Peter Whyte
Jesucristo es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Vino de los cielos para traernos un mensaje de Dios, y el Nuevo Testamento llama tanto a Jesús como a su mensaje: La Palabra de Dios.
La Palabra de Dios desea que oigamos y obedezcamos no solamente a Jesús mismo, sino también a sus enseñanzas. Dentro del contexto de la Iglesia primitiva "La Palabra" no significaba un libro; quería decir simple y llanamente: el propio Jesús y/o su mensaje.
Como en los años que se describen en el Nuevo Testamento, el Nuevo Testamento no se había escrito todavía, para satanás era muy difícil engañar a los cristianos y hacerles pensar que el Nuevo Pacto era también "un pacto en la letra" y no en el Espíritu. Cuando algunos de los creyentes judíos comenzaron a pensar y a seguir en esa línea de ideas, Pablo se vio obligado a corregirlos en varios apartes de sus cartas, por ejemplo, 2 Corintios 3:6.
Asimismo debemos recordar que cuando se escribieron los libros del Nuevo Testamento, cada evangelio, las diversas epístolas, y luego el Libro del Apocalipsis, se leían y se entendían como una entidad completa en sí misma. Cuando se recibía una carta de Pablo, por ejemplo, se leía en alta voz a todos los creyentes, la iglesia, en ese lugar.
Se leía como toda carta, desde el principio hasta el fin. No había capítulos ni versículos y como muy escasamente algunos pocos hermanos sabían leer, a todos no les era posible comparar las Escrituras del Antiguo Testamento con los escritos del Nuevo Testamento, a fin de entender y captar los significados de esas escrituras individuales.
La mentalidad fija en el siglo XX de los creyentes cristianos evangélicos, pentecostales, bíblicos (entre quienes me cuento), hace difícil enfrentar esta realidad. Sin embargo, en la Iglesia primitiva no existían ni teología sistemática ni se conocían las respectivas exigencias de ser cristianos bíblicos, de manera que sus conceptos sobre lo que se debe considerar bajo el apelativo de una verdadera y sana doctrina, estaban muy aparte y muy retirados de los nuestros.
Los apóstoles enseñaron a la Iglesia primitiva a hacer todo lo que el Señor Jesucristo les había enseñado. Inclusive al apóstol Pablo le fue necesario escribir estas palabras:
"3Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia" (1 Tim. 6:3-5).