Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


27 de abril de 2012

EL MITO DE LA BONDAD DEL HOMBRE


Davis y Clark

En Lucas 18:18-19, un cierto gobernante preguntó a Jesús, “Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le dijo, “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, excepto uno, Dios”. Si solo hay uno bueno, entonces este joven no podía hacer nada por heredar la vida eterna. Todas sus obras no servirían de nada. El secreto de la verdadera justicia está contenido en estas pocas palabras, “Nadie es bueno, solo Uno”. Cuando finalmente conseguimos creer estas palabras, cesaremos en nuestra vana actividad y recibiremos la verdadera justicia de Dios. La pregunta favorita del hombre religioso, “¿Qué debo hacer?” presupone que puede hacer algo lo suficientemente bueno para merecer el favor de Dios y Su bendición.

La respuesta de Cristo pronuncia juicio sobre toda la supuesta bondad del hombre. “Solo hay uno bueno”. Antes de que el hombre pueda experimentar el verdadero arrepentimiento y conocer la justicia que viene de Aquel que es el único bueno, primero tiene que llegar a un acuerdo con el juicio de Dios sobre su carne. Pablo lo expresa de manera sucinta, “En mí, eso es, en mi carne, no mora el bien”.

Este es terreno de controversia. Todo el mundo religioso trabaja para demostrar que Jesús está equivocado. Levantan buenos edificios en los que se congregan buenos cristianos para aprender a ser mejores cristianos con la ayuda de buenos programas y buenas doctrinas, enseñados por hombres buenos. Todo se dice y se hace para perfeccionar una bondad en el hombre que Jesús dice simplemente que no existe. La noción de que puedes hacerte bueno por medio de la práctica es el engaño que mantiene en movimiento la rueda de molino religiosa, intentando con todas las fuerzas ser bueno y siempre edificando torres hacia el cielo.

Tenemos que llegar a un acuerdo con Dios y ver que Su juicio es tan pesado sobre nuestros mejores esfuerzos como lo fue sobre la torre de Nimrod hacia el cielo (ver Génesis 11). Tenemos que arrepentirnos de tales obras muertas y llegar a un acuerdo con las palabras de Jesús, “Solo hay uno bueno”.

La mayoría de la gente aprende esta lección después de años de lucha y derrota. ¿Cómo enseñaría Dios al hombre que no hay nada que pueda hacer para recuperar la justicia que una vez tuvo antes de la caída? ¿Cómo mostraría a una humanidad decadente su extrema falta de bondad? Después de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Adán y Eva quedaron atónitos, divididos en su propio ser, y confusos sobre lo que les acababa de suceder. Sus ojos les fueron abiertos y pudieron ver muchas cosas pero no en su condición verdadera.

Cayeron de algo maravilloso, de un plano superior de existencia a un plano inferior, por debajo de la dignidad y el propósito para el que Dios los había creado. Se perdió la bondad de la que Dios había hablado diciendo, “Es bueno”, ¿Cómo mostraría Dios al hombre lo bajo que había caído? ¿Cómo enseñaría al hombre sobre su profunda infección interna e impureza? ¿Cómo mostraría Dios a la humanidad que sus obras justas eran como trapos de inmundicia? ¿Cómo les mostraría su extrema depravación e incapacidad para hacer lo que un día había sido tan natural como el respirar para Adán antes de la caída? ¿Cómo?

 De la Ley al Reposo - Davis y clarck

LA SALVACION POR LA FE


John Wesley
                                    
Por gracia sois salvos por la fe (Efesios 2:8).

1.     Impulsos únicamente de gracia, bondad y favor, son todas las bendiciones que Dios ha conferido al hombre; favor gratuito, inmerecido; gracia enteramente inmerecida, pues que el hombre no tiene ningún derecho a la menor de sus miseri­cordias. Movido por un amor espontáneo, “formó al hombre del polvo de la tierra y alentó en él...soplo de vida,” alma en que imprimió la imagen de Dios; “y puso todo bajo sus pies.” La misma gracia gratuita existe aún para nosotros. La vida, el aliento y cuanto hay, pues que en nosotros nada se encuentra ni podemos hacer cosa alguna que merezca el menor premio de la mano de Dios. “Jehová, tú nos depararás paz; porque también obraste en nosotros todas nuestras obras.” Son estas otras tantas pruebas más de su gratuita misericordia, puesto que cualquiera cosa buena que haya en el hombre, es igual­mente un don de Dios.

