Michael y Clark.
Jesús vino como una demostración viviente de otro principio (o Logos) de vida, uno que dio vida y
auténtico cambio espiritual en las vidas de cientos a los que Él tocó. “Un
filósofo griego llamado Heráclito uso por primera vez el término Logos alrededor del 600 A.C. para designar la
razón divina o plan que coordina a un universo cambiante. Esta palabra encajaba
muy bien en el propósito de Juan en Juan 1” (Enhanced Strong’s Lexicon). La palabra
griega Logos podría corregirse más
correctamente como razón o lógica. Jesús es la lógica de Dios. Sus caminos no fueron ni son los caminos del
hombre natural.
Toma el ejemplo de los fariseos que arrastraban ante Jesús a la
mujer que había sido atrapada en el mismo acto de adulterio. Tenían un complot
doble. Primero planearon imponer bondad sobre este pecador y otros a ella
matándola por quebrantar la ley. También tramaron en contra de Jesús intentado
conseguir que se convirtiera en cómplice del asesinato o que la excusara por
causa de su compasión por los perdidos. Si condonaba el crimen, también
estarían justificados para apedrearle también a Él.
La
vida de Jesús fue una demostración continua de Vida. Su respuesta a los líderes
judíos no solo salvó la vida de esta mujer sino que expuso el pecado que
acechaba en sus propias almas entenebrecidas. Cuando dijo, “El que no tenga
pecado que tire la primera piedra”, los forzó a mirar a sus propios corazones
malignos. Pablo escribió, “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera
que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo;
porque tú que juzgas haces lo mismo.” (Romanos 2:1).
Cuando
somos juiciosos y nos enfadamos en contra de los que cometen un pecado en
particular, podemos estar seguros de que ese mismo pecado está acechando en la
oscuridad de nuestro interior, y que aún no ha sido expuesto a la luz sanadora
de Dios. Es este pecado en el interior lo que encontramos más repulsivo.
Después
del desafío de las palabras de Jesús, todos los auto-justos se apresuraron
hacia sus casas. Entonces Él le dijo: Mujer, “¿Dónde están tus acusadores?
¿Ninguno te condenó?” Ella dijo, “no, ni uno, Señor”. Y Jesús le dijo, “Tampoco
Yo te condeno, vete y no peques más”. Creemos que del mismo modo que “sin Él
nada de lo que hay fue hecho”, del mismo modo, la Palabra hablada de Dios, el
Logos de Cristo, creó en la vida de esta mujer un nuevo principio.
Sus mandamientos son también Su capacitación,
liberando la gracia de Dios. Esto es muy distinto de la ley que hace una
demanda pero no da el poder divino para cumplirla. Por primera vez esta mujer
halló descanso para su agitada alma en el perdón y en la vida de Jesús. Esta es
la diferencia entre la mera religión que exige obediencia pero no da la gracia,
y una relación con el Dios que nos conoce.
Una
parte integral de la salvación de Dios y de la perfección de los santos en
Cristo es permanecer y descansar. El
hombre entró en los efectos corruptores del tiempo y cayó bajo el juicio de
Dios cuando Adán pecó, pero el Padre ha preparado un camino para que nosotros
estemos donde está Jesús, descansando (sentados juntamente) con Él en lugares
celestiales.
“Todavía
un poco, y el mundo no Me verá más”, dijo Jesús, “pero vosotros Me veréis.
Porque Yo vivo, vosotros también viviréis. Y en ese día conoceréis que Yo estoy
en Mi Padre y vosotros en Mí y Yo en vosotros” (Juan 14:19,20). Entrar en Jesús
con Su Padre es entrar en el reposo de Dios. Hablaba de esto cuando dijo:
“Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad
mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28,29).
No debemos pasar de largo de estas palabras porque esconden el
secreto del reposo. La respuesta a la necesidad desesperada de reposo del
hombre la encontramos por primera vez en las palabras de Jesús, “Venid a Mí”.
Jamás hallaremos reposo a menos que vengamos a Él, dejando nuestras cargas y
obras a Sus pies. Él da reposo a los que están trabajados y cansados de la
religión, solo si vienen a Él.
