La palabra griega para
hermano en el pasaje de arriba es adelphos, el cual significa “el vientre” o
más bien “del mismo vientre”. Era el saludo de los iguales. Su equivalente en
español es hermano. Ahora, si eso no habla de igualdad, ¿qué hace? Cada momento
en que un niño en una familia trata de ponerse por encima y ordenar a los otros
niños, la cosa se pone fea. Mucha de la tensión en la Iglesia hoy en día es
causada por este mismo asunto. La Biblia en inglés La Nueva Traducción Viviente
le pega directamente en el clavo cuando traduce las palabras de Jesús: “No
dejen que jamás nadie los llame Rabí, porque ustedes tienen solo un maestro, y
todos ustedes están en el mismo nivel como hermanos y hermanas”. (Mat. 23:8)
La razón primaria por la
cual no debemos tomar para nosotros mismos títulos honoríficos es porque los
mismos ya fueron tomados. Jesús ya ocupó los cargos de Rabí, Amo, y Maestro, y
el titulo Padre pertenece a Dios mismo. Otro titulo que pertenece a Dios es
Reverendo. Se encuentra solamente una vez en la Biblia en el Salmo 111:9 . Hay
solo “…un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos” (Ef. 4:5-6). Hay solo una Cabeza sobre un
solo cuerpo con cada miembro respondiendo a Sus deseos (Ef. 4:15-16). Cualquier
intento de ejercer dominio sobre otros cristianos suplanta la autoridad de ese
Uno. Colocarse como rabí, maestro, padre, pastor, sacerdote, obispo, cardenal,
o papa, es colocarse uno mismo en oposición a ese Uno.
La gran paradoja
cristiana es ésta: la senda a la gloria conduce hacia abajo en humildad y
servicio. Cualquier intento de escalar hacia arriba aunque a través de
aparentes “canales oficiales” se encontrará con la resistencia de Dios. Con el
resurgir de los clérigos en los últimos años del primer siglo o en los primeros
años del segundo siglo, las iglesias empezaron a experimentar su descontento
con una marcada reducción de la vida y poder divinos. Soren Kierkegaard
observa: “Cuando no había clérigos y los cristianos eran todos hermanos, Dios
estaba más cerca de ellos que cuando aparecieron los clérigos, muchos clérigos,
una poderosa orden eclesial,” (del libro Provocaciones). ¡Cuánta verdad!
Estamos todos en el mismo nivel como hermanos y hermanas a los ojos de Dios.
Uno es Maestro. Todos son hermanos.
Eberhard Arnold
escribió: “No hay señores en esta iglesia comunitaria sino Cristo y únicamente
Cristo; no hay líder sino una sola Cabeza, quien es Jesucristo. Nosotros somos
hermanos todos juntos. Todos somos miembros, y todos servimos. Somos células
vivas. Lo que gobierna en este cuerpo a través del poder del Espíritu Santo es
Jesucristo, el Hijo del Dios viviente” (Sermones y Escritos de Eberhard
Arnold).
¡Qué humilde título es
hermano! Es un título de anonimato, el cual está en severo contraste con las
trepadoras y codiciosas “mírenme a mí” luchas por identidad que caracterizan a
muchas de las iglesias de occidente, donde de alguna manera todos están
tratando de ser el Uno.
El que trata de
levantarse a sí mismo, de acuerdo a la manera de los fariseos, será llevado
abajo. Pero aquel que se pone en la mente de El, quien se humilló a sí mismo y
tomó la forma de siervo, será exaltado, así como lo fue Jesús. No en la
mentalidad de esta vida, sino en el otro lado del sepulcro. Nuestro viaje
terrenal es un tiempo de prueba, un tiempo de probar la obediencia, un tiempo
de caminar por el camino que Cristo caminó. Es un tiempo de ser semejantes a él
en su muerte (Fil. 3:10).
Hoy, los clérigos se ven
a sí mismos superiores a otros (Vea Filipenses 2:3) pensando más de ellos
mismos de lo que debieran pensar (Rom. 12:3). Y en directa violación de las
enseñanzas y ejemplo de Jesús, ellos intimidan a través de títulos religiosos,
teológicos, vestimentas y posturas.
La única vestimenta que
Jesús tenía fue el manto escarlata que los soldados del gobernador le pusieron
después de llevarlo al patio y azotarlo. La única corona que adorno Su cabeza
fue una corona de espinas moldeada y colocada a la fuerza sobre su cabeza por
las mismas manos Romanas. Por cetro, ellos le pusieron una caña en su mano
derecha. Y por adulaciones reales, ellos se arrodillaron ante él, injuriándolo
diciendo: “¡Salve, rey de los judíos!” Le escupieron, y tomando la caña le
pegaron con ella en la cabeza. Esto es lo más cercano a lo que llegó Jesús a
ser un rey terrenal, y con todo, muchos de los que se llaman sus siervos y
ministros, luchan por ser más grandes que El.
Acordaos de la palabra
que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han
perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la vuestra. Más todo esto os harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado. (Jn 15:20-21)
Yo Pues os Asigno un Reino - Davis y Clark
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