2.     ¿Con qué, pues, podrá el pecador expiar el menor de sus pecados? ¿Con sus propias obras? Ciertamente que no; por muchas y santas que éstas fuesen, no son suyas, sino de Dios. A la verdad las obras todas del hombre son inicuas y pe­caminosas, y así es que todos necesitamos de una nueva expia­ción. El árbol podrido no puede dar sino fruto podrido; el co­razón del hombre está enteramente corrompido y es cosa abo­minable; se halla “destituido de la gloria de Dios;” de esa su­blime pureza que al principio se imprimiera en su alma, como imagen de su gran Creador. No teniendo pues nada, ni santidad ni obras qué alegar, enmudece confundido ante Dios.

3.     Ahora pues, si los pecadores hallan favor con Dios, es “gracia sobre gracia.” Aún se digna Dios derramar nuevas bendiciones sobre nosotros y la mayor de ellas es la salvación. ¿Y qué podremos decir de todo esto, sino “gracias sean dadas a Dios por su don inefable”? Y así es: en esto “Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aun pecadores, Cristo murió,” para salvarnos; “porque por gracia sois salvos por la fe.” La gracia es la fuente, y la fe la condición de la sal­vación.

Precisa por lo tanto, a fin de alcanzar la gracia de Dios, que investiguemos cuidadosamente:

I. Por medio de qué fe nos salvamos.

II. Qué cosa es la salvación que resulta de esta fe.

III. De qué manera se puede contestar a ciertas obje­ciones.

I.      ¿Por medio de qué fe nos salvamos?

1.     En primer lugar, no es solamente la fe de los paganos. Exige el Creador de todos los paganos que crean: “que le hay, y que es galardonador de los que le buscan;” que se le debe buscar para glorificarlo como a Dios; dándole gracias por todas las cosas y practicando con esmero las virtudes de la justicia, misericordia y verdad para con los demás hombres. El griego y el romano, el escita y el indio no tenían disculpa alguna si no creían en la existencia y los atributos de Dios, un premio o un castigo futuro y lo obligatoria que por naturaleza es la virtud moral; porque esta es apenas la fe de un pagano.

JUICIO DEL INÍCUO


John Bevere

Impostor: "El que abusa de la credulidad o ignorancia de los otros; mentiroso, falsario. El que propaga falsa creencia religiosa" (Michaelis Moderno Diccionario de la Lengua Portuguesa).

“Pero quien podrá soportar el día de su venida? Y quien podrá subsistir cuando él aparezca? Porque él es como el fuego purificador y como jabón de lavadores. Se sentara como afinador y purificador de la plata; purificará a los hijos de Levi y los refinará como al oro y como a la plata; ellos traerán al Señor justas ofrendas.

Entonces, la ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los días antiguos y como en los primeros años. Vendré a vosotros otros para juicio; seré testigo veloz contra los hechiceros, y contra los adúlteros, y contra los que juran falsamente, y contra los que defraudan el salario del jornalero, y oprimen a la viuda y al huérfano, y tuercen el derecho del extranjero, y no me temen, dice el Señor de los Ejércitos" (Mal 3:2-5).

Malaquías profetizó mucho tiempo antes del periodo del Nuevo Testamento, y por eso utiliza vocablos conocidos de su época, como "hijos de Levi" y "Judá y Jerusalén". La terminología usada en el Nuevo Testamento es otra.

Dios tiene un propósito a realizar así que su pueblo fuera purificado: "vendré a vosotros otros para juicio". La llave es "a vosotros otros". Necesitamos entender que Él se refiere a los inicuos que vivían y estaban próximos, o entre su pueblo! En Jeremías 5:26, 28, 29, en un texto paralelo al de Malaquías, dice Dios:

"Porque entre mi pueblo se hallan perversos; cada uno anda espiando, acechan como quien pone lazos; disponen trampas y prenden los hombres... Engordan, se hacen lustrosos y traspasan hasta los hechos de los malignos; no defienden la causa, la causa de los huérfanos, para que prospere; ni juzgan el derecho de los necesitados. No castigaría yo estas cosas?  Dice el Señor; no me vengaría yo de nación como esta?"

