Davis y Clark
Así pues, ¿Dónde está nuestra esperanza? ¿Estamos destinados a
seguir degradándonos en cuerpo y alma, cayendo cada vez en profundidades
mayores de separación de nuestro justo Creador? ¡Mil veces NO! Del mismo modo
que el pecado, la enfermedad, el envejecimiento y la muerte entraron por Adán y
Eva, así también LA VIDA entró en la ecuación humana por el Último Adán.
Lee detenidamente este pasaje de la carta de Pablo a iglesia de
Corinto:
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en
corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en
gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra
cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo
espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra,
terrenal; el
segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal,
tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los
celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también
la imagen del celestial. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no
pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He
aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos
transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que
está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos
da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Corintios 15:42-57).
Aquí leemos que el
viejo hombre, corruptible, debe vestirse de incorrupción, y esto mediante la
permanencia en la obra consumada del Segundo Adán, el Cristo resucitado. Él ha
hecho toda provisión necesaria para que nosotros nos levantemos de nuestro
estado caído. Si, por la salvación de Jesús, nos revestiremos de cuerpos espirituales
nuevos para vivir en ese mundo espiritual llamado cielo. Pero eso no es todo. ¡También ha preparado el camino para
que vivamos en perfecta comunión con nuestro Padre y creador mientras estemos
en esta tierra! Ahora es cuando
entramos en la vida eterna—no limitada por el tiempo.
Jesús dijo, “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:54). Fíjate en el tiempo presente, tiene. Luego siguió diciendo: “Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” (Juan 10:27-28). La maldición se
rompe al permanecer en Cristo, el Último Adán, el Espíritu vivificante, como
nuestra vida. Los que creemos en Él nunca moriremos. Simplemente nos vamos
despojando de este cuerpo natural sujeto a la corrupción y avanzamos hacia un
cuerpo eterno adecuado para nuestras almas regeneradas para el resto de la
eternidad.
De la Ley al Reposo - G.Davis y M.Clark
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