La Biblia del Mensaje interpreta estos versículos como una
invitación a “aprender los ritmos no impuestos de la gracia”. ¡Bien dicho, Sr.
Peterson! Las palabras aprended de Mí implican
una formación en el trabajo. Jesús está invitando al cansado a tomar la carga
fácil y ligera que Él llevó durante Su peregrinaje terrenal. Este yugo es la
clase de carga que las alas suponen para un ave, o las aletas para un pez. El
yugo de Cristo no tiene cintos a excepción del amor por el Padre.
Jesús hacía referencia a un buey joven uncido a un buey viejo y
muy bien entrenado con el propósito de un aprendizaje. Esta es la forma más rápida
de entrenar a un buey joven para arrastrar el yugo. Jesús está invitando a los
cansados a unirse al yugo con Él y aprender mansedumbre y humildad. Yo (George)
recuerdo un póster que vi en cierta ocasión en una librería bíblica. Era una
foto frontal de un patito saliendo al final de un tubo de desagüe, con un
aspecto excepcionalmente orgulloso y confiado.
El título decía: “¡Levántate, Sal y Conquista!” Era divertido pero me hizo preguntarme, “¿Es
así como Dios nos ve?” ¿Ve Él a un patito obsesionado por la conquista del
mundo o la mansedumbre y humildad de un Cordero en nosotros? ¿Encuentra a un
cordero en reposo o a un presumido megalómano que piensa que el mundo y la
iglesia son su propia ostra?
Jesús nos da Su remedio para el cansancio y agotamiento en la
cristiandad hoy. “Yo soy manso y humilde de corazón”. Éste es el currículo. Si
tomamos el yugo de Jesús y caminamos en pareja con Él, aprendiendo Su
mansedumbre y humildad, aprenderemos los
ritmos no impuestos de la gracia—aprenderemos a descansar. Aquí es donde aprendemos a no tener otra
agenda que la del Padre. Por medio de la transformación en Su humildad, nos
comportamos como hijos, haciendo siempre lo que vemos hacer al Padre.
Para entrar en el reposo de Cristo primero tenemos que aprender Su
humildad y mansedumbre, lo opuesto a la ambición y conflicto de los líderes
religiosos de Su día. El principio de vida de Jesús nos capacita para vivir en
la bondad del Padre. Si estamos en el yugo de Jesús, viviremos como Jesús, sin
imponernos ninguna agenda sino confiando solamente, esperando y dejando que
Dios haga la obra en y por medio de nosotros a Su tiempo.
La ansiedad es una certera evidencia de que no estamos más
participando del yugo con Cristo sino que hemos dejado Su reposo. El orgullo
abandona el yugo del humilde Cristo y del gobierno de Dios para levantarse,
salir y conquistar por medio de la fuerza y el poder. Jesús dijo a tales
agitadores e instigadores, “vuestro tiempo siempre está presto”. Conocer los
ritmos no impuestos de la gracia nos capacita a ambos a esperar y obrar con
Dios. Jesús dijo, “…el Padre que mora en Mí, Él hace la obra” (Juan 14:10).
¿Podemos decir esto? ¿Podemos decir honestamente, “Él hace la obra”? Éste es el reposo que Jesús ejemplificó.
Solo los que están en el yugo de Cristo, aprendiendo los ritmos no impuestos de la gracia conocen este reposo prometido a
todos los que vienen a Él y aprenden de Él.
En respuesta a los judíos que trataban de matarle por haber sanado
en el sábado, Jesús dijo, “Mi Padre hasta ahora trabaja y Yo trabajo” (Juan
5:17). Él trabajaba cuando el Padre que moraba en Él trabajaba, indicando que
cuando el Padre no trabajaba, tampoco trabajaba Él. Este es el yugo de Cristo.
Esto es lo que aprendemos de Él y la forma de aprender esto es el reposo.