Y quiero citar también, dos textos del Nuevo Testamento:

 "Atended por vosotros y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os constituyó obispos, para pastorear la iglesia de Dios, la cual él compró con su propia sangre. Yo sé que, después de mi partida, entre vosotros penetrarán lobos voraces, que no perdonarán el rebaño. Y que, de entre vosotros mismos, se levantarán hombres hablando cosas pervertidas para arrastrar a los discípulos detrás de ellos" (Hechos 20:28-30).

"todos cuantos quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos. Pero los hombres perversos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados" (2 Tm 3:12, 13).

24 de abril de 2012

LA NUEVA JERUSALÉN


Peter Whyte

Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su mari­do9vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó en el Espíritu a un monte muy alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal" (Ap. 21:2, 9-11).

La Nueva Jerusalén es la eterna y amada compañera de Dios. Es la Novia de Cristo, la Esposa del Cordero. Es sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante, y está santificada por Cristo, quien dio su vida por ella y la limpió al lavarla con su Palabra, el Evangelio del Reino de Dios. Hizo esto para que pudiera presentársela a sí mismo, santa y sin mancha. Esta es la Iglesia que Jesucristo ama, nutre, alimenta y  acaricia de la misma manera como lo hace con nuestros cuerpos individuales. El Señor lo hace porque cada creyente es un miembro de su Cuerpo.

Los últimos dos capítulos de Apocalipsis describen a la Novia, la Esposa, cuya formación tiene muchísimos centenares de años, pues está compuesta por todas y cada una de las generaciones de creyentes.

El Libro del Apocalipsis es una revelación de lo que sucede en el plano espiritual donde, como sabemos, no existe el tiempo. Esas cosas sucedían antes que a Juan se le ordenara escribirlas en un libro, suceden durante todo el resto de su existencia sobre la tierra, y continuarán sucediendo hasta cuando se cumplan completa y totalmente todos los propósitos de Dios para los hombres.

Es muy importante darnos cuenta que las cosas más espirituales implican procesos más que sucesos, pues, por ejemplo, las bodas del Cordero bien pueden ser algo así como un proceso, más que una simple ocasión, como en lo natural somos dados a suponer de acuerdo con nuestra experiencia terrenal.

Pablo escribió a la iglesia de Éfeso sobre el gran misterio de Cristo y su Iglesia que se convierten en una sola carne:

"31Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (Ef. 5:31-32).

RESTAURACION DE RELACIONES ENTRE DIOS Y LA CRIATURA


A.W.Towzer

Ensálzate sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra tu gloria. Salmo 57:5

Es casi una perogrullada decir que el orden en la naturaleza depende de la correcta relación de todas las cosas. Para lograr la armonía es indispensable que cada cosa esté en perfecta relación con respecto a otra cosa. En la vida humana, ocurre lo mismo.

He dicho en capítulos anteriores que la causa de todas nuestras miserias es nuestra radical dislocación moral que trajo enemistad con Dios y con cada uno de nuestros semejantes.

Cualquiera haya sido la caída en el pecado, sus efectos han producido un trastorno en las relaciones del hombre con su Creador. El hombre adoptó una actitud equivocada con respecto a Dios, y con eso deshizo los medios de comunicación con su Creador, en la cual, sin que él se diera cuenta, descansaba su felicidad. La salvación es, esencialmente, la restauración de esas relaciones, es decir, el retorno a la relación normal del uno con el otro.

Una vida espiritual satisfactoria debe comenzar con un cambio completo en las relaciones entre Dios y el pecador. No meramente un cambio judicial, sino un cambio consiente y experimental que afecte toda la naturaleza del individuo. La propiciación por la sangre de Jesús hace posible ese cambio judicial, y la obra del Espíritu lo hace emocionalmente satisfactorio. La historia del hijo pródigo ilustra perfectamente esta última fase. El hijo más joven se había metido en una cantidad de problemas a causa de haber olvidado los privilegios que tenía como hijo de su padre.

