarios tenemos otra de las vacas sagradas!
La Ley la Iglesia - Michael Clark
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