La ausencia de reposo es responsable de una multitud de males que
acosan a la humanidad en general así como a la iglesia. El campo médico nos
dice que muchas de nuestras enfermedades vienen de simple ansiedad y falta de
descanso. Hemos visto entrevistas con gente que ha vivido más de cien años y
estos viejitos hablan de estilos de vida más relajados. Nuestra sociedad
industrializada y movida por la ansiedad, no solo nos está matando con
productos químicos y polución que son perjudiciales para nuestros cuerpos. Nos
está matando al llevarnos a estrujar cada bocado de productividad que podamos
sacar de nosotros mientras estemos despiertos. Luchamos por conseguir más de
nuestro dinero a cada nivel de existencia.
La vida en el mundo occidental está llena de pensamientos
ansiosos. Un reportero preguntó en cierta ocasión a Rockefeller qué millón
sería finalmente suficiente. A lo que respondió: “¡El próximo!” La vida movida
por el mundo siempre es la siguiente nómina, el siguiente trabajo, la siguiente
mujer u hombre, la siguiente casa o la siguiente ciudad. Un típico hombre
occidental nunca está satisfecho. No conoce el reposo.
Ahora bien, contrasta esta vida que nos mata con las palabras de
Jesús en el Sermón del Monte:
“Ninguno
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o
estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas. Por tanto os digo: No os afanéis por
vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo,
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que
el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su
estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios
del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria(A) se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo
que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más
a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos,
o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas
cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas
cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el
día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” (Mateo 6:24-34).
Por un lado tenemos un estilo de vida movido por la lascivia de la
ganancia mundana y bienestar—el dios babilónico llamado Mamón. Por otro,
tenemos a este Hombre Santo que nos dice que esto no es en absoluto necesario y
que no prestemos atención a tales cosas porque “vuestro Padre celestial sabe
que tenéis necesidad de ellas”.
Así que, ¿Cuál es Su respuesta? Hemos de ser inútiles espirituales
e ignorar las necesidades de nuestros cuerpos naturales y el de nuestras
familias, y quedarnos colgados girando alrededor de Dios? No exactamente. Jesús
lo expresa así, “Más buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia y todas
las demás cosas os serán añadidas”. Este es el trabajo que hay que hacer para
entrar en el reposo de Dios.
Estamos aquí para decirte que el Padre si se preocupa y va a
satisfacer todas tus necesidades cuando tú buscas SU reino y SU justicia.
Yo, Michael, me pasé el primer año después de ser lleno del Espíritu probando
que Jesús era La Verdad. Tenía que
saber más allá de toda duda que aquel al que yo había dado mi vida era de hecho
digno de confianza. Tenía que saber que Sus palabras eran verdaderas. Me llamó
a servir a un grupo de Cristianos que habían sido salvos recientemente en las
calles y que llegaron a ser conocidos como el “Movimiento de Jesús” a
principios de los 70.
Les serví como si fueran mi
propia familia (y lo eran espiritualmente). Mi trabajo era una labor por amor a
mi Salvador. Fue como revivir los cinco primeros capítulos del Libro de los
Hechos. Había tan amor de Dios entre nosotros que ninguno decía que lo que teníamos
era de nuestra propiedad. Compartíamos prácticamente todo unos con otros. El
amor de Dios nos empujaba desde nuestro interior a satisfacer las necesidades
del que tuviera falta entre nosotros, y de alcanzar a los perdidos con
corazones abiertos.
Ese año vi un milagro tras otro de la maravillosa provisión de
Dios entregado en cuerpo y alma a Dios. Vimos sanidades milagrosas, gente
liberada de golpe de adicciones a drogas, alimentos multiplicados, gente sanada
y corazones duros cambiados.
Entré en ese año con una esposa, dos hijos, pagos de casa, pagos
de coche, facturas médicas y otras obligaciones. Mi esposa Dorothy había tenido
a nuestro tercer hijo durante este tiempo y ninguno de los dos tenía un trabajo
normal ni una fuente regular de ingresos. Servíamos simplemente a estos jóvenes
siervos de Dios con todo nuestro corazón. Si usáramos los estándares del mundo,
tendríamos que haberlo perdido todo y habernos quedado tirados en la calle.