Su restauración no fue más que el restablecimiento de esas relaciones, las cuales existían desde su nacimiento, pero que habían sido temporalmente interrumpidas por el pecado. La parábola pasa por alto el aspecto legal de la redención, para detenerse hermosamente en el aspecto experimental.

Para determinar las relaciones tenemos que comenzar en algún lugar. Debe haber un punto fijo desde el cual todo ha de comenzar a medirse, donde no intervenga la ley de la relatividad, y donde podamos decir "ES," sin ninguna clase de concesiones. Tal punto fijo es Dios. Cuando Dios quiso dar a conocer su nombre a la humanidad no encontró otro mejor que "YO SOY." Cuando él habla en primera persona dice, YO SOY; cuando nosotros nos referimos a él decimos EL ES; cuando nos dirigimos a él le decimos TU ERES. Todo lo demás parte de esta base. Dios dice, "Yo Soy el que Soy" o sea "jamás cambio."

Así como el marino fija su posición en el mar por la altura del sol, nosotros podemos saber cuál es nuestra posición moral mirando a Dios. Debemos comenzar con Dios. Nosotros estamos bien solo cuando estamos en una correcta relación con Dios, y mal cuando estamos en cualquier otra.

LA AYUDA Y FUERZA DEL HOMBRE NO SON MAS QUE LIMOSNAS


Javier Vargas

Para que inicie verdaderamente en nosotros el proceso de convencimiento de la naturaleza vil de nuestras habilidades, capacidades y obras, no solo es importante vivenciar que son viles, sino también, inútiles para los propósitos del Señor Jesucristo, porque el Señor viene a dar vida en el Espíritu y a traer Justicia y Paz, y eso es algo que no podemos dar ni hacer, así seamos los pastores, maestros o líderes religiosos más poderosos del mundo (y no hablo de la paz mundana que conseguirá el anticristo a punta de acuerdos entre hombres).

Nuestras propias obras, nuestros propios reinos congregacionales y nuestros propios ministerios en realidad no son más que limosnas que pretendemos llevar al mundo o presentar al Señor en el día de su gran juicio:

Mateo 7:21-23

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Para ver esa condición de limosna en nuestros esfuerzos y obras existen varios versículos en las escrituras, pero creo que con los que a continuación leeremos bastaría para aceptarlo: 

Juan 3:1-10

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.

Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.”

FUEGO ENCIENDE FUEGO


Leonard Ravenhill

Los hombres de oración deben ser hombres de acero, pues serán atacados por Satanás aun antes de empezar ellos a atacar su reino.

La oración, que consiste en llenar un formulario dirigido al Creador del Universo, es sólo la parte más pequeña de una labor que tiene muchas facetas. Como todo lo demás en la vida cristiana, la oración puede venir a ser coja. La oración no es un sustituto del trabajo, del mismo modo que el trabajo no puede sustituir la oración. El libro El Arma de la Oración, de E. M. Bounds, dice:

«Es mejor descuidar el trabajo que la oración»; y en otro lugar: «Los oyentes más eficaces en esparcir el conocimiento de Dios, que establecen su obra sobre la tierra y ejercen de muralla contra las amenazantes alas del mal, han sido siempre los líderes de la iglesia, que son a la vez personas de oración. Dios confía en ellos, les emplea y les bendice.»

Seguramente él despertamiento tarda porque la oración decae. Nada teme más Satán y el infierno que los hombres que oran. Una vida eficaz no es necesariamente una vida larga. Un hombre que muere a los pocos años puede haber hecho como si hubiese vivido un siglo.

La libélula deja con gran esfuerzo su cascara y se adorna con brillantes alas de zafiro para el viaje de su vida, que dura tan sólo unos pocos días; pero no hay flores de la tierra más bellamente azules que el color de su coraza. Así, en la esfera espiritual, los más preciosos vestidos del alma son confeccionados en la cámara de oración y teñidos en los trabajos que completan los sufrimientos de su cuerpo que es la Iglesia.

Los colaboradores de Henry Martin envidiaban su espiritualidad. Uno de ellos dijo: «¡Quién pudiera imitar sus virtudes, su elevada piedad, su diligencia, su superioridad sobre el mundo, su amor a las almas, su destreza en aprovechar todas las ocasiones para hacer bien espiritual a los que le rodeaban, su profunda visión de Cristo y su carácter celestial!»

