Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


5 de diciembre de 2014

LA INIQUIDAD Y EL HIJO DE PERDICIÓN


Douglas Weaver

En Génesis 15 encontramos el corte del pacto entre Dios y Abram.

“Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. 14 Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. 15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. 16 Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15:13-16)
Israel estuvo tanto tiempo en Egipto porque la iniquidad de un pueblo concreto no había llegado a su colmo. La iniquidad de los amorreos no había llegado a su plenitud. Había muchos otros pueblos en la TIERRA que no son mencionados aquí. Los cananeos, los gergeseos, los jebuseos, los hitititas, los ferezeos y los heveos, y otros muchos “itas” vivían también en la tierra de la promesa.

Todos ellos menos los amorreos habían alcanzado la plenitud de la iniquidad. Dios y la simiente prometida esperaron que los amorreos alcanzaran el clímax de la decadencia extrema que precede al juicio. Dios, en su misericordia, no quería pasar juicio ni un instante antes. Como sucedió con la raza antediluviana, Su Espíritu no contendería con ellos todo el tiempo.

El tiempo de Dios con frecuencia depende de la consumación de la iniquidad. El enfrentamiento definitivo y final entre Cristo—el Hijo de Dios—y el hijo de perdición al final de la era de la Iglesia, también está esperando la expresión plena de la iniquidad. Si no entendemos este principio, nunca podremos entender los propósitos de Dios para los tiempos finales. Al final de esta era, la iniquidad volverá a alcanzar su plenitud, personificada en una persona llamada el hijo de perdición. Esto establecerá el escenario en el que el remanente de Dios vendrá a su plenitud. Consideremos el misterio que rodea a este hijo de perdición.

El Nuevo Exodo - Douglas Weaver

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry