Charles E. Newbold Jr.
Algunos son clínicamente clasificados
como adictos religiosos. Yo soy alguien que se está recuperando de adicción religiosa.
Poco antes de mi conversión en 1978, vi como esta Cosa, la iglesia, era un sistema idolátrico de tradiciones de hombres. Yo lo deseché (no a la gente dentro de ella); y sin embargo, volví a sentir una
atracción seductiva hacia ella.
La necesitaba.
Había encontrado mi identidad previamente en ella. Tenía presencia, poder y posición en ella. Como pastor de la misma,
pensé que al menos parte de ella era
mía. Mi corazón se jactaba en lo secreto. “¡Esto es mío!”. Era mi fuente de
apoyo financiero. Era la única cosa para la
que había sido entrenado. Me uní a ella y ella se unió a mí.
Nos vinculamos a esta Cosa que
llamamos iglesia y por ende, nos esclavizamos
a ella. Nos unimos a ella y ella de alguna manera toma posesión de nosotros. De hecho, nos
hacemos adictos a ella. Tal y como lo
escribió Dennis Loewen, “Produce adicción. ¿Cómo lo sabemos? Una forma de
saberlo es que todos pasamos por el síndrome de abstinencia cuando la dejamos”.
Algunos creyentes con discernimiento
que asisten a iglesias espiritualmente estancadas, se dan cuenta de que ya no
necesitan estar ahí. El Espíritu Santo esta ausente. Los cultos están muertos.
El predicador es aburrido. La gente discute sobre asuntos irrelevantes y
triviales. Sienten que sus diezmos se malgastan en salarios inútiles, programas
e hipotecas. Sus enormes edificios están vacíos la mayor parte del tiempo. Se
sienten obligados a servir en comités que sirven a la institución más que
servir a la gente. Ven al liderazgo probando un truco publicitario tras otro
para convertir la Cosa en algo relevante con el fin de que más personas se unan
a la misma y sean activas en ella.
Estos preciosos creyentes quieren salir,
pero descubren que no pueden. La madre no lo entendería. “¿Por qué esa vidriera
dedicada en el nombre del abuelo, y tú estás pensando incluso en marcharte?”.
Razonan que han sido amigos de toda la vida aquí. “¿Cómo podría abandonarlos?”
Se les hace sentir como traidores, desertores, conflictivos, inconformistas.
Algunos reniegan de los miembros de su propia familia por abandonar su “fe”.
Algunas tradiciones afirman que una persona irá al infierno si abandonan su
forma particular de iglesia.
Así, se sienten atrapados en el
sistema. Se visten de sus sonrisas de mañana de domingo y esconden sus
resentimientos secretos por sentirse atrapados. Saludan y hacen gestos en el
pasillo, pretendiendo que “¿verdad que es estupendo estar en la casa del
Señor?”. Se establecen en sus bancos y comienzan de nuevo a tener comunión con
las nucas de la gente que hay delante.
Muchos de los que se atreven a dejar
una iglesia, van por la calle deseando un “clima espiritual” mejor, solo para
encontrar a la misma vieja ramera con un vestido nuevo. Solo que las reglas son
ligeramente diferentes. Van de iglesia
en iglesia, buscando lo genuino solo
para encontrar mas falsas fachadas religiosas; salen en busca de Espíritu y
verdad solo para encontrar más carne e hipocresía.
Sin embargo, continúan con la
búsqueda, porque son adictos a ella.
Cabecean sobre sus caballos de madera, incapaces de bajarse por causa de la
velocidad del carrusel—el sistema de la iglesia
que da vueltas perpetuamente sin ir a ninguna parte.
Unas pocas personas con discernimiento
son capaces de romper la esclavitud de la iglesia,
pero a menudo se marchan dañadas y resentidas. Algunos asisten a grupos
anónimos, buscando recuperarse de los abusos religiosos que les han producido
estos sistemas religiosos de las tradiciones de los hombres.
La iglesia,
tal y como la hemos experimentado,
impregna cada aspecto de nuestra sociedad. Es la única cosa que hemos visto y
sabido que en teoría representa a Cristo. Al ir tras ella, como hizo el Israel de antaño, hemos cometido fornicaciones y
provocado a celos al Señor.
Espero que estés orando para que el
Espíritu Santo levante el velo de tus ojos para ver como la iglesia es un sistema falsificado, para
ver como hemos hecho una Cosa de quienes somos en Cristo, hemos corrido tras
ello en lugar de ir tras Jesús.
(1) La palabra española “iglesia” si
deriva de la palabra griega “ekklesia”, a diferencia de la voz inglesa
“church”, con raíz germánica.
El Sistema de la Iglesia Ramera - Charles E. Newbold Jr.
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