El propio Martin dice de sí mismo: «Los caminos de la sabiduría me parecen más dulces y razonables que nunca, y el mundo más insípido y decepcionante.» «La única cosa que lamento —sigue diciendo— es mi falta de poder y de fervor en la oración privada, especialmente cuando oro por los paganos. En proporción a la luz que tengo, no poseo el ardor que debiera tener.» ¿Puede alguien arrojar la primera piedra en cuanto a esto a Henry Martin? ¿No tenemos todos que confesar que nos falta ardor en la oración?

Por propia naturaleza el fuego produce fuego. Si hay combustible a su alcance el fuego lo convierte en más fuego. «Ved una pequeña llama cuan grande fuego enciende», dice Santiago! El fuego no puede producir hielo ni el diablo hacer santos; así, pastores fríos no producirán guerreros en la oración. Sin embargo, una pequeña chispa puede prender fuego a una ciudad. De una vela pueden encenderse diez mil.

14 de abril de 2012

FUNDADOR DE IGLESIAS, DONDE ESTAS?


Gene Edwars

Necesitamos a esos fundadores de iglesias. ¡Y necesitamos a esos hermanos y hermanas! Dos necesidades muy grandes. No cabe duda de que si dispusiéramos de esos fundadores habría entonces gran cantidad de hermanos y hermanas, y remos con los que remar ¿Por qué no rondan por ahí fundadores así? Hay buenas razones.

La primera razón (y nadie parece dispuesto a hacer esto):

Todos los fundadores debieran crecer primero en una vida de iglesia de honesta para arriba, no teórica, viva, respirando a su libre albedrío, rebosante de libertad, exenta de legalismo, exenta de ley, antes de ni siquiera atreverse a plantar una iglesia.

Vive en la iglesia como un hermano normal. ¡Primero eso! La mayoría de los ministros no se detendrán a hacer esto. La mayoría de los ministros tienen dos o tres ideas en el subconsciente sobre el ministerio:

Una: tengo que salvar al mundo del infierno; no me puedo parar durante dos o tres años y ser un laico.

Dos: ¿yo, conseguir un trabajo? ¿Estás loco? ¡Me moriré de hambre!

Tres: acabo de tener una revelación. Comprendo estas cosas... así que, ¡las puedo hacer sin tener que parar mi ministerio!. Uno: No, no tienes que hacerlo.  Dos: Es bueno para ti. Tres: No puedes.

Subestimas el trabajo y sobrevaloras tu habilidad. Siéntate durante unos años y deja que el clero se desprenda de ti. (Lo haces al trabajar para ganarte el sustento.) Descubre la vida de iglesia. Seguidamente arrodíllate y agradece a Dios que no lo intentaste hacer antes de que lo experimentaras.

Un poco de humildad, un tiempo de descanso, un tiempo de aprender en el mejor de todos los seminarios llamado ekklesia. Hasta el día de hoy, una temporada aprendiendo a experimentar a Jesucristo nunca hizo daño a un clérigo. Es algo demasiado radical de intuir para la mayoría de los hombres llamados por Dios, y más aún para intentarlo.

Cuanto más radicales son esos hombres, menor probabilidad habrá de que estén dispuestos a sentarse. ¡¿Cuándo, entonces, estarán dispuestos a moverse a un lugar más allá de lo radical?!

PURIFICADO O DEVORADO


John Bevere

Siempre que una persona edifica sin la ayuda de Dios... sea su vida, su hogar o su ministerio, nada de lo que edificare permanecerá! "Pero quien podrá soportar el día de su venida? Y quien podrá subsistir cuando él apareciere? Porque él es como fuego... " (Mal 3:2).

 Vendrá como fuego, "porque nuestro Dios es fuego consumidor" (Heb 12:29). Todo lo que  tenga olor de pecado no permanecerá en la presencia de Dios, por eso Dios está permitiendo tantas pruebas. Y para preparar su templo, la Iglesia! El mismo fuego que purifica, destruye, dependiendo del objeto que fue colocado en el fuego.