¿Pero sabes qué? Yo creí que si Dios me había contratado, también
sería responsable de pagar mi salario. Hice esta obra de amor por estos jóvenes
cristianos como para Jesús solamente y al final de ese año, todas las facturas
se habían pagado y éramos dueños de nuestra casa y coche sin cargas de ninguna
clase. ¡No teníamos deudas y todo ello sin pedir una sola moneda ni ayuda de
nadie! Recibimos miles de dólares de forma anónima. Fue sólo Jesús y aprendí de
primera mano lo que quería decir cuando dijo. “Buscad primeramente el reino de
Dios y todas las cosas os serán añadidas”. El nos demostró que Aquel que
sostiene el universo en Sus manos es de hecho digno de toda confianza.
Hebreos capítulo once, el gran “capítulo de la fe”, comienza
diciendo, “la fe es la certeza (sustancia) de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve.” ¿Has pensado alguna vez que la fe tiene sustancia? Hemos visto
estos mismos eventos milagrosos o parecidos en las vidas de muchos hijos de
Dios, eventos que instauraron en ellos una fe que no podía ser movida. Luego,
al ponerse las cosas bastante difíciles, fuimos presionados hasta el punto de
preguntarnos si Dios aún estaba ahí como lo había estado antes, tan
prácticamente visible. Pero incluso entonces, podíamos acordarnos que nos había
demostrado más allá de toda duda que Él cuida y provee para las ovejas de Su
prado.
Como con Israel, con frecuencia los santos somos alimentados
durante un tiempo con maná del cielo. Lo único que teníamos que hacer era salir
y recoger cada mañana. Pero una vez que hemos aprendido las lecciones del
desierto, Le descubrimos proveyendo de forma distinta en la tierra de la
promesa.
“La
tierra a la cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que bebe
las aguas de la lluvia del cielo; tierra de la cual Jehová tu Dios cuida;
siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año
hasta el fin.” (Deut. 11:11-12).
El crecimiento en
Cristo siempre estira. Siempre nos llama a estar atados por Su amor y a ser
dirigidos a lugares donde nunca nos hubiéramos aventurado en nuestra inmadurez.
En cierta ocasión, un día en los comienzos de mi nueva fe, yo, Michael, me
encontraba en el centro de una gran ciudad, apoyado contra un edificio mientras
esperaba que un hermano llegara con su coche y me llevara a casa. Mientras
estaba ahí, miré a la cuneta y vi un gorrión pequeñito caer de la parrilla de
un coche aparcado frente a mí. Pensé, “Pobrecito. Debe haber sido golpeado por
el coche y su cuerpecito acaba de caer”.
Pero no. Saltó y anduvo a saltos por la acera
frente al coche siguiente. ¡Luego fue brincando por la cuneta de nuevo hasta
meterse otra vez dentro de la parrilla del coche! Había hallado una fuente de
provisión de alimento por la que no tenía que sembrar, cosechar ni almacenar en
graneros. El hombre había pavimentado y edificado todo su hábitat natural, pero
el Padre le había mostrado como hallar alimento limpiando totalmente los
radiadores de esos receptores de bichos sobre cuatro ruedas. Su comida salía
calentita directamente de la parrilla. El Padre me estaba mostrando que mi
vieja provisión iba a secarse muy rápidamente como sucedió con Elías en el
arroyo de Querit y que tenía que buscar otra fuente, como había hecho el
gorrión—todo ello ordenado desde arriba.
Cuando Jesús decía
No os afanéis [en la Biblia en
inglés, literalmente “No penséis en—Nota
del Traductor] en los Evangelios,
una mejor traducción habría sido No
estéis ansiosos. No deberíamos considerar extraño ni caer en incredulidad y ansiedad en esos tiempos de
incertidumbre. En lugar de eso tenemos que aprender a buscar Su rostro y
aprender las lecciones que esos eventos nos proveen al conformarnos estas cosas
a imagen de Su Hijo.
De la Ley al Reposo - G. Michael y D. Clark
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