Malaquías pregunta: "Quién podrá soportar el día de su venida? Y quien podrá subsistir cuando él apareciere?" Pablo habla a ese respecto en 1 Corintios 3:9,10: "Porque de Dios somos cooperadores; cultivo de Dios, edificio de Dios sois vosotros. Según la gracia de Dios que me fue dada, lancé el fundamento como prudente constructor; y otro edifica sobre él. Sin embargo cada uno vea como edifica"

 Necesitamos dedicar especial atención a la manera como edificamos nuestra vida! La edificación de una casa, en las Escrituras, simboliza la manera como edificamos nuestras vidas y nuestro ministerio.

Somos el edificio de Dios:

"...Jesús, el cual es fiel a aquel que lo constituyó, como también lo era Moisés en toda la casa de Dios. Jesús, sin embargo, ha sido considerado digno de tanto mayor gloria que Moisés, cuanto mayor honra que la casa tiene aquel que la estableció. Pues toda la casa es establecida por alguien, pero aquel que estableció todas las cosas es Dios" (Heb 3:1-4). Es el Señor quien edifica la casa, y no nosotros con nuestra fuerza y capacidad. Y lo que Dios edifica, permanece. Lo que nosotros edificamos, perece.

"Si el Señor no edificare la casa, vanamente trabajan los que la edifican" (Sal 127:1). Siempre que una persona edifica sin la ayuda de Dios sea su vida, su hogar o su ministerio nada permanecerá!

 En Génesis 11:4, tenemos un ejemplo de eso:

"Venid, edifiquemos para nosotros una ciudad y una torre cuyo tope llegue hasta a los cielos y hagamos célebre nuestro nombre..." Que motivo tenían? Realizar sus sueños; edificar algo que les trajera gloria personal. Querían ser como Dios, pero independientes de él. Proseguían en la búsqueda de sus sueños personales, y en hacer su propio deseo, no el de Dios. Actuaron independientemente de Dios, aunque el sueño que tenían fuera "celestial".

Eso prueba que, por más noble que sea la intención, sin Dios, todo esfuerzo es un ejercicio inútil.

LA PALABRA DE DIOS


Peter Whyte

Jesucristo es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Vino de los cielos para traernos un mensaje de Dios, y el Nuevo Testamento llama tanto a Jesús como a su mensaje: La Palabra de Dios.

La Palabra de Dios desea que oigamos y obedezcamos no solamente a Jesús mismo, sino también a sus enseñanzas.  Dentro del contexto de la Iglesia primitiva "La Palabra"  no significaba un libro; quería decir simple y llanamente: el propio Jesús y/o su mensaje. 

Como en los años que se describen en el Nuevo Testamento, el Nuevo Testamento no se había escrito todavía, para satanás era muy difícil engañar a los cristianos y hacerles pensar que el Nuevo Pacto era también "un pacto en la letra" y no en el Espíritu. Cuando algunos de los creyentes judíos comenzaron a pensar y a seguir en esa línea de ideas, Pablo se vio obligado a corregirlos en varios apartes de sus cartas, por ejemplo, 2 Corintios 3:6.

Asimismo debemos recordar que cuando se escribieron los libros del Nuevo Testamento, cada evangelio, las diversas epístolas, y luego el Libro del Apocalipsis, se leían y se entendían como una entidad completa en sí misma. Cuando se recibía una carta de Pablo, por ejemplo, se leía en alta voz a todos los creyentes, la iglesia, en ese lugar.

Se leía como toda carta, desde el principio hasta el fin. No había capítulos ni versículos y como muy escasamente algunos pocos hermanos sabían leer, a todos no les era posible comparar las Escrituras del Antiguo Testamento con los escritos del Nuevo Testamento, a fin de entender y captar los significados de esas escrituras individuales.

La mentalidad fija en el siglo XX de los creyentes cristianos evangélicos, pentecostales, bíblicos (entre quienes me cuento),  hace difícil enfrentar esta realidad. Sin embargo, en la Iglesia primitiva no existían ni teología sistemática ni se conocían las respectivas exigencias de ser cristianos bíblicos, de manera que sus conceptos sobre lo que se debe considerar bajo el apelativo de una verdadera y sana doctrina, estaban muy aparte y muy retirados de los nuestros.

Los apóstoles enseñaron a la Iglesia primitiva a hacer todo lo que el Señor Jesucristo les había enseñado. Inclusive al apóstol Pablo le fue necesario escribir estas palabras:

"3Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nues­tro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia" (1 Tim. 6:3-5).

LA MIRADA DEL ALMA


A.W. Towzer

Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús. Hebreos 12:2

Pensemos en el hombre sencillo e inteligente que mencionamos en el capítulo seis, que se detiene por primera vez a leer las Sagradas Escrituras. Se acerca a la Biblia sin ningún conocimiento previo de lo que contiene. No tiene ningún prejuicio; nada tiene que probar, nada que defender.

 Este hombre no leerá por mucho tiempo sin darse cuenta que algunas verdades comienzan a destacarse nítidamente. Son los principios espirituales con que Dios ha tratado a los hombres, que aparecen entretejidos en los escritos de varones santos que fueron "movidos por el Espíritu de Dios." Según prosiga en la lectura deseará hacer un resumen de las verdades que está entendiendo. Estos resúmenes vendrán a ser los principios de su credo bíblico. Y si lee por más tiempo, las nuevas lecturas no afectarán estos principios; por el contrario los aumentarán y fortalecerán. Nuestro hombre está descubriendo lo que la Biblia enseña.

 Muy arriba en las enseñanzas de la Biblia se encuentra la doctrina de la fe. Es tanta la importancia que la Biblia asigna a la fe, que es imposible que pase desapercibida. El tendrá que reconocer muy pronto que la fe es de vital importancia para la vida del alma. "Sin fe, es imposible agradar a Dios'.' Por la fe es posible adquirir cualquier cosa; ir a cualquier parte en el reino de Dios, pero sin fe nadie puede allegarse a Dios, ni ser librado de sus culpas, ni tener libertad, ni salvación, ni comunión, ni nada. Nunca tener vida espiritual.

 Cuando nuestro amigo haya llegado al capítulo once de la Epístola a los Hebreos, no le será extraño el elocuente encomio que se hace allí de la fe. Antes de eso habrá leído la brillante defensa de la fe que hace Pablo en romanos y en Galatas. Más adelante, si lee la historia de la iglesia, podrá ver el asombroso poder espiritual que tenían los reformadores debido a su fe inalterable en la religión cristiana.

Pues bien, si la fe es algo tan importante en la vida cristiana, si es algo imprescindible en la búsqueda de Dios, es perfectamente natural que deseemos cerciorarnos si en verdad tenemos este don. Y siendo nuestra mente como es, tarde o temprano ha de querer investigar cual es la naturaleza de la fe.

¿Qué es fe? Junto a esta pregunta viene enseguida otra. -¿Tengo yo fe? Y debemos encontrar alguna respuesta dondequiera esta se halle.

Casi todos los que predican o enseñan acerca de la fe dicen más o menos lo mismo. Nos dicen que es creer en una promesa, que es aceptar lo que Dios dice, que es reconocer la verdad de la Biblia, y actuar conforme a ella. El resto de lo que ellos dicen en sermones o en libros son relatos acerca de personas que por fe hallaron respuesta a sus oraciones. Esas respuestas son por lo general bendiciones materiales, tales como sanidad, dinero, protección física o éxito en los negocios. O si el maestro es un filósofo, nos llevará en excursión por los ámbitos de la metafísica, o nos sumergirá en los hielos de la jerga psicológica, definiendo y redefiniendo conceptos, partiendo delgados pelillos hasta hacerlos desaparecer por completo.

EL GRAN ÍDOLO DE NUESTRAS OBRAS


Javier Vargas

Un par de buenos ejemplos en las escrituras acerca de la naturaleza “anticristo” de nuestras propias obras los tenemos en dos personajes, uno que jamás aceptó la obra de Cristo, este es, Caín; y otro que si lo hizo, este es, Abel:

Génesis. 4:2-5 “…Y Abel fue pastor de ovejas (gracia), y Caín fue labrador de la tierra (ley). Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante (luego en su ira Caín mató a Abel)”

Recordemos que Dios miró con agrado el corazón de Abel y su ofrenda, porque significaba que él reconocía su pecado, que estaba muerto y que sus obras y esfuerzos eran indignos, inmundos e inútiles delante de Dios, y por lo tanto, aceptaba en gracia la obra de Jesucristo, por eso ofrendó una oveja, que era tipo de Cristo y la promesa y salida de justicia que ya Dios les había hecho.

Mientras al corazón de Caín y su ofrenda Dios no miró con agrado, pues significaban que Caín creía ser digno, acepto y que sus obras y esfuerzos lo eran igualmente delante de Dios, y esto significaba esencialmente, que NO aceptaba la obra perfecta que el Cristo iba a realizar (Gn. 4:1-5), según la promesa que Dios ya les había hecho y que él ya conocía (Gn. 1:3, Gn. 2:9, Gn. 3:15 y 21).

Ese carácter de querer mostrar las mejores capacidades, esfuerzos y obras como algo digno y justo para Dios, en realidad es parte del carácter del anticristo.

Para Dios el único sacrificio y la única obra en verdad, es la hecha por su Hijo Jesús y su Espíritu, Dios no acepta nada más, porque todo lo demás esta bajo maldición y en todo está la maldad:

1 Juan 3:12

"No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas (obras propias), y las de su hermano, justas (porque creía a Dios aceptando la obra de Cristo).

SE NECESITAN PROFETAS PARA EL DÍA DEL DESASTRE


Leonard Ravenhill

La cabeza de Pablo estaba ya casi en la boca del león. ¿Qué importaba? Ante Agripa, este valeroso discípulo no tenía nervios ni reservas. No puede tener su lengua atada en ninguna ocasión ni en ningún lugar. El valor físico hace a los hombres valientes de una manera; y el valor moral, que desprecia las opiniones de los hombres sean cuales fueren, da fortaleza en otra forma. Ambos tipos de valentía hacían a Pablo un cristiano como Daniel en una fosa de leones romana. Los hombres pueden tratar de destruir el cuerpo de un profeta, pero no pueden destruir al profeta.


El reloj suena la medianoche mientras estoy escribiendo, y una abertura en la ventana muestra un cielo negro. Transferida la figura al terreno moral diremos que es un cielo sin una estrella guiadora. Vengamos al terreno de la religión: Calculad cuántos auditorios aparecen en la televisión escuchando a grandes evangelistas; habladme de cuántos hombres inteligentes están trabajando en el evangelismo en este momento; citadme el número de convertidos de estos últimos años y, cuando lo hayáis hecho, os responderé con voz de trueno que la luna del despertamiento todavía no se ha levantado en esta generación abocada al infierno, que ha rechazado a Cristo y está a punto de aparecer ante el juicio. Ya no nos sentamos con gusto en Sión para deleitarnos, en la Palabra de Dios. Han pasado aquellos tiempos; vamos a la iglesia a dormir. Las columnas se han convertido en almohadones.


Como empecé a decir, cuando Pablo está ante Agripa tiene su cabeza en mitad de la boca del león, sintiendo que los pies de los enterradores de huesos no están lejos; sin embargo, logra que este, rey inmoral tiemble y le diga: «Por poco me persuades a ser cristiano.» Y hace que Festo, olvidando las buenas maneras, se incline hacia el preso y exclame:

«Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco»; a lo que Pablo replica: «No estoy loco, excelentísimo Festo.»

Pero decidme, cuando predicamos hoy día el eterno Evangelio, ¿hay alguien que haga pensar que está fuera de sí o loco? Por el contrario, tenemos muy en cuenta la colecta que va a seguir: el mantener nuestro buen nombre, que las gentes nos tengan en aprecio para el futuro, etc.

¿No es verdad?


Los metodistas de Inglaterra acaban de celebrar su convención. Una reunión anual que Juan Wesley inició en el año 1784 y esta vez se ha celebrado en Newcastle, Inglaterra (en 1958). A pesar de los colosales esfuerzos realizados en los últimos dos años en pro del evangelismo, prosiguiendo el cuidado de los profesantes, era reconocido, casi con lágrimas, que el fuego evangelístico está casi apagado